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Yo estaba ahí, esa primera vez que tus lágrimas mojaron tus mejillas.

Cuando persiguiendo un sueño caíste, lacerando tus rodillas.

Cuando azotaron tu alma con la crueldad de las palabras y con el hierro del desprecio marcaron tu primera herida.

Tuve la dicha de verte crecer, de admirar la fuerza que mostraste ante el dolor que enfrentando al mundo: nada te pudo vencer, ni aún la falta de cariño, ni aún la falta de amor o el que nadie entendiese el lenguaje de tu corazón.

Quiero que sepas que siempre estuve ahí levantando tus brazos, buscando hacerte feliz. Guardando siempre tus pasos, alumbrando tu camino, enviándote a mil pajarillos para que te hiciesen reír.

Este día, estoy muy orgulloso de ti.

Mírate, como has crecido, el mundo no te doblegó. El sufrimiento te ha fortalecido.

Y si aún la lucha es dura y, con furia, enardecidos se levantasen contra ti los implacables enemigos, ya no eres el/la niño/a que llora: eres un/a vencedor/a valiente, tu fe es pura y valiosa, ya no tendrás temor, tu corazón he sanado.

Porque pase lo que pase, sea cual sea la lucha, aún estoy aquí y en mi mano te llevo.

Fuiste, eres y serás por toda la eternidad, mi hijo/a amado/a.

-Dios

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