Capítulo 1: Recogida

607 56 1
                                    

—¡Estás hermosa, hija! —mi madre, al verme con el vestido que llevaré en la boda hoy se ha quedado con la boca abierta—. Vas a dejar asombrada a esa chica que tanto te gusta.

Mi vestido ceñido celeste que llevo muestra las curvas de mi cuerpo y deja ver mis ojos azules cristalinos junto con mi cabello rubio que ahora tengo rizado en vez de liso, como hace unos años. Mi altura no ha aumentado mucho, pero lo suficiente como para estar a la altura de Marth.

Mi madre ya sabe que soy lesbiana, que me gustan las chicas mucho tiempo atrás. Al principio estaba asimilando la información, pero después lo aceptó y me dio todo su apoyo incondicional.

—Gracias, mamá. Espero que esté ahí, sino todo esto será en vano.

—No lo será, cariño. Tal vez, si no está ella, encuentres a otra que te llame muchísimo más la atención.

Ya me gustaría que así fuera. Gloria no ha salido de mi cabeza en todo el tiempo que no la he visto, desde que se fue de mi lado, deshaciendo la palabra vecina para acabar en una vieja amiga y un viejo recuerdo que se va desvaneciendo.

—En todo caso, Marth te verá y de seguro su felicidad es todo para ti.

—Es mi mejor amigo, me entiende totalmente.

Marth sabe todo lo que siento, mi vacío corazón, mi sentimiento de soledad que un día él tuvo.

—Por eso es que nada de lo que hagas será en vano. Que pena que no pueda ir a la boda.

—¿Por qué no has pedido unos días de vacaciones en el trabajo como hice yo?

—Porque hoy es uno de los días más importantes en la empresa. Van a firmar un contrato y hay que ponerse a trabajar de inmediato.

—Odio a tus jefes, pero bueno...

—Si en algún momento necesitas hablar conmigo, ya sabes que te contestaré todas las llamadas —unos segundos después se escucha el claxon de recogida—. Es la hora —me agarra de los hombros y me mira a los ojos—. Pásalo bien. Déjalo todo claro.

—Lo haré, mamá —sonrío y respiro hondo para darme media vuelta y pasar por la puerta.

Al momento, veo a Dana conduciendo el coche de Ricky, ese coche que no presta a nadie por miedo a que se lo rayen o que tengan algún choque inesperado.

Abro la puerta, entro de copiloto y entablo una conversación con la conductora.

—¿Conduciendo el bebé de Ricky? ¿Cómo es que ha entrado en razón?

—El novio le ha pedido con súplicas.

—Funciona. Para la próxima conduzco yo, que le tengo muchas ganas al volante.

—Pues es una buena sensación, te lo recomiendo.

—Vas muy guapa —su vestido blanco que le llega hasta los muslos es un poco ceñido, pero tiene una elegancia un tanto provocativa, Rodrigo debe de estar que no suelta palabra al verla.

—Ay, gracias. Tú también. ¿A dónde vas tan provocativa? ¿Acaso quieres llamar la atención de todas las chicas? —por desgracia ella no sabe.

—¿Y tú la de todos los chicos?

—Touché.

—Por cierto, ¿cómo está Rodrigo? Hace mucho que no sé nada de él.

—Está bien, ha estado trabajando lo suficiente y su tiempo libre lo ha gastado en mí.

—¿Ha valido la pena conocer al hombre del que estabas enamorada en el instituto?

—Ha valido la pena. ¿Y tú? ¿No estabas enamorada de Gloria?

—¿Qué? —me sonrojo de inmediato—. ¿Lo sabías?

—No soy tan tonta como para no enterarme. Sabía que planeabas algo para ella. ¿Qué ocurrió?

—Se fue, os lo contó.

—No me refiero a eso —la miro, sus ojos están fijos en la carretera, pero cuando nos paramos en un semáforo en rojo, me mira seriamente—. ¿Qué ocurrió? —repite la pregunta.

—La verdad de lo que sentía se ocultó.

—¿Por qué razón?

—Porque tenía miedo —se queda un rato en silencio, hasta que vuelve a acelerar.

—Entiendo —dice solamente.

El trayecto ha sido una hora de puro silencio, dejando que mis ojos se fijasen en los coches que íbamos adelantando y en el paisaje que mostraba la autopista.

Suspiro, mis ideales en esta boda van a ser la de una mujer adulta comportándose como una niña estúpida, escondiéndose por todos lados para no ver a mi chica de ensueño.

¿Por qué de repente tengo tanto miedo? ¿Por qué quiero esconderme de ella? ¿Acaso ese miedo que tenía al principio cuando me notificó su ida ha vuelto intensificado?

¿Tiene sentido alguno? Ya siquiera la quiero ver a los ojos, me siento bipolar.

Respiro hondo. Jennifer, tienes que enfrentarte a tus miedos. Y si no los enfrentas, al menos mírala a la cara, si es que llega a estar con nosotros.

Dios, ojalá no me ponga sonrojada al verla.

She Loves MeWhere stories live. Discover now