La fuga

67 6 0
                                    

Por fin había llegado el momento, los elegidos estaban subiendo a los camiones.
Mientras, nosotros continuábamos aguardando el momento en que la vieja lata de conserva donde habíamos metido la pólvora explotase, ya habían pasado 2 minutos desde que habíamos prendido la mecha y todavía no había pasado nada, empezamos a ponernos nerviosos y a pensar que algún guarda la había encontrado y apagado a tiempo pero de repente una pequeña explosión se oyó en las viejas letrinas.
Aprovechando esos segundos de incertidumbre nos escabullimos tal y como teníamos previsto bajo el último camión, algunos guardas se acercaron a ver qué había sucedido pero la mayoría se giró y siguió con su tarea de vigilar el convoy.
Instantes después de que el último preso hubiese subido, pudimos escuchar los tres golpes en la puerta del camión que nos sacaría de allí,tras esto escupió una humareta de humo negro  y comenzó a moverse.
Ninguno de nosotros podíamos creerlo, lo habíamos logrado, solo quedaba esperar unos minutos más a que el camión se alejase lo suficiente para no ser vistos una vez nos soltásemos y ya seríamos libres.
Así lo hicimos, apenas media hora después justo cuando el convoy atravesó una zona de campos de maíz decidimos soltarnos de los bajos del camión y reptar a toda prisa hacia dichos campos. Una vez el convoy se perdió tras una pequeña colina salimos de nuestro escondite, estábamos tan eufóricos que comencemos a reírnos y a dar literalmente saltos de alegría.
Ya habiendo pasado la euforia inicial comenzamos a andar por el camino rumbo hacia la colina donde había desaparecido momentos antes el convoy, al llegar a la cima decidimos ocultarnos tras unos matorrales mientras oteábamos el terreno, no muy lejos pudimos ver un pueblo al otro lado de un arroyo, para nuestra suerte contaba con una estación de tren, así que decidimos nuevamente empezar a caminar a través de los campos.
No tardamos en darnos cuenta de que si aparecíamos vestidos así alguien de daría cuenta de que nos habíamos fugado, para nuestra sorpresa, en las orillas del río había un montón de ropa secándose al sol.
Tras sustraer unas cuantas prendas los cinco nos dirigimos hacia los alrededores de la estación y nos pusimos a esperar a que viniese el tren. Media hora más tarde por fin apareció,
cuando todo el mundo ya se había subido nos colamos en el vagón destinado a los animales, e de decir que no olía muy bien pero era lo mejor que teníamos. Las horas pasaban y mientras que Dani  y Fernando dormían, Juan, Samuel y yo nos pusimos a charlar aunque al final también caímos dormidos fruto del agotamiento.

Un gran frenazo nos desperto de golpe, pronto supimos que no estábamos en una estación, sino en un puesto fronterizo. Luego de comprobar que los soldados que rodeaban el tren eran franceses decidimos salir del vagón, al hacerlo todos nos apuntaron con cara de pocos amigos pero gracias a Samuel y a Fernando que hablaban francés logramos convencerlos de que éramos aliados capturados y posteriormente fugados.
Tras contarles nuestra historia punto por punto, efectivamente se dieron cuenta de que no éramos espías alemanes por lo que nos ofrecieron llevarnos en coche hasta París.

Ya allí nos dirigieron hasta un edificio militar, tras rellenar un montón de papeleo nos dieron la orden de permanecer allí sin salir del edificio hasta que se pusiesen en contacto con algún pez gordo de España.
Pasemos la noche en una sala de espera sin poder pegar ojo, estábamos nerviosos por poder regresar por fin a casa. Fernando y Samuel nos contaron que en España ya no les quedaba nadie por lo que regresarían al pequeño pueblo donde habían estado viviendo desde que la guerra empezó.

A la mañana siguiente un tipo uniformado entro de golpe en la sala, todos nos pusimos de pie, nos contó que todo el papeleo ya había sido solucionado y que ya podíamos volver a casa, tras esto nos dio un sobre con dinero para que pudiésemos compararnos algo de ropa y  nos dijo que regresaremos allí en 5 horas para comenzar el viaje de vuelta a casa. Una vez dicho esto nos acompañó hasta la puerta y luego se fue.

Ya fuera del edificio nos dirigimos a una tienda donde nos cambiamos totalmente de ropa, al salir y como todavía quedaba tiempo decidimos ir a visitar el cabaret que Dani y yo habíamos visitado al llegar por primera vez a París, y de paso comprar algún recuerdo para nuestras familias.

Las horas pasaron y  llegó el momento de despedirnos de Samuel y de Fernando, decidimos darnos las direcciones para escribirnos todas las semanas y no perder el contacto, después de esto los cinco nos dimos un gran abrazo grupal y nos volvimos a dividir en dos grupos, ellos dos se metieron en un coche y nosotros tres en otro rumbo al centro de reclutamiento de Zaragoza.

Habíamos logrado salir de esto milagrosamente vivos, ahora solo quedaba volver al calor del hogar junto a nuestras familias.

70 metros para 3 hombresWo Geschichten leben. Entdecke jetzt