La felicidad (está en los ojos de los que ríen)

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EDC Las Vegas 2017. Viñeta de lo que ocurrió tras las cámaras.

Mangel ama a Rubius; tiene su nombre tatuado en su corazón, en sus genes. Su presencia, su cariño, son más necesarios para Mangel que su sangre y su aliento. Es por ello que Mangel atesora cada uno de los minutos que pasa a su lado, cada abrazo y cada beso en la frente, en la mejilla.

Y para los que no hayan visto los 3 vlogs (dudoso, pero potencialmente posible; id a verlos, estáis tardando): Fueron al festival. Rubius y Álex se pusieron un poco malos. Rubius en particular el segundo día, mientras que Álex sólo pudo ir el último.


Si vis amari, ama (Si quieres ser amado, ama)

Seneca

En ese espacio de tiempo breve entre que muere la joven rubia y el hombre mayor con el pelo canoso, y los investigadores siguen dándole vueltas al asunto, Rubius se queda dormido, desparramado cuán largo es en la cama - y mira que es largo, el cabrón, largo y delgadito y aun así, incluso en reposo e inmóvil, su presencia llena la habitación. Es una presencia innegable, inescapable, que llena todos esos rincones vacíos y que hace que sólo haya Rubius, Rubius, Rubius, Rubius, cuándo él está en algún sitio, eclipsando cualquier otra persona o evento.

La luz de la pantalla de televisión le ilumina en colores cambiantes y su pelo, liberado de la prácticamente sempiterna gorra y de gel, se adueña del regazo de Mangel y de sus manos y de su atención. Mangel no puede (ni quiere, todo sea dicho) parar de acariciarle, como algo preciado, como si no se creyera que tiene la fortuna de compartir otro momento así con Rubius, de tenerle prácticamente para él sólo.

Mangel aprecia cada segundo porque sabe lo que es no tenerlo así siempre. Y lo sabe porque aunque su relación siempre ha sido estrecha y cercana y Rubius y él nunca han respetado los límites de lo preestablecido en cuanto a cantidad de contacto físico con amigos, a veces tienen novias y a veces no tienen tiempo de verse el uno al otro y a veces la vida da muchas vueltas y conspira contra ellos.

Pero eso es en otros momentos, en otros mundos alejados de esta habitación de hotel en la que se encuentran acurrucados y huyendo del universo.

Sus manos se mueven, lentamente, para acariciarle el cuello, suavemente, con apenas las yemas de los dedos, trazando esa línea que separa el cuero cabelludo de la suave piel de la nuca, y Rubius se revuelve por las cosquillas, pero no despierta. Una de sus manos se ha deslizado y ahora reposa, junto a la pierna de Mangel, boca arriba, con los dedos encogidos. Mangel quiere tocar esa mano y juguetear con esos dedos, largos y finos y hábiles. Quiere hacerlo siempre, y tener derecho intrínseco a ello.

Rubius tiene los labios entreabiertos y enrojecidos, y Mangel, muy deliberadamente, se prohíbe a sí mismo pensar en ellos, o perderse en la curvatura de los mismos, en ese labio interior un poco reseco que pide que lo humedezca con su lengua, en la sombra del bigote, que está empezando a crecer. No se permite a sí mismo perderse en la curvatura de la nariz y en su nuez, en el largo cuello que está acariciando, ni en los hoyuelos de sus clavículas.

Con una mano le acaricia un hombro hasta que se convierte en brazo y se esconde por debajo del nórdico. En la habitación no hace el frío gélido e intenso del resto del hotel, pero por algún motivo no se puede apagar el aire centralizado y la temperatura no sube de 20 grados, y Rubius tiene frío.

Rubius gime bajito en sueños, soniditos discretos y suaves, y Mangel decide apagar la película que él tampoco está viendo. Olvidando el mando en la mesita, se gira y le reacomoda en la cama, con suaves movimientos, y Rubius, maleable y dócil, se deja manipular. Le dejará dormir, decide, y se levanta de la cama con movimientos suaves y lentos.

La felicidad (está en los ojos de los que ríen) (Rubelangel OS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora