Preguntas que se acumulan

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Cuando despierta, aún es de noche.

La luz de la luna se cuela por la ventana, iluminando la habitación, los libros acumulados contra las paredes, la mesa, la cama. Y a Clarke tumbada sobre ella, con las sábanas de mapaches dibujados hechas un revoltijo a sus pies.

Se despierta de golpe, sin previo aviso.

Algo va mal.

Observa hacia la ventana frente a ella (tapada con unas viejas cortinas manchadas) con el pulso acelerado y el cuerpo tenso, sin saber muy bien al principio donde está. Hasta que su mente dormida lo recuerda.

La fábrica.

El agujero.

Lexa.

Espera, ¿Lexa?

¿Dónde...?

No tiene que buscar lejos, la morena de ojos verdes duerme a su lado en la cama, girada, cara hacia la pared.

Parece que ella no se ha despertado.

Suspira, agradecida de no estar sola en ese sitio nuevo y extraño. Ese edificio al que los chupópteros no se acercan.

Vuelve a sentir lo que la ha despertado, y su piel se eriza por su culpa.

Se vuelve de nuevo hacia la ventana.

No sabría cómo describirlo.

Es como un gruñido, muy grave, casi inaudible por no decir que imposible de escuchar. Es una sensación en el pecho, una especie de presión en los pulmones una mano que tiembla y que le agarrota el corazón. Es la sensación en la nuca de que debería salir corriendo y, al mismo tiempo, quedarse quieta y no moverse. Es todo eso y más, y al mismo tiempo se equivoca al describirlo.

No se ha dado cuenta de que contiene la respiración hasta que oye a la morena susurrar:

- Tranquila, se pasará.

- ¿Qué... qué es eso? -pregunta tras llenar sus pulmones de aire un par de veces.

La oye moverse, y se gira con cuidado hacia ella, al mismo tiempo que lo hace Lexa, quien se frota los ojos para intentar ahuyentar el sueño.

- Ni idea -le dice.

- ¿Es así todas las noches?

La ve fruncir el ceño, antes de verla levantarse con cuidado y pasar por encima de ella. De una de las cajas, saca una botella de agua, que abre y de la que bebe un trago, antes de ofrecérsela a Clarke.

- No todas las noches -contesta por fin-. Haces muchas preguntas, ¿lo sabes?

Le acepta la botella, bebiendo ella también (y su garganta se lo agradece tanto).

- Es que todo es tan... extraño. ¿Te molesta?

Lexa niega.

- No. Yo... no estoy acostumbrada.

Clarke cierra la botella, dejándosela a su lado.

- ¿Qué tal tu costado? -le pregunta la morena.

Y por un segundo, la rubia no entiende la pregunta.

¿Costado?

La caída. Hace unas horas le costaba moverse sin dolor y, ahora...

- No me duele -susurra, antes de clavar la mirada en Lexa-. No... no me molesta.

Lexa suelta un "hmmmm", antes de volver a medio saltar por encima de Clarke y volver a tumbarse en la cama.

Clarke la observa, con el ceño fruncido.

OscuridadWhere stories live. Discover now