Capítulo 2.

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Aunque nunca nadie dijo nada en el pueblo acerca de Skrain y sus características, era como si un pacto invisible se hubiera firmado entre ellos, como si desde antes ya supieran que, tarde o temprano, el chico mostraría sus dotes demoníacas y sería llevado por los generales a la guillotina para ser ejecutado.

El pueblo, en vez de hablar y hablar sobre lo ocurrido, estaba extrañamente callado y tranquilo. Mientras los militares conducían a Skrain hasta el centro de la aldea ninguna mirada se posó sobre él, nadie mostró duda o desprecio, simplemente no estaba sucediendo nada.

Al llegar, lo alzaron en la guillotina, aun sin quitarle el collar pero, también, amarrando sus manos y pies a esta para que no pudiera escapar.

Skrain no tenía planeado hacerlo, sabía que si lo hacía pondría en peligro a su madre.

Tenía que dejar que las cosas sucedieran, aun cuando él mismo muriera.

Al menos ese era su plan hasta que vió a los guardias traer a su madre a rastras desde las afueras del pueblo.

Ella no lloraba, no había un rastro de dolor en su rostro. Era la profetiza, seguro sabía que eso sucedería.

— ¿Por qué? —preguntó Skrain, sollozando. Su madre fue puesta a su lado, pero aferrada a la horca, donde, al parecer también sería ejecutada.

— ¡No! —gritó Skrain, furioso—. ¡Ella no lo hizo! ¡Ella no me hizo esto!

—Los dos han sido arrestados por el uso de magia negra, agregando a tus cargos asesinato —dijo el general, las personas venían detrás de ellos, una renovada energía surgiendo de ellos.

Era obvio el motivo, sino se mostraban seguidores de las políticas del reino y sus militares seguro a ellos también les iría mal.

— ¡¿Qué es lo que merecen?! —preguntó el general, probando a los pueblerinos.

— ¡La muerte! —respondieron estos, con fuerza.

Skrain estaba perdiendo la cordura, debía de haber una forma de salvarse a sí mismo y a su madre, pero no lograba pensar bien, incluso su mente estaba un poco perdida.

«El collar que traes puesto inhibe todo de ti, no podrás escapar a menos que te lo sueltes —dijo el Dios en su mente, aconsejándolo—. Eres mi hijo, todo tú eres magia. No hay fuerza en tí más que la mortal, y con esa no podrás liberarte»

Skrain soltó un bufido de exasperación, no encontrando en su mente forma alguna de liberarse tanto a él como a su madre. El pueblo estaba callado de nuevo, cada vez más personas llegando a lo que sería su próxima ejecución. Irina era una de ellas. Sus ojos oscuros se encontraron con los de él demostrando máxima tristeza.
Skrain suspiró, derrotado, hasta que, por el rabillo del ojo derecho, pudo notar un raro andar en ella. Estaba yendo detrás de él, sin llamar la atención de los guardias, que estaban demasiado ocupados en la otra esquina tratando de decidir quién sería el que ejecutaría la condena.

Sin más, se posicionó detrás de él, estiró su mano y, de un movimiento, Skrain sintió como su collar se quebró gracias a algún tipo de magia.

—Tú no eres el único que tiene trucos —dijo, tan alto como para que pudiera oírlo.

Ya con sus energías considerablemente recompuestas, Skrain se soltó de los pies y manos de una vez y, por puro impulso, fue hasta su madre.

Esta estaba siendo custodiada por uno de los guardias que, al ver a Skrain, sacó su espada y la alzó contra él, pero el joven, rápidamente y sin pensarlo, se lanzó a aquel guardia y lo echó al suelo.

SKRAINWhere stories live. Discover now