Los impulsos y la mala suerte.
Parte IIA través de los años había experimentado todo tipo de cosas. A los siete años fui mordida en el trasero por un ganso salvaje. A los nueve les pegué varicela a mis compañeros de clases, terminé sin amigos al final del semestre. A los once el querido Andrés me dio su primera visita justo cuando decidí llevar un pantalón blanco a una "especie" de cita con el que había sido mi crush desde los cuatro años. A los trece mi mejor amiga me pegó los piojos y mi mamá decidió rasurarme toda la cabeza. Cuando pasé la adolescencia y creí que mi vida había dado un giro grande con la suerte, mi novio en aquel entonces me fue infiel con mi mejor amigo. Sí, con mi mejor amigo.
Decidí largarme de mi casa cuando mi mamá trajo a vivir a su novio al mismo techo que yo. Conseguí trabajo a los veintiuno en una cafetería como mesera y en esos tres años en ella no me habían subido el sueldo. Está de más decir que la suerte jamás había tocado a mi puerta. Sin embargo, con el tiempo me había acostumbrado a la nueva "vida". Con el trabajo podía pagar el apartamento y darme mis gustos de vez en cuando. Tenía toda la casa para mí y no había nada que me molestara.
Cerré los ojos lentamente, concentrándome en sus palabras. ¿Terapeuta personal? ¿Acaso tenía cara de ser una?
—¿Podemos hablar aquí adentro? —Abrí los ojos encontrándome con un mar sereno—. No confío en los vecinos.
Solté un suspiro y asintiendo, me adentré a su habitación. Esta vez estaba iluminada permitiéndome ver lo grande que era. Abrí mis ojos con asombro, ni siquiera mi apartamento era la mitad de lo grande que era el suyo. En el fondo había una puerta azul, supongo que allí se encontraba su cuarto, a los lados había una mesa gigante de comedor, que solo estaba acompañada de una silla marrón. Justo al frente había un sofá negro y una televisión tamaño plasma. Las paredes eran grises y blancas, dandole un toque limpio y sencillo al lugar.
Caminé hacia el sofá, escuchando como sus ruedas se movían, provocando un chillido agudo. Sabía que no era buena idea seguirle la conversación, pero había que admitir que la curiosidad me estaba matando. ¿Por qué me pedía eso?
El sonido de la puerta cerrándose me alertó, provocando que girara hacia atrás. Mis piernas se resbalaron y caí encima de aquella silla oxidada. Mis manos se aguantaron de los barandajes, mientras mis ojos no paraban de parpadear al tener su rostro casi a un centímetro del mío. Su respiración chocó con la mía, tragué hondo, sintiendo como sus manos me alejaban de su anatomía.
—Ten más cuidado, ¿es qué eres torpe de nacimiento?
Aquello acabo con mi paciencia. ¿Cómo se atrevía a decirme eso?
—Si me llamaste para ofenderme, mejor me retiro? tengo mejores cosas que hacer.
—No irás a ningún lado sin antes escucharme.
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Ruedas De Amor ©
Short StoryEllos son totalmente opuestos, pero una mentira los unirá para siempre. *** Jared Patterson, solo desea un poco de tranquilidad y se muda a Tucson en busca de nuevos aires. El accidente que lo dejó en silla de ruedas alteró su mundo para siempre. T...
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