Capítulo 24

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Fingir una sonrisa aquel mismo día no había sido tan complicado. Posiblemente porque no había logrado asimilar la información aún, o simplemente porque deseaba que en cualquier momento volviese a estacionar su porsche negro junto a la vereda y me pidiera disculpas.
No, no me había dado cuenta de lo estupido que sonaba hasta el día de hoy.
Era domingo, y además de mi extrema sensibilidad sentía un incesante cansancio.
Carol no se aburría de preguntarme qué era lo que me tenía "tan apagada"; pero me negaba a contarlo. Desde el momento que lo hiciese se haría más real, y no quería, o más bien podía, permitirme sentir peor de lo que ya lo hacía.
Por supuesto que lo último que debía hacer era sobrepensar e intentar darle sentido a las cosas, pero me resultaba inevitable.

Miro el reloj de encima de mi mesa de luz; marcaba las 4:30 de la tarde.
Resoplo mientras dejo la mirada perdida en el techo blando de mi habitación. Le había prometido a Sam acompañarle hoy a la plaza para ver a Marga. Estaba tan emocionado y contento que lograba de cierta forma reconfortarme.
Me calzo con lo primero que encuentro tirado en el piso y busco en el ropero una campera medianamente abrigada.

- Creí que te habías olvidado.- dice Sam con alivio. Aguardaba junto a la puerta principal con una mochila roja colgada a la espalda.
- Claro que no, Sam. Ve, saluda a tu madre y avísale que nos vamos; iré a buscarte un abrigo.
El niño corre hacia la cocina de inmediato y poco tiempo después regresa.

- Y dime, ¿cómo es ella?- le pregunto.
Sam caminaba a mi lado mirando para todos lados mientras me agarraba suavemente de la mano.
La plaza quedaba a apenas unas cuadras, así que optamos por tomar algo de aire en el camino.
Era una tarde preciosa. El verano se estaba yendo y junto con él el calor insoportable, pero los días aún eran largos e incluso a la tarde el sol brillaba con fuerza.

- ¿Marga? Bueno... pues es bajita, tiene pelo largo, y es muy divertida.
- ¿Y ella te gusta?- pregunto con curiosidad.
- Sí.

Y no hicieron falta más palabras que esas para preguntarme por qué las cosas no podían ser igual de simples que cuando niños. Que abrazábamos, besábamos y decíamos sin limitaciones. Que no inventábamos excusas para el beneficio personal bajo el típico pretexto de no querer herir al otro.
Cuando sobrepensar no era un problema y la opinión de la sociedad nos pasaba por al lado sin siquiera notarlo. Cuando aún no creíamos el cuento de que expresar lo que sentimos está mal, y la inocencia nos volvía realmente auténticos.

Apenas pisar la plaza Sam corre con prisa hacia un juego con hamacas y toboganes.
Me siento en un cercano banco de madera y saco mi libro favorito: Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Sin embargo, por alguna razón, lo dejo sobre mi falda y me limito a mirar alrededor.

Bajo mis ojos todo se había vuelto muy simple. En la vida existían dos tipos de relaciones. Están aquellas que nos estimulan a dar lo mejor de nosotros; y están las que nos destrozan. Las que nos transmiten seguridad; y las que nos la quitan. Las que potencian nuestros valores al máximo; y las que los ponen en la cuerda floja.

Irónicamente, por alguna extraña razón, siempre elegimos mal. ¿Por qué es que nos entregamos a ese tipo de amor que nos hace pedazos? ¿Es que acaso era el amor con dolor el verdadero amor? Aquel que nos desequilibra, que nos desespera; que nos lastima casi tanto con que sin él.
¿Será porque la sociedad y sus estereotipos nos empujan a ese caos e indirectamente nos estimulan a poner nuestro mundo del revés?
Cierto era que, por mucho que me preguntase, no lograba entender porque todas esas caracterizaciones volvían, de a ratos, a una relación más fascinante.

- ¿Aurora?- un chico pregunta a pasos de distancia.
- Jaden.- le saludo simpática, recordándolo al instante.- ¿Qué haces aquí?
- He traído a mi hermana pequeña, no hay forma de convencerla de no venir y quedarse en casa.- sonríe.
- Creo que en cualquier momento me empezará a pasar lo mismo.
- Ya...- suspira.- Tal vez es demasiado repentino pero ¿qué te parece ir a tomar un café luego?
Su tímida sonrisa dejaba ver unos hoyuelos más pequeños que los de aquella noche en la fiesta. Sin saber que decir guardo silencio, y aparto mi vista de sus ojos verdes para no sentir incomodidad.
- En verdad lo lamento. He quedado con unas amigas ahora; debemos planear una fiesta de cumpleaños.- contesto.
En verdad aún faltaban horas para ir donde Alexa, pero había tenido suficiente de chicos por el momento.
- Mientes.- dice con simpleza.
- ¿Qué?
- Que estás mintiendo.
- ¡Jaden, Jaden!- una niña bellísima se aproxima a él antes de que pudiese responder. Sus ojos eran iguales a los de Jaden, y su cabello apenas más oscuro.- ¿Podemos quedarnos un rato más? Por favor, por favor.
- Sabes que no, Marga. Mamá ha dicho que hoy debes volver temprano.
- Ya lo sé, pero...
- Ve, cinco minutos más.- la niña sale corriendo con una gran sonrisa hacia los juegos y le veo conversar con Sam.
- Con que Marga, ¿uhm?
- Sí, es un ángel.- dice con sinceridad y dulzura. - Fue un gusto verte, Aurora. Espero encontrarte aquí pronto, y tal vez la próxima vez que pregunte tu respuesta sea diferente.
- Tal vez.- sonrío.

(...)

- Bueno, pues el lugar ya está resuelto. Será en mi casa.- afirma Alexa y tacha en su libreta uno de los puntos de la lista.
- Debemos hacer que los de segundo y tercer año quieran ir.- dice Sophie.
- ¿Ya, y como pretendes hacer eso? No querrán venir a una fiesta de primero así como así.
- Fácil.- vuelve a hablar Alexa.- Aurora puede hablar con Charles, ¿verdad? Ustedes son amigos.
- Bueno, no sé si le llamaría amigo...- respondo incómoda; después de todo las conversaciones que había intercambiado con Charles se contaban con los dedos de una mano.
- Es importante, Aurora. ¡Por favor! Si Charles acepta ir, Ares y Hoyt irán. Y bueno, si ellos van, ¿quién no iría?- ríe. Pues claro, quién no iría a una fiesta a la que se presentaría el mismísimo Ares Nielsen.
- Está bien, lo intentaré.

Sophie estaba igual de emocionada que Alexa con la preparación de la gran fiesta. Por otro lado, Cris no dejaba de hablar sobre cómo el chico moreno del viernes le había dado su número y no dejaban de conversar desde entonces. Yo, en cambio, no sentía alegría alguna. Cada segundo que pasaba mi cuerpo parecía hundirse un poco más en el puff violeta en el que me sentaba.
Claro estaba que iba a tener que asistir a la fiesta de mi amiga, no me iban a servir las excusas esta vez. Estuviese Ares o no, debía lucir mi mejor sonrisa.

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Nota de la autora:

¡Hola!
Bueno, hoy no hay mucha cosa para decir. Únicamente quería avisarles que es probable que actualice y corrija capítulos anteriores, lo cual podría tardar un par de días.
De todos modos no se preocupen. Prometo estar actualizando pronto, (como verán me puse mucho las pilas 🙋🏽‍♀️).
Espero disfruten este capítulo, los quiero
f

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