Después de aquella noche

15. Reencuentro

Yuuri llegó con maleta en mano y un pesado abrigo puesto. La pista era muy diferente a lo que él estaba acostumbrado. La de Ice Castle en Hasetsu era pequeña y sólo contaba con lo más básico. La de Detroit era inmensa y profesional, pero era compartida con el equipo de hockey que le daba  tanto renombre a la ciudad. Aun así, nada se comparaba con la majestuosa pista a la que tenía a su disposición Yakov Feltsman. Estaba reservada solamente para patinaje artístico, para entrenamiento exclusivo de los mejores alfas en el deporte, por lo que Yuuri había disfrazado su olor con jabón y lociones hechos especialmente para ese fin. Se sentía intimidado, como si entrara a un recinto prohibido para un omega.

Se acercó un poco más al área de la pista, después de pasar un gimnasio y una elegante cafetería, llegando al área de vestidores que se encontraba junto a un lounge; era un lugar diseñado para que los patinadores pasaran la mayor parte de su día ahí sin necesidad de salir a comer o a divertirse, incluso podían estudiar ahí. Yakov lo recibió con una mirada severa, sin palabras, solamente señalándole en dirección a donde se encontraba su alfa.

En la pista, pudo ver la forma tan débil en que Victor patinaba. Seguía siendo una vista espectacular, su ejecución impresioanaba, pero para el ojo experto, el de un fan de tantos años especialmente, se veía que Victor no estaba al máximo de su capacidad, su secuencia de pasos era monótona e inexpresiva.

Se quedó junto a la pista, viendo tristemente cómo su alfa no podía clavar ninguno de sus saltos cuádruples, para el momento en que dejaban la pista para ir a comer, Victor había dejado de intentar cualquier tipo de salto y se limitaba a pulir, sin mucho sentimiento, otros elementos de su rutina.

—Así que no pudiste esperar a marcar a Victor Nikiforov —se limitó a decir el entrenador a modo de saludo, acercándose a Yuuri, pero sin invadir su espacio personal.

—Le he advertido acerca de los omegas como tú, te importó más enlazarte a un talentoso patinador que continuar con tu propia carrera, para eso engañaste a todos haciéndolos creer que eras un alfa —continuó Yakov con furia, cada palabra suya parecía veneno entrando a las venas de Yuuri.

Yuuri no quería responder, se sentía enojado, impotente ante el entrenador que juzgaba cada una de sus acciones. Él mismo se había hecho esos cuestionamientos, era su juez más severo, pero la confirmación por parte de alguien más era más dolorosa.

—Él también me marcó —contestó Yuuri en un arranque de ira, mostrando su cuello al entrenado quien se había puesto más pálido al ver la marca del alfa en ese omega. Era obvio que Yakov había asumido que sólo Victor había recibido su marca porque Yuuri se veía sano y sin síntomas de extrañar a su alfa.

—Así que, ¿cuál es tu plan? ¿Vas a hacerlo abandonar su carrera? — acertó a contestar el entrenador alfa, Yuuri podía percibir su incomodidad.

Era obvio que Yakov creía que el enlace era algo reciente. Tampoco parecía no saber nada del embarazo, ni siquiera lo había notado en ese instante debido a las múltiples capas de ropa que usaba Yuuri.

Estaba tan molesto que no continuó la conversación y decidió no darle respuesta al entrenador. Era ese tipo de reacción la que tanto temía al revelar su estatus de omega, al vivir en el misterio de su segundo género, evitaba que lo juzgaran únicamente por ello, incluso la prensa y los demás competidores se veían obligados a mirar su patinaje para intentar adivinarlo. La opinión pública acerca de los omegas era peor si eran exitosos y se enlazaban, mientras que para los alfas era algo de aplaudirse.

Ahora sabía que debía enfrentar ese tipo de interrogatorios y las miradas reprobatorias cada vez que el tema de su enlace o su cachorro salieran a conversación. Honestamente tenía más miedo de ser juzgado como el omega que había arrebatado del hielo a Victor Nikiforov, sabía a lo que se enfrentaría y, muy dentro de sí, no sabía si tendría el valor de afrontarlo.