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- Se acabó el horario de visitas, en una hora la daremos de alta - Le dijo la enfermera que acababa de entrar en la habitación a Camila.

- No quiero irme. - Protestó y yo no pude evitar sonreír.

- Pero debes hacerlo cariño, tengo que hacerle un par de revisiones a la srta. Jauregui. - Explicó la señora con calma.

- Si es por mí ella puede quedarse - Afirmé rápidamente, yo tampoco quería que ella se fuera. Aunque sea por una hora, me gustaba gastar el tiempo mirándola.

La enfermera nos lanzó una mirada compasiva, soltó un gran suspiro de aire y se retiró rápidamente de la habitación.

- Camila...

- ¿Qué? - Replicó ella curiosa.

- Acércate por favor - Ella me hizo caso y se paró al lado mío.

- Más, quiero contarte un secreto - Me excusé.

- No hay nadie aquí - Me hizo notar inteligentemente.

- Lo sé, acércate - Le pedí nuevamente.

Se acercó a mí, lo suficiente para que mi aliento pudiera rozar sus mejillas. Me congelé unos segundos, mientras más cerca estaba de ella más hermosa e inefable me parecía. Sus piel, cada centímetro, sus rasgos, todo en ella me dejaba en un estado de resilencia en mis vanos intentos de defenderme contra la atracción que me provocaba su persona.

- Mírame - Le sugerí. Quizás no podría hacerlo, pero necesitaba que dirigiera su postura hacia mí, de otra manera no podría concretar mi cometido.

- Sabes que yo no... 

- Camila, mírame. Si quieres no me mires a los ojos pero dirige tu mirada a mi cara. 

- Puedes decirme lo que me tienes que decir sin tantas vueltas - protestó.

Debía rendirme, no podía explicarle la razón por la que quería que girara su perfil a menos que le explicara que iba a besarla y no sé si estaría preparada para eso. Y por "estaría preparada" , me refiero a mí, yo no podría con tanto.

Tras unos segundos en los que mi vecina empezaba a impacientarse y tararear canciones que creo haber interpretado correctamente, eran de Fifth Harmony, una de las viejas, una de las primeras que sacaron hace años; se detuvo y giró hacia mí. Su mano derecha estaba de un lado de mi cabeza y su mano izquierda del otro. Levantó la mirada desde mi cuello y sus ojos se fijaron en los míos.

Me quedé sin aire. Estaba condenada a sufrir de asfixia y paros cardíacos efímeros cada vez que ella hiciera eso. Tantas veces me aseguró que no podría que en mi cerebro no encajaba con qué clase de milagro me había bendecido Dios para tener aquel privilegio. 

Su mirada era realmente profunda, sus ojos cafés descifraban los míos moviéndose casi imperceptiblemente en su propio eje. Me acerqué muy despacio y ella no me quito la mirada en ningún momento. Sabía lo que tenía que hacer y no deseaba nada más en el mundo.

El ruido de la puerta alteró a Camila que de un solo salto se desprendió de mi y perdió el equilibrio hasta caer en el suelo. Golpeó mi vaso de agua con su brazo y este impactó contra ella, mojando su camiseta. Por suerte era de plástico y no le hizo ningún daño. El ruido fue provocado por la doctora Orwell que ingresó rápidamente a la habitación tras escuchar el impacto.

- ¿Camila estás bien? - Preguntó Sara ofreciéndole su ayuda.

Camila la ignoró poniéndose de pie por su propia cuenta. Luego le lanzó una mirada asesina a mi doctora y luego a mí y se retiró de la habitación a paso apresurado.

- De todas formas venía a decirle que la enfermera me comentó que no quisieron aceptar el horario de visitas, la pusieron en una situación que no corresponde, ella sólo cumple órdenes, debía haberte hecho un control, ahora que tu novia se fue puedo hacértelo yo misma sin problema.

- Disculpe Sara, no quisimos provocar eso. - Dije simulando arrepentimiento, la realidad es que había estado muy cerca de besar a mi vecina y eso ya valía la pena.

- Esta bien, tendrás que disculparte con ella... ah y por cierto - Metió la mano en uno de sus grandes bolsillos en la bata blanca que llevaba puesta - Tu cuaderno, estaba en tu primer habitación.

Me entregó el cuaderno negro de Camila y automáticamente se me formó un nudo en la garganta. Un flashback de la cara de enojo y decepción que la morena puso cuando me vió leyéndolo me dió vueltas por la mente, las palabras que había en él, la curiosidad de saber qué mas estaba escrito allí, por qué llevaba el nombre "butterfly" y miles de otras preguntas que probablemente hallarían respuesta si yo volvía a leer aquellas hojas.

En ese momento la pregunta que desencadenaría el resto de mis acciones sería la siguiente ¿Prefiero arrepentirme de cosas que no hice o de cosas que sí hice? El dilema de quedarme con las ganas o con la culpa.

Abrí el cuaderno una vez más.

ASPERGER (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora