Estudiar esta bien, pero que no se te salga de las manos

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— ¡¿Cuándo fue la última vez que dormiste, cabeza de chorlito?!

— Uh, no lo sé —Hiro respondió sin quitar la vista del libro de física mesoscópica, tomando un gran sorbo a su café negro—, perdí la cuenta después del tercer día.

— ¡Hiro Hamada! —le llamo furioso, acercándose a paso veloz hasta el universitario para quitarle la taza— ¡¿Ya te viste en el espejo?! ¡Te va hacer daño!

— Sí, mamá —expresó con desgano y dejando que las manos del moreno le arrebataran la bebida.

El chico era un desastre. Su cabello se encontraba más desordenado de lo usual, vestía la misma ropa de hace más de tres días y tenía un color morado enfermizo bien marcado bajo sus ojos rasgados. Ni hablar de su habitación, Miguel creía que el basurero municipal se había mudado al cuarto de su novio.

Papeles, notas con pulso de maraquero, maquetas a la mitad y prototipos fallidos regados por todo el suelo y sobre la cama. Rivera llamaba a esto un colapso mental, Hamada solo le gustaba nombrarlo "Exámenes finales".

Mamá Cass había hecho lo correcto al llamarle para que fuera a sacar al joven de diecisiete años del estado en el que se encontraba viviendo, tan sólo verlo desgastado mientras hacía más planos y abría un pequeño paquete de azúcar industrial le hacía hervir la sangre.

Por un momento pensó que el lugar se veía igual a como lo describía Baymax cuando Hiro aún estaba en duelo por la muerte de Tadashi; iba a decirlo en voz alta para regañar al genio, pero un segundo pensamiento le detuvo a tiempo. Quería meter a Hiro a la cama para descansar, no regresarlo a su cuadro depresivo.

— Luces como Mason cuando se empeña en resolver un misterio, hasta las ojeras y el color de piel enfermo tienes —señaló en su lugar.

— Aja, interesante, cariño —fue lo único que recibió como respuesta.

El músico estaba al borde de sus nervios y la neutralidad de su pareja fue lo único que necesito para voltear enfadado hacia el escritorio donde yacía el enorme libro de ciencias y poner su mano sobre las páginas con un fuerte golpe, estorbando la lectura.

El nipón giró a verlo de forma lenta, moviendo la silla con rueditas hacia atrás para darle un mejor ángulo, su rostro sólo sostenía una expresión muerta. No quería discutir en estos momentos, se notaba el cansancio en sus ojos y la manera lenta en que respiraba cuando se encontraba tenso.

— Miguel, dulzura, ¿podrías quitar tu mano de mi texto? —contestó con un ritmo lento y un tono rasposo, como si no hubiera hablado en semanas...o tomado agua—. Me encantaría escucharte hablar de cómo Sir Dippingsauce intenta resolver el acertijo del huevo y la gallina, pero necesito estudiar.

— Necesitas dormir.

— ¡Dormir es para los débiles! —objetó.

— ¡Exacto, ve a dormir, Hiro! —respondió tan serio como pudo, aguantando una risita frente a la rabieta del mayor.

— ¡¿Disculpa, me dijiste débil?! —jadeó con expresión dramática de humillación, llevando su mano a la altura de su pecho y abriendo los ojos tanto como su complexión le permitía—. ¡Soy héroe de San Fransokyo y prodigio en robótica!

— ¡Me importa un tamal si eres el próximo ganador del Premio Nobel o el presidente de Corea, necesitas descansar!

Hamada rodó sus ojos y soltó un suspiro cargado de frustración, estrés escolar y falta de comida. Miguel podía ser a veces muy pesado con llevar una vida saludable, si se enteraba que la mayor parte de lo que comía durante exámenes era sopa instantánea, café cargado de azúcar y gomitas de seguro le daba un ataque. Sonrió ante el pensamiento.

— Esta bien, iré a dormir —soltó el japonés antes de pararse de la silla en la que había estado sentado durante horas, tomó su celular y programó la alarma en quince minutos. Eso debía ser suficiente.

— Me lo agradecerás luego —tomó con cuidado el aparato electrónico de las manos contrarias mientras lo guiaba hacia la cama entre tanta basura.

El mexicano se aseguró de acomodarlo bien y quedarse sentado en la orilla de la cama hasta que el chico se durmiera, que no tardo mucho. Se veía exhausto y su cuerpo evidentemente pedía esa siesta.

Apago la alarma antes de salir de la habitación, Hiro necesitaba más que quince minutos. 

Un Pequeño Regalo de Navidad para Maty [Hiroguel/Higuel]Onde histórias criam vida. Descubra agora