Capítulo 11

14.4K 696 37
                                    

Daniel

Estaba sentado en el sofá que la enfermera trajo a la habitación de mi hermano, él estaba dormido y yo tremendamente aburrido. Qué casualidad que cuando aparte la mirada del móvil vi pasar a la enfermera corriendo, poco después vi a La bestia detrás, y con un ramo de rosas. Ambos entraron en la misma habitación. Parece que a la enfermera le daba morbo verse con su noviecito en sitios que no debería, pues si a la chica le gustaban las rosas, rosas le daré. Poco después entró en la habitación, pero sin hacerme caso y eso me molestó, ya debería ponerse nerviosa con mi presencia o al menos eso sucedía con las demás chicas. Dijo que se llevaría a Miguel a rayos X, le susurre te quiero al oído y el me respondió en el mismo tono "y yo".

Salí del hospital en busca de la tienda de flores que estaba enfrente, la llevaba una señora mayor llamada Elena, mi padre siempre compraba flores allí y era mi turno. Fuera de la tienda había rosas rojas como las que aquel tipo le llevo, tenía que marcar la diferencia no podía regalar lo mismo que todos. Los girasoles eran preciosos y los tulipanes deslumbrantes, sinceramente no sabía cuál elegir, eran todas bonitas.

—Estas en duda verdad hijo. —La voz cálida de la señora me saco de mis pensamientos.

—Es que hay muchas y todas son bonitas. —Me excuse rascando mi nuca con nerviosismo, normalmente siempre sabía que elegir. Tomaba decisiones rápidas y no solía arrepentirme.

—Si es para alguien especial y me atrevería a decir que es una chica...—Dejo de hablar. —Mejor dime algo que te recuerde a esa persona.

—El cielo. —Dije sin pensar.

—Plumbago auriculata. —Dijo rápidamente y al ver mi cara continúo hablando. —Es más conocida como celestina y todos sus pétalos son azules como el cielo. —Mientras hablaba unía algunas de aquellas flores y las dejaba sobre un papel negro, que se asemejaba a la cartulina. — ¿Quieres más?.

—Las quiero todas. —Tenía que ser un ramo grande, que la impresionara. Ella obedeció y en un abrir y cerrar de ojos tenía un voluminoso ramo de flores esperando para ser entregadas.

—Serían treinta euros. —Se me escapo un joder y a ella una risilla. —Te las dejaría gratis, pero últimamente cuesta llegar a fin de mes. —Le di un billete de cincuenta y le pedí que se quedara con el cambio, se reúso. Al final accedió debido a mi insistencia, una de mis habilidades es que podía llegar a ser muy persistente.

El ramo era tan grande que tenía que agarrarlo con las dos manos para que no se cayera, sentía las miradas de todos y no me extrañaba, estás flores eran raras y con un ramo así era difícil no mirarlas. Cuando entre en el hospital me cruce con Valentina y esta me miro muy atenta pero no se dignó ni a saludarme creo que entendía o Sebastián le habría contado que me caía un poco mal. Deje el ramo en el sofá y me senté junto a ellas esperando a que la enfermera entrase por la puerta. Pero la que entró fue mi madre, y se sorprendió tanto que llevo sus manos a la boca, antes de que las palabras salieran de mi garganta, ella habló.

—Son para la chica con la que bailaste, tu padre decía que no, pero yo sabía que la mirabas de una forma especial. —Creía que mi madre me conocía, pero con esto empezaba a pensar que no era así. No dije nada, no quería tener que mentirle y decirle que sí, que me gustaba la chica cuando no era así. Y por suerte la enfermera entro y no tuve que hablar, me apresuré a levantarme con el ramo de flores y cuando ella consiguió dejar a mi hermano en la cama se lo ofrecí.

—Es para ti. —Dije serio. Y ella sonrió de lado, apenada pero no entendía por qué.

—Gracias. —Susurro tímida. —Pero no puedo aceptarlas.

—¿Por qué?. —Inquirí fastidiado, con la estúpida enfermera siempre había un problema.

—No sé ni tu nombre. —Contratacó en mí mismo tono de voz.

—Niebla.

—Tu verdadero nombre. —Esto estaba siendo un espectáculo para mi madre y mi hermano, lo cual me empezaba a molestar y más si después tenía que explicar lo de Niebla.

—Te lo diré si aceptas una cita conmigo.

—Está bien. —Por fin iba cayendo, poco a poco, la niebla la rodearía y se quedará cegada por ella.

—Dios me juzga, Dios es mi juez o Justicia de Dios.—Odie como sonrió, sonrió triunfante, con aires de suficiencia. 

—Algo es algo—Cogió el ramo y salió de allí. Juraría que salió casi pegando saltitos de felicidad. Caminé hacia la puerta para poder observarla un poco más y vi como paro, miro su móvil, su cuerpo se tenso.

—Enfermera te recojo cuando acabe tu turno —Dije chillando, dio un salto del susto y se volvió.

— ¡Dije que aceptaba, pero no cuando! —Me la había jugado la muy cabrona, pero estaba seguro de que esa morena tendría la cita hoy conmigo.

—Te tiene loco. —Se burlo mi hermano.

—Hay otra cosa que se va a volver loca.

—¿El que?. —Interrogo con curiosidad.

—Mi polla en tu boca. —Reí más por su cara que por la broma, todavía era un adolescente que no se sabía todo el repertorio de bromas, Miguel se quedó callado, sabía que no me gustaba que digiera esas cosas y si lo hacía siempre le colaba alguna broma.

Que empiece el juegoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن