Capítulo 10- Usui Tomakaki

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Podía ver a su compañera. No se podía decir que estaba intacta, pues parecía que acababa de perder una gran batalla.
Su piel padecía de cortes que vete tú a saber qué lo hizo, además de sus rodillas rasgadas. Sus ojos permanecían cerrados. Su collar brillaba por alguna extraña razón.
No sabía qué hacer.
¡Su mejor amigo lo necesitaba!

Al ver el mapa que Meiko les dio, vio que cerca había una aldea. Por supuesto no tardó en ir rumbo allí.
Bien podía haber creado un clon, pero se negó al ver su verdadero estado.

Su respiración no era regular ni agitada. Era débil. Como si estuviese a punto de morir.

—Sarada-chan, te pondrás bien— habló Mitsuki, mirando a lo lejos la entrada a aquel pequeño pueblo. Aún faltaban minutos. Largos minutos.

Había escuchado de él que había un hombre que tenía un don especial. Pero la academia no dejaba de hablar de cosas así.
Ni siquiera le prestó atención. Él solo buscó estar al lado de sus compañeros.

La mano de la Uchiha comenzó a temblar. Poco a poco abrió sus ojos para ver a su amigo ahí, clavando aquella mirada amarillenta que tanta confianza le daba. Su boca se movía de forma vaga. Lo único que quería pronunciar todo el rato era un débil <<suéltame>>. Tenía miedo.
Tanto miedo de que el sôzô se activara y hacerle daño. Si ni siquiera se pudo proteger a ella, ¿cómo diablos protegería a Mitsuki?
Intentó moverse para hacer que le soltara, pero le fue imposible.
Ella era totalmente sumisa a los brazos de su compañero, quién ya sabía dónde llevarla.

—Mit...

—Cállate— le ordenó.

No estaba cabreado ni mucho menos, pero no soportaba escuchar su voz. Aquella voz rota que tenía. Aquella voz que anunciaba una tragedia. ¡Ella se pondría bien! No hay forma de que muera. ¡Están al principio de la aventura! ¡Ni siquiera pasaron una noche fuera de Konoha!

Sarada calló. Quería preguntarle sobre Boruto. ¡Quería ir con él! Sin importarle su condición, sin importarle nada.
Pero no dejaba de preguntárselo: <<¿Soy segura para quienes me rodean?>> Temía ser un monstruo. Aquello no era habilidad, si no una maldición.

Para empezar, ¡aún no controlaba el sôzô! ¿Y si se mostraba en medio de una situación de éxtasis o nervios? ¿Y si daña a quién está cerca?
Negó.
No volvería a tocar a alguien hasta que no lo controle, pero, ¡no deja de ser tocada!

Los pasos eran lentos y cojos. La pierna del shinobi dolía aunque podía soportarlo. Era Mitsuki, hijo de Orochinaru y mejor amigo de Boruto.
Ella dependía de él en ese momento.

—Me gustaría que...-

—Cállate, por favor.

Sus ojos no podían concentrarse en ella. Sus oídos tampoco querían escucharla.
Sarada estaba mal. Débil. Moribunda.
No quería verla ni escucharle de aquel modo. ¡No quería pensar que había la posibilidad de que se muriese en sus brazos!

Quería golpearlo para demostrarle que estaba bien. Quería sonreír para que no temiera.
Quería decirle que no se moriría y que solo era un rasguño.

Pero lo único que pudo hacer es cerrar sus ojos. Quería y necesitaba descansar.

***

Cayó al suelo y comenzó a rodar colina abajo, alejándose de todos.
Mientras, en sus dedos aún existía el tacto de la Uchiha. Luchó para estar con él, ¿el resultado? No lo consiguió.
¡Pero luchó! Luchó porque le quería.

<<Mitsuki está con ella. No está sola>> pensó, sin saber que en ese momento una explosión se formó para dejar a sus compañeros malheridos. <<Sí, todo debe estar...>> sus pensamientos se interrumpieron.
Sintió aquella corazonada que decía que algo iba mal.

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