Feria.

19.7K 101 9
                                    

La noche se estaba haciendo más larga de lo que ya era habitualmente. El cuerpo me pedía a gritos levantarme de aquel asiento y darme una buena carrera sin rumbo fijo.

Sin duda los días de feria eran los peores: gente cruzando alocada, borrachos incontrolados, adolescentes febriles y desatados que se lanzaban a la carretera sin miramiento ninguno con algo más de unas copas encima. Situaciones que sin duda hacían que me replantease si yo con aquella no tan alejada edad me comportaba así.

Las luces del interior del coche se encendieron. Una joven morena subió al taxi entre risas con la que, seguramente, fuese su compañera de juergas.

–Buenas noches, al recinto ferial por favor. – saludaron cordialmente.

El taxímetro se puso en marcha y con él, nosotros. Ambas eran unas chicas atractivas, aunque yo no podía apartar la vista de aquella morena con traje de flamenca despampanante y la mar de risueña. Reía a cada instante; una risa peculiar, contagiosa, atrevida... Aquella voz dulce, provocadora e irresistible se había colado en mi cabeza y me perturbaba los sentidos, los mismos que debía tener a raya para prestar atención en la carretera. Atención que sin duda se veía atraída hacía ella cual atisbo de humo huyendo hacia una rendija.

–Antes me deja a mí en el hotel Carmen de Martí si no le importa, yo ya he tenido bastante fiesta por hoy– dijo la otra muchacha arrastrándome de mis pensamientos.

Asentí y tragué saliva intentando concentrarme en cumplir mi turno como cualquier otro día, pero cada vez que escuchaba esa voz, el corazón se me disparaba y con él la vista que inconscientemente se dirigía al retrovisor para observarla cada dos segundos y vislumbrar entre las luces de la calle unos rasgos que terminaban por hacer que perdiera la poca cordura que tenía.

–Nos vemos mañana Lola– dijo la rubia abriendo la puerta trasera. –Ten cuidado esta noche.

Se despidieron e, inesperadamente, la joven flamenca ocupó el asiento del copiloto. Volví a ponerme en marcha, no sin antes volverla a mirar una vez más de reojo.

–Súbale el volumen, por favor– pidió educadamente.

En la radio se escuchaba Niña Voladora de Juanito Makandé y entonces la escuché tarareando la melodía tímidamente mientras bajaba el pesado mantón que cubría sus hombros. Ahora podía observar más de cerca cómo relucían sus cristalinos ojos verdes bajo la luz del anochecer. Cómo le brillaba la piel, esa piel fina y suave tostada por el sol. Podía apreciar sus mejillas enrojecidas, sus labios de fresa que esbozaban una sonrisa cálida al tiempo que acariciaba un mechón rebelde que, salvaje, escapaba del recogido tan cuidadosamente peinado.

El trayecto llegaba a su fin y no quería más que retrasarlo cuanto pudiese y embriagarme de su dulce y cautivador perfume.

–Pare por favor ahí– dijo la joven señalando una callejuela que daba a las espaldas del recinto ferial.

Nada más aparcar salí del vehículo para abrirle la puerta. Los volantes de su vestido colgaron del coche y tras ellos salió Lola, levantando su dulce mirada hacia mí. Sin apartar la vista se puso de pie y se acercó levemente hacia mi oído:

–Sepa que he sido consciente de cómo sus ojos se clavaban en mí –hizo una pausa y se acercó un poco más – y cómo deseaba que sus ojos no fueran lo único que me clavara...

Aquellas palabras mezcladas con su dulce fragancia hicieron que sucumbiera a la tentación y la besé. Besé sus carnosos labios rojo sangre que lucían como pétalos perfumados y saboreé su piel de caramelo. Llené mis pulmones con su enloquecedor aroma y me desboqué al deseo con sus alentadores e incitantes susurros que me hacían quedar expuesto y débil, preso de mi lujuria. 

Sacié mi hambre con sus besos y cuando no pude más, la agarré de la cintura y la apoyé contra el coche. En ella se reflejaban las luces de las atracciones y hacía de ese momento una fantasía propia de mis sueños más húmedos. Al momento Lola desabrochó mis pantalones y dejó al descubierto mi miembro que ansiaba sentir el húmedo calor de su cuerpo. Como si me leyese la mente, se arrodilló sobre su vestido y empezó a acariciar mi pene jugueteando con él mientras se dibujaba en ella una sonrisa divertida y juguetona. Apenas unos minutos más tarde, tras haber conseguido que mi verga terminara de endurecerse, la rodeó con su boca y comenzó a lamerla lentamente, sin dejar de observar cómo me volvía adicto al tacto de sus aterciopelados labios. Busqué apoyarme en el vehículo para no caerme y bajé la vista hacia aquellos brillantes ojos verdes que miraban con deseo e impaciencia. Me guiñó un ojo y entonces la cosa se puso aún más seria, sus labios hacían fuerza y recorrian mi pene al son de su lengua que se divertía humedeciendo cada centímetro de mi piel. La agarré con firmeza de la melena y le follé la boca como nunca antes. Tragaba bien y sus gemidos mezclados con los sonidos de su garganta eran música para mis oídos. Sentí que si seguía así no iba a aguantar mucho y salí de ella bruscamente.

–Fóllame– dijo poniéndose de pie a la vez que se subía el vestido.

No necesite más palabras, apoyé su espalda sobre el capó del coche y sujetando bien sus caderas, la penetré. Sentí su gemido agudo vibrando en mi garganta y cómo sus piernas se estrechaban en mi espalda evitando que me separase ni un milímetro de ella. Apenas éramos conscientes del alboroto que había alrededor, sólo estábamos ella, yo y aquel calor ardiente del deseo que nos envolvía, aquel deseo del que emanaban sus gemidos pidiendo más casi como una súplica que esbozaba con su lengua en mi oído al ritmo que mis embestidas lentas y profundas golpeaban su pelvis. Notaba cómo su vagina se estrechaba y se contraía abrazando mi pene con más fuerza, sintiendo cómo esa ola de placer aumentaba y me avisaba que la mujer cuya acelerada respiración resonaba en mi cabeza, se iba a correr. Me pegué entonces más a ella y aumenté el ritmo sujetándola bien de las caderas y la nuca  cuando por fin la oí gemir. Su espalda se arquó por completo y su cuerpo temblaba sin control mientras yo seguía agarrándola y embistiendo sin cesar. Aquel espectáculo junto con sus gemidos, hicieron que yo también me corriera en un apogeo de pasión y ferocidad que me hizo recostarme sobre su cuerpo, sintiendo aún cómo su sexo y toda ella vibraban en una infinidad de sensaciones que la hicieron desvanecerse por unos segundos, convirtiendo esos preciosos ojos esmeralda en perlas blancas de lujuria.

Yayımlanan bölümlerin sonuna geldiniz.

⏰ Son güncelleme: Oct 03, 2019 ⏰

Yeni bölümlerden haberdar olmak için bu hikayeyi Kütüphanenize ekleyin!

Relatos Eroticos.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin