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JungKook lo miraba con asco. Aún recordaba todos los abusos que había cometido Kim Sang Ho en el reformatorio. Aún recordaba todas las veces que se burlaba de Jimin y de él, todas las veces que lo golpeaba de manera indiscriminada, todas las veces que lo dejaba sin comida. Pero por sobre todo, siempre recordaría la primera vez que lo había amenazado, jalando de su cabello e insinuando que lo podría dejar encerrado en un hoyo sin comida ni luz. Esa vez fue la primera ocasión que sintió miedo de verdad.

Después de años lo volvía a ver y esta vez no portaba su sonrisa suficiente, ni su tonfa de guardia de color negro, con la cual miles de veces lo aterrorizo. Ahora estaba frente suyo, pidiendo piedad, llorando y rogando que le perdonara, pero no por todos los crímenes que había cometido, sino por drogas.

Nunca pensó ver al hombre de sus pesadillas pidiendo clemencia. Nunca pensó ver al hombre que lo aterrorizaba de niño totalmente destrozado y a merced de sus deseos.

—¡Prometo hacer lo que me pida! ¿Quiere que mate a alguien? ¡Lo haré! ¿Que robe? ¡Lo haré! ¡Haré todo lo que me pida, pero no me mate!— Suplicaba entre lágrimas, tenía bolsas negras debajo de sus ojos y estos estaban completamente rojos por el efecto de las drogas. —¡Señor Jeon, por favor!

Todos miraban atentos y un tanto extrañados. JungKook miraba al hombre de manera perdida, no lo estaba amenazando ni torturando como acostumbraba y eso era sumamente extraño. Para esas alturas, JungKook ya estaría aterrorizando a su víctima.

—¡No me mate, no me ma-

Sus palabras fueron cortadas por el sonido de un gatillo sonar unas cinco veces. 

JungKook estaba parado frente a él con su pistola, tenía una expresión neutra y sin emociones. Bajó el brazo y dejó caer el arma, dándole la espalda al ahora cadáver. Junta sus manos haciendo que tronaran sus nudillos y así se da paso a caminar, bajo las miradas atónitas de todos sus seguidores.

—Sáquenlo y háganlo desaparecer, no me interesa como, pero no quiero que lo encuentren— Suelta mientras se dirigía a las afueras de la casa, hacia su auto.

Con indicaciones cortas fue llevado con rapidez a la mansión Jeon, en medio de un silencio como siempre, pero esta vez se sentía distinto. Nadie lograba entender la reacción del jefe de todos, no había actuado como acostumbraba y su acción había sido impulsiva, para nada calculada como era generalmente su actuar.

—Estaré con Jimin, Moon, no quiero que nadie me moleste, si hay algún problema lo atienden contigo— Sin darse el tiempo de preguntarle si captó sus indicaciones, se adentró a la gran casa y se dirigió al cuarto del chico.

A diferencia del suyo, que era todo lujo, el cuarto de Jimin era completamente pulcro, de color blanco y simple, tenia lo necesario, una ventana, su cama, un escritorio, una estantería de libros y sus implementos para dibujar y pintar, lo más similar a un estilo minimalista. JungKook sentía que coincidía con la personalidad del menor.

Al entrar al lugar, se encontró con el menor sentado en su cama leyendo un libro, pero al momento que percibió su presencia, lo miraba con curiosidad. 

De repente JungKook tiene una avalancha de recuerdos mientras observa la mirada confundida de su amigo. Recordando que el menor se comportaba de esa manera, por culpa de bastardos como Kim Sang Ho.

—Lo maté. Maté a Kim Sang Ho.

La mirada de Jimin cambió a una de horror, completamente oscura y llena de miedo. Con solo escuchar el nombre de ese hijo de puta, Jimin volvía a sentir todo el terror de esos años, todos los golpes y maltratos que había recibido, logrando dejar un marca de por vida en él y en JungKook. Ninguno volvió a ser el mismo luego de su paso por la prisión de menores.

Acercándose a él, con cautela y cuidado, JungKook se sienta en frente de Jimin, quien tenía la mirada gacha con un rostro de terror, de sus ojos salían lágrimas y su cuerpo comenzaba a temblar.

—Ellos nunca podrán volver a hacernos algo... Minnie, ya no somos niños— Con cuidado, JungKook toma entre sus manos las de Jimin y este se sobre salta. —Nadie te hará daño. ¿No ves? Fuera de esta puerta, hay un séquito de hombres que matarían por nosotros. Ellos nunca nos volverán a maltratar, ni a ti, ni a mí.

Aunque sus palabras sonaran seguras, Jimin seguía sin dejar de llorar y temblar, refugiándose entre los brazos de JungKook, mientras soltaba un llanto totalmente desolador. Cualquiera que le escuchara, sabría que esa alma ya no tenía arreglo alguno.

—No dejaré que nos hagan algo. Ya no. Nunca más— JungKook lo sostenía con firmeza, y le surgió la duda de si era él quien se sostenía en Jimin o si Jimin se sostenía de él.

No supo en qué momento también lloraba, compartiendo la pena y el dolor de Jimin, el mismo que había pasado él. Porque juntos sufrieron lo mismo, solo que mientras Jimin había ocultado todas las cicatrices retrayéndose, JungKook las ocultaba con una máscara de firmeza y crueldad, siendo que por dentro sufría como un niño.

—Minnie, te juro que nos vengaremos de ellos...

Inner Demons →kookminWhere stories live. Discover now