Capítulo 20. | Presagio.

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10:00 AM.

Enzo Di Ángelo.

— Señor, ya están de camino. — Escuché a mis espaldas.

Asentí sin girarme, en cambio saqué la caja de tabaco del bolsillo de la chaqueta y de ella un cigarro, el cuál me llevé a los labios para seguidamente encenderlo.

— ¿Qué hay de la chica? — Interrogué en un tono calmado.

Unos segundos de silencio antes de obtener alguna respuesta.

— También está de camino, parece ser que no han podido deshacerse de ella. — Contestó con cierta precaución en su voz.

Suspiré cansado, girándome hacia él.

— Supongo que tendré que recordarles quiénes son, especialmente a Trece. Esperaba mucho más de él. — Dije con pesar soltando el humo. — Quizá le tenga que recordar cómo se hacen las cosas.

Caminé hasta el escritorio y me senté en la silla colocando los pies encima de la mesa. Volví a tomar otra calada. Abrí el segundo cajón del escritorio y de él saqué una foto rectangular, en ella salíamos Zara y yo de pequeños junto a nuestra madre, ella mantenía una sonrisa cálida.

Oslo me observó atentamente.

— Les puedo decir que se deshagan de ella en el viaje. — Habló de nuevo.

Negué con la cabeza mientras mi fría mirada analizaba cada detalle de la foto.

— Si quieres que algo salga bien, tienes que hacerlo tú mismo. — Murmuré acariciando la foto por encima, para después de un movimiento cerrar la mano y apretar con fuerza la imagen, causando que ésta se rompiese y arrugase por completo.


Zara Di Ángelo.

Metí la última maleta en el jeep, bueno, la única que tenía, no me dejaban llevar más cosas aunque quisiera. Estuve toda la mañana evitando a cualquier persona viviente, o al menos cualquier conversación que pudiese salir. Me había despertado sobresaltada por otra pesadilla, últimamente parecía que se había convertido en mi rutina y eso no hacía nada más que inquietarme.

¿Por qué justo ahora había decidido mi cabeza torturarme por las noches? Como si no fuese suficiente el resto del día. Había soñado otra vez con Trece, pero, esta vez aparecía otra persona en el sueño, un chico que no pude ver su rostro y me resultaba muy familiar por su silueta. Aquel chico le tendía un puñal a Trece y éste me miraba como si sintiera lástima por mi. ¿Trece sintiendo lástima? Definitivamente era un sueño.

Después de lo que pasó ayer no volvimos a intercambiar palabra, él no me había buscado y yo solamente me dedicaba a evitarle. No podía ni siquiera mirarle a los ojos, ¿Cómo había podido dejarme hacer eso? Era una estúpida.

Cerré con demasiada fuerza la puerta del maletero sin esperar encontrar a Cezar justo al lado contrario. Su presencia me hizo sobresaltarme, como si hubiese escuchado todos mis pensamientos. Me giré con demasiada rapidez y notó que pasaba algo. Seguramente escuchó todo lo que pasó ayer a través de la puerta y eso me hizo tener más ganas de enterrarme viva en algún agujero.

— ¿Una mala noche? — preguntó con suavidad, tanteando el terreno.

Supuse que si sabía tratar a su hermano, las demás personas eran pan comido. Asentí mirando hacia otro lado.

— Bueno, puedes dormir de camino al hangar, será como una hora.

Respiré profundamente.

— Ese es el problema, dormir, últimamente se me hace complicado.

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