Capítulo Noveno - Mission

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- No, no, no, no... Qué... Qué haces? - Adrien se movió rápidamente hacia un lado sosteniendo su pantalón para que no cayera al suelo. Era la misma actitud promiscua que Chloe había tenido con él varias veces. - Qué rayos les sucede a algunas mujeres? Por Dios! -

Aurore chistó frustrada y se levantó para acercarse nuevamente a él. - Tranquilo, Félix. Acaso eso no te gusta? Quieres que haga otra cosa por ti? Qué es lo que prefieres? -

- Cómo que qué prefiero? No... No nos conocemos y tú... Hasta hace unos instantes estabas temblando de miedo contra la pared!! Estás loca? - Se amarró el cinturón y exclamó con nervios, peinando su cabello rubio hacia atrás.

La rubia frunció el ceño en un gesto de confusión. - De verdad no entiendes... - Suspiró, pensativa. - Félix... No puedes rechazar un regalo del Rey. Pones en juego mi vida, sabías? - Le dijo a la vez que comenzaba a quitarse los harapos que traía por ropa.

- Pero de qué regalo hablas? Por qué se está desnudando? - Se preguntó a sí mismo lo último.

- Yo soy tu regalo. Vamos, acéptame, o el Rey se enfadará conmigo por no cumplir con mi deber. Además, hasta ahora ninguno me ha rechazado. - Pasó sus manos por detrás del cuello del rubio, pegándose a su cuerpo mientras lo acorralaba nuevamente contra la fría pared de la habitación.

- Pero de qué mierda estás hablando! Oh... - Adrien se quedó perplejo al darse cuenta de toda la situación. Aurore era una prisionera destinada a la satisfacción de los Caballeros en el Castillo. En otras palabras, una prostituta. - Pero en qué cabeza cabe que una mujer puede ser un regalo? - Apoyaba sus manos en la pared para no tocarla y estiraba su cabeza hacia arriba para que no llegara a besarlo.

Se puso en puntitas de pie para alcanzar su mentón y depositar un beso allí. - Acaso, no te gusto? -

- Eres hermosa, pero... Pero... - Contestó tartamudeando, ya que no quería lastimarla para sacársela de encima.

- Pero? A mí me encantas, Félix, de verdad eres uno de los hombres más lindos que han pasado por aquí. Además, eres el único que me ha preguntado mi nombre, el único que hasta ahora no me ha tratado como un simple pedazo de carne que se va a comer, como si de verdad te interesara... - Se mordió el labio para luego bajar a besar su cuello y con una de sus manos volver a desamarrar su cinturón.

Adrien estaba muy nervioso. - Mira, Aurore... Yo no... No puedo... No... - Intentaba alejarla tomándola de los hombros, pero la jovencita había comenzado a recorrer su cuerpo con sus manos. - Ah! - Le dio una descarga eléctrica cuando sintió un apretón en su parte más noble. - Aurore, no! - La miró fijo con sus ojos verdes.

- Por qué no quieres? - La rubia estaba comenzando a enfadarse. - A ti tampoco te gustan las mujeres? -

- Qué!!?? Claro que me gustan las mujeres! - Respondió exaltado, casi ofendido.

La jovencita lo miró durante un instante, pensativa. - Ahh... Ahora entiendo... - Dijo con una gran sonrisa picarona. - Existe la posibilidad de que... Nunca hayas estado con una mujer? - Alzó una ceja y se relamió los labios.

- Bueno... Eh... - Se rascó la nuca nervioso, revoleando las esmeraldas que tenía por ojos.

Soltó una risa emocionada. - Eres un diamante en bruto! Por el Santísimo Señor! - Saltó y se colgó de él, abrazándolo por la cintura con sus piernas y sosteniéndose de su cuello con sus brazos, haciéndolo trastabillar y caer sentado al suelo. - Voy a enseñarte lo que es bueno, hermoso hombre de cabellos rubios como el sol... - Se soltó y gateó hacia atrás, para quedar a la altura de su entrepierna y bajarle de un tirón el pantalón.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora