Nueve

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—Traeré un par de colchonetas —Sasuke entró en el reducido espacio del remolque—. Encárgate tú del café.

Naru puso los ojos en blanco.

—No vamos a montar un picnic, Sasuke. Y tú no vas a quedarte aquí.

El equipo de la policía científica había dejado residuos de polvo por todas partes y Naru quería limpiarlo todo y tener un momento para sí mismo, sin la amenaza de aquella mirada tan sensual.

—Oh, pues da la casualidad de que me quedo —apoyó las manos en las caderas—. Aceptaré encantado tu compañía, pero por ningún motivo te dejaré aquí solo.

—Mira, esta no será ni la primera ni la última vez que me quede a dormir en mi oficina. No necesito una niñera. Estoy seguro de que quienquiera que haya sido el responsable, solo pretendía hacer una gamberrada. Todavía no sabemos si fue Shiba, y si resultara que ha sido él, probablemente a estas alturas se habrá quedado tranquilo después de haber desahogado sus frustraciones.

—No voy a poner en riesgo tu seguridad. Además, así tendremos tiempo para ponernos a trabajar con la lista de tareas de mi hermana.

Naru quiso seguir discutiendo, pero él parecía genuinamente preocupado. No estaba bromeando. Quizá no debería haberse apresurado tanto en quitar importancia al incidente.

—Si te quedas...

—Me quedo —lo interrumpió.

—Bueno. Si te quedas, mantendrás las manos y cualesquiera otras partes de tu cuerpo bien quietas. ¿Está claro, donjuán?

—Sí, señora —sonrió.

Se sorprendió a sí mismo haciendo verdaderos esfuerzos para no sonreír a su vez. Maldijo para sus adentros. Aquel hombre tenía una sonrisa contagiosa.

Su móvil sonó en ese preciso instante.

— ¿Sí?

—Oh, gracias a Dios. Te he llamado dos veces esta tarde, Naruto... —el tono preocupado, frenético de su madre le aceleró inmediatamente el pulso—. Siento molestarte, cariño. ¿Estás muy ocupado?

—No para ti. ¿Qué ha pasado? —se volvió para evitar la interrogante mirada de Sasuke.

—No sé cómo decírtelo... —se le quebró la voz—. Tu padre y yo estamos tramitando el divorcio.

Con el corazón en la garganta, se apoyó en el escritorio. Por el rabillo del ojo, vio que Sasuke se le acercaba.

— ¿Qué?

—Lamento muchísimo tener que decírtelo por teléfono —para entonces, Kushina ya estaba llorando—. Solo quería contártelo antes de que te enteraras de otra manera. Por fin me he decidido a dejarlo.

Naru no sabía si felicitarla o presentarle sus condolencias.

—Mamá, ¿dónde estás ahora?

—En la última propiedad nuestra que no ha perdido tu padre en el juego. La casa de Georgia.

— ¿Necesitas que vaya para allá? —le preguntó con el corazón desgarrado.

—Oh, no, querido. Sé lo importante que es ese proyecto para ti. Estaré bien, de verdad.

¿Seguro? Después de treinta años de matrimonio y de las numerosas aventuras de su marido, para acabar sola al final... ¿cómo podía sonar tan positiva, tan tranquila pese a su dolor? Se sintió orgulloso de su madre. La fuerza que exudaba era algo digno de admirar.

—Llámame cuando quieras, mamá. Te lo digo en serio. Tan pronto como haya acabado con este proyecto, me tomaré unos días libres y nos iremos a algún sitio a relajarnos.

Sasuke, sexy, rico y solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora