Regalitos.

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-Ven aquí cachorrita - Señaló Héctor sus pies sentándose en el sofá.

Me agaché al suelo sin dejar de mirarle a los ojos y despacito, a cuatro patas, fui desplazándome hacia él contoneando las caderas exageradamente, subiendo y bajándolas. Con la cabeza gacha pero la mirada firme.

Una vez estuve delante suya, separó sus piernas y tiró de mi collar hacia él haciéndome ocupar ese hueco vacío entre sus muslos.

-Tengo una cosita para ti - dijo sosteniendo un paquete. -¿Quieres que te lo abra?

Sonreí y apoyé mi cabeza en su pierna.

-Sí porfi - y acarició mis mejillas.

Cogió un abrecartas de la mesita y rajó la cinta aislante que cerraba la caja. De ella sacó una bolsa blanca de plástico que rasgó con los dientes y desenvolvió un dildo de silicona de un tamaño considerable. Era prácticamente igual que su miembro, aunque ninguna se adecuaba a su textura aterciopelada....

- ¿Te gusta? - preguntó rozando el juguete con mis labios.

Asentí y abrí la boca para probarla.

- Espera impaciente - La apartó de golpe. - Antes hay que lavarla... - Se levantó del sofá y se dirigió a la puerta de la cocina - Mientras... ve deshaciéndote de tu ropa interior.

Me puse de pie en cuanto desapareció tras la puerta de cristal y chasqueé la lengua al recordar que no podía porque bajo la falda un cinturón de castidad me lo impedía. Resoplé y escuché una risa al otro lado de la habitación. Apenas dos segundos más tarde apareció Héctor en la sala sacudiendo un llavero con una amplia sonrisa.

- ¿Buscabas esto? - Soltó una carcajada.

Me agarró de la garganta y me hizo retroceder hasta caer en el sofá. Sin dejar de sujetarme el cuello con su mano izquierda, cogió el dildo y lo acercó a mi.

- Abre la boca, gatita - Ordenó presionando la punta del juguete contra mis labios. Los separé poco a poco a sabiendas de que, si la abría entera, lo metería hasta el fondo de mi garganta provocándome arcadas.

Cuando hubo suficiente hueco la metió lentamente hasta la mitad, notando cómo aquel plástico tibio se hundía en mí y, mirándome a los ojos, empezó a sacarla y a meterla de nuevo observando cómo mis labios color carmín lo envolvían y lubricaba con mi saliva.

- Me está dando envidia - dijo sacando la llave de su pantalón y al mismo tiempo clavando la ventosa  del dildo en el suelo. Abrió el candado del cinturón y se deshizo de aquel estorbo metálico y de mi ropa interior. Rodeó mi cuello con ambas manos y me hizo agacharme hasta apoyar mis rodillas en el suelo lentamente mientras su cuerpo seguía inmóvil  en el sofá. De su bolsillo sacó una cadena que ató a mi collar y tiró fuertemente hasta tener mi cabeza en su entrepierna. Colocó mi boca contra la bragueta de su pantalón, recogió mi pelo en una coleta y levantó mi cabeza tirando despacio de ella.

- Abre la boca - Rozó mis mejillas con sus largos dedos.
Obedecí y separé mis labios rojos como al sangre. Héctor comenzó entonces (sin prisas) a desabrochar su pantalón, a recrearse viendo cómo la saliva se acumulaba en mis labios y se desbordaba hasta caer un hilo húmedo en su pantalón. Él mientras,  seguía bajando la cremallera de su tejano, jugando con la mirada, enseñándome el latiguillo del bóxer dejándome ver cada vez un poquito más, pero muy poquito haciendo así que me impacientara.

Notaba ya cómo involuntariamente mi sexo se contraía, cómo mi boca no era la única que derramaba esas gotas cargadas de ansia por gritar "Hazlo ya, fóllame contra todos los muebles de la sala"

Tras varios minutos de tortura apartó sus bóxers y dejó libre su erecto miembro del que manaba una pequeña gota. Sin pensarlo me lancé a recogerla con la lengua pero Héctor tiro de mi pelo hacia un lado impidiéndomelo.

- No te he dicho que puedas - Advirtió con una sonrisa. Aflojó la cadena y volví a colocarme erguida en frente suya, de rodillas y con la boca entreabierta. 

Acercó sus dedos para recoger la saliva que caía de mis labios, los lamió, los acarició con los suyos y bajó la mano a mi sexo donde la excitación era bastante evidente. Lo rozó e introdujo su dedo corazón bruscamente arrancándome un gemido agudo.

- ¡AH! - Exclamé notando su dedo clavándose en mí, moviéndose hábilmente y uniendo los puntos claves que más placer me provocaban, pero sin detenerse demasiado en ellos. Sólo daba pequeños toques que me hacían perder la compostura y necesitarlo del modo más primario y salvaje dentro de mí.

Sacó su mano ahora mojada, se la llevó a la boca y me saboreó sin apartar la mirada de mi ya entrecortada respiración. Tragué saliva al ver como extendía mis fluidos a lo largo de su miembro y no pude evitar relamerme.

-No te he dicho que puedas cerrar esa boquita, -dijo apretándome los carrillos - pero ya que insistes, te la cerraré yo.

Sin más miramientos, me agarró del pelo e introdujo su miembro hasta el fondo de mi garganta provocándome una arcada, la primera. La sacó levemente dejándome respirar y se estiró hacia delante colocando sus manos en mis nalgas.

- ¡AUCH! - me quejé al recibir un azote, que vino seguido de otro más fuerte. -¡Ay!

- Levanta el culo - me ordenó. Ahora sí, agarró con fuerza mis nalgas y las separó. Empujó con la cadera volviéndome a provocar una arcada y esta vez no tuve más remedio que retirarme topándome con el dildo.  Lo tenía a escasos milímetros de mi sexo.

- Sigue - dijo estirando más y abriéndome para así hacer que el miembro de silicona me penetrase. Obedecí y me dejé caer poco a poco notando cómo se hundía en mí y me abría en dos provocándome un placer intenso que agradecía con mi boca a Héctor. 

Una vez tuve el falso falo bien adentro soltó mis nalgas y se echó hacia atrás en el sofá guiándome con sus manos.

- Auummm... - Gemí cuando llegó al fondo. 

Mi boca seguía a merced de los deseos de Héctor que jugaba con mi pelo mientras yo lamía de arriba a abajo su miembro y lo succionaba una vez estaba dentro, deteniéndome en su glande, ahora rojizo por el color carmín de mis labios que se extendía hasta su pubis. Me sentía como si estuviera formando parte de un trío, siendo penetrada doblemente. Sentía cómo venía. Apenas unos minutos y estaría en éxtasis, estaba llegando el orgasmo y mis contracciones iban a la par que las de Héctor, quien cada vez agarraba más fuerte mi pelo y aceleraba el ritmo. Sus gemidos se ocultaban entre gruñidos que le volvían cada vez más salvaje. Empujaba mis hombros más fuerte para que el consolador llegase más hondo y mi lengua se recreaba en su punto débil mientras lo masturbaba con mi mano.

- ¡Joder! - exclamó con voz grave. Estaba a punto de correrse, de inundar mi boca. Estaba exhausta y ya no podía reprimir más el orgasmo. Héctor me agarró del pelo y empujó con fuerza mi cabeza contra su pubis corriéndose desesperadamente en mi garganta. A los pocos segundos me separó de él y volvió a empujarme contra el dildo haciendo que me estremeciera y gritara.

Tiró de mis muñecas y me levantó poniéndome encima suya, introduciendo su miembro aún duro y erecto bruscamente. Me penetraba con energía y con fuerza. Sentía cada embestida más profunda que la anterior. Estaba llegando al orgasmo. Cada vez iba más deprisa, aumentando el ritmo y la intensidad. Héctor llevó su mano a mi clítoris y lo acarició al ritmo que me follaba haciéndome estallar en un orgasmo brutal que de seguro habrían sido testigos los vecinos de todo el bloque. Me dejé caer sobre sus brazos aún gimiendo y agitada, con la respiración alterada y la piel húmeda.

Seguía teniendo espasmos que me hacían gemir a su oído mientras él mordía mi cuello.

- ¿Te ha gustado tu regalito, pequeña? - dijo pellizcando mis pezones. 

- Me.. me ha gustado mucho. - confesé intentando calmar mi respiración.

Él agarró mi coleta y echó mi cabeza a un lado. Besó mi cuello, lo mordió y puso su otra mano en mi nalga derecha: 

- Me alegra oírlo pero...- Hizo una pausa y me azotó con fuerza - que yo sepa no me has pedido permiso para correrte.

Le miré a los ojos y me mordí el labio inferior.

- Ups... - Sonreí. - Me he dejado llevar –Y le besé de nuevo tratando de disculparme.

- Por esta vez vas a librarte. Pero no te acostumbres, gatita.

Relatos Eroticos.Where stories live. Discover now