Un día estaba sentada en mi cama, aburrida como siempre.
De pronto se me ocurre una genial, no, fantástica idea.
¿Cuál? Pues, algo simple.
Escribirle cartas a mi amor platónico.
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Ayer pude ver cómo leías mi carta, la verdad no pensaba entregarte pero lo hice. Ya que no tenemos casilleros, la dejé en el cajón de tu mesa, sinceramente fue lo más inteligente que se me ocurrió hasta ahora.
Pero bueno, basta de hablar de mi increíble capacidad de pensar y hablemos sobre cómo te queda el uniforme. Hermosamente perfecto, son las palabras para describir lo bien que lo luces.
Atte: Una chica más.»
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