capítulo dos: La medicina no cura el alma

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Creí haber escuchado alguien llamar a la puerta, golpeando una y otra vez, quise fingir que no estaba, para dormir más, pero era difícil ignorar eso. A un lado, en la cama contigua a la mía, el rostro plácido de Alice aun dormida, sin darse cuenta del ajetreo que causaba el golpeteo incesante de la puerta, casi que me daba celos lo profundo de su ensoñación, pero aunque tratase de imitarle para dormir más, debía levantarme para ir al baño, y me quedaba la entrada de camino. Era algo difícil para mí estos días, había comenzado a llover ayer y al parecer no quería parar, una lluvia de verano cómo las que nunca se ven, con el suelo frío en mis pies, era una tortura salir de la cama incluso para ir a comer, por lo que trataba de preparar bastante para no tener que salir, teniendo las medicinas de mi hermana a mano siempre, pero ya era esa época del mes y se estaban acabando, sería muy difícil para nosotras si Ulises no se aparecía por estos lares pronto. Mi brazo dolía por el frio, me lo había luxado hace no mucho, pude sobrevivir con rasguños del ataque de una gran lechuza vieja, pero cambiar las lámparas de la sala era un reto mayor al parecer, me había caído y torcido el brazo mismo de la herida, por lo que pude asociar la herida al golpe que me di, lo que me hizo las cosas más sencillas para engañar a Alice y mentirle sobre eso. Tenía mi brazo inmovilizado gracias al hurón amigo mío, Ulises tenia esas facilidades siempre, era tan sencillo para él como respirar, pero era difícil hacer muchas cosas últimamente, por lo que tenía a Rebecca seguidamente dentro de mi casa, solo que hoy no estaba. El pasillo estaba muy frio sin madera para quemar en la chimenea, tenía todo lo que quedaba de madera seca en la habitación, en un bracero improvisado, un cuenco grande de metal, montado en unas patas de latón grueso, mantenía la habitación tan cerrada como era posible para calentar a Alice con lo poco de fuego que podía crear sin que nos asfixiáramos. – Toc toc toc. – La puerta no dejaba de sonar, pero hacia mucho frio para poder abrirla, solo me animaba a mirar por una ventana al costado del portal, pero nadie había al otro lado, nada más que una rama caída, agitada por el viento que había aparecido en la madrugada. Ya debe ser al menos las dos de la tarde, casi no he dormido hoy, y esa rama no saldría hasta que la lluvia se vaya, o mi brazo pueda curar por completo; un saludo con la cabeza inclinada y una forzada sonrisa para despedirme del señor rama del mal y proseguir mi camino, esperando que mágicamente la rama pudiera hacer lo mismo. Casi podía imaginar a Rebecca, con su ropa de leñadora hecha a mano, adornada por cascaras de semilla, blandiendo mi hacha para cortar la rama, gritando a los dioses y maldiciendo a la rama por no dejarme dormir, ya que, así era ella de exagerada cuando se trataba de mí, y más aún ahora que estaba tan herida, pero ella estaba muy fría últimamente, y era muy extraño verla de tal modo, me había contado de problemas con su pareja, que tal vez terminaría pronto esa relación, al parecer había alguien más a quien quería, pero yo sabía que eso era falso, solo se había aburrido de Víctor, era un pesado y yo me alegraba de la decisión que tomaba.

¿Hace cuánto tiempo fue lo de la lechuza?, supongo que el suficiente, ya no había adrenalina en mi cuerpo, cosa que al menos dos semanas me mantuvo muy animada, pero ahora pensaba en cosas tan banales cómo relaciones y ramas caídas, al parecer ya era otra vez una simple erizo más en este mundo, la solitaria contra el mundo, al igual que el llanero solitario, que a su lado tenía su caballo y un indio compañero, "vaya solitario más patético", me pensaba mientras salía del baño, riendo en voz baja, ya que para esas cosas, Alice si tenía sueño ligero. – Toc toc toc. – La rama había decidido seguir en mi puerta, no la culpaba, era una puerta muy agradable, me gustaba mucho y más luego de cada expedición, pero ahora desearía que no estuviera, o que no tuviera sonido al ser golpeada; tal vez pueda volver a dormir si lo intento, no tenía hambre, y el fuego aun tenia leña que quemar, solo me quedaba una opción hasta que la noche apareciese, era volver a mi ensoñación. En la habitación no había cambiado nada, ni siquiera la postura de mi hermana al dormir, era siempre algo tierna y graciosa, moviendo su nariz como solía hacer siempre que soñaba algo, con su brazo colgando a un costado de la cama, que siempre tenía que devolver bajo las mantas; daba incluso envía el verla dormir tan fácilmente sin ser perturbada por el incesante golpeteo de la rama, que no podría sacar hasta que la lluvia se fuese lejos de aquí. El sonido ya parecía algo rítmico si le ponía la suficiente atención, recordando una canción que solía cantar el viejo August, el abuelo de Ulises, siempre tan bueno conmigo cuando crecía; solía recordarle mucho en estas situaciones. – Toc toc toc. – Seguía el sonido, ahora creando en mi interior una tonada relajante, ya no quería que se fuese, incluso si ponía suficiente atención, las gotas en los charcos de la entrada, le seguían el ritmo de la canción, sumándose también las ramas en coro de fondo; me provocaron mucho sueño, y en un momento ya estaba dormida, arrullada como nunca bajo esa canción.

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⏰ Last updated: Feb 11, 2018 ⏰

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Las espinas del almaWhere stories live. Discover now