CAPÍTULO TRES

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Cada rincón de su departamento se vio iluminado gracias a los rayos del atardecer que atravesaban desde su balcón. Resplandecía de un tono lila, uno muy fuerte y brillante. Todo el espacio fue habitado por el ocaso, todo se volvió más claro, menos el cerebro de Samara. Estaba estudiando lo que había apuntado en la clase de hoy a pesar de su cansancio, y el poco esfuerzo no fue impedimento para alimentarse de los conocimientos dictados en cada tema. Se hallaba sentada en su escritorio escribiendo y, al mismo tiempo, pensando en lo ocurrido en esta tarde.

No era el mismo día que todos, han pasado meses conviviendo prácticamente con Liz y su amiga, se llevaban bien a pesar de que las charlas no eran constantes. Ahora no podía creer que tenía una amistad masculina y eso no era todo, el susodicho llamado Patrick vivía a solo un piso de su departamento. Era increíble, la primera impresión que tuvo de él no fue muy buena, ya que su llegada al salón fue muy estrepitosa y simplemente la saludó a secas, luego fue diferente y el día universitario terminó en risas, no como otros en los que terminaba postrada en la cafetería. Y para agregar, la acompañó hasta la puerta de su departamento.

¿Quién lo diría?

La tarde fue despidiéndose, dando paso a la fría noche, no contento con ello, dejó salir a la luna junto con una fuerte tormenta. Todo pasó tan rápido. La joven de inmediato se puso de pie, fue directo hacia la ventana de su cuarto y al balcón de su sala para cerrarla con cerrojo. El viento azotó con fuerza los vidrios haciendo que vibren y emitieran pequeños ruidos sobre su sitio. Los truenos no tardaron en unirse a la fiesta por toda la ciudad.

La joven no entendió cómo de una tarde tan hermosa se abrió a una noche tempestuosa. Volvió a su cuarto y sacó un abrigo de su armario, una chompa manga larga fue suficiente para calentarla, sin embargo, a los minutos volvió a sentir su piel congelada. Marchó a la cocina y se hizo un café, rogando que, por lo menos, ese líquido el cual solía tomar diariamente, la calentara. Poco a poco sintió su cuerpo despejarse y dejando de temblar, respiró hondo y caminó hacia el mueble de su pequeña sala para ver alguna serie de cualquier canal.

—Ya cerca del fin de semana, y nada bueno que ver —susurró en señal de aburrimiento presionando varias veces el botón de cambio del control remoto.

Había tenido un día alegre y no iba a ser motivo para entrar en alteración, por lo que dejó de sostener el control remoto y lo colocó en la mesita de vidrio que tenía a la altura de sus pies. El canal en el que se quedó mostró el fin publicitario de un perfume y la continuidad de una película de acción. Las escenas de una mujer disparando a otra llamó mucho la atención de la televidente, los tiroteos, las explosiones y las maniobras de los personajes al moverse mostró lo obvio.

La expresión de su rostro fue de entusiasmo a los sonidos de los disparos, sus ojos reflejaban energía al ver las escenas de un incendio en una mansión, su grande sonrisa se debía a la justicia que se le hizo al dueño de la enorme casa, debido a que era uno de los narcos más poderosos de todo el continente.

La satisfacción de terminar la noche gozando de una buena película reapareció después de tanto tiempo expandiéndose por su ser. Amaba la adrenalina.

—¡Al fin un buen programa! —dramatizó alzando los brazos al aire.

Dichosa de cumplir su objetivo y de despedirse de la cruel tormenta de afuera, esperó a que empezara el siguiente programa, pero la espera no duró mucho. Su celular se hallaba al borde de la mesita de noche y emitió una canción en inglés.

Era una llamada.

Puso los ojos en blanco, le aquejaba que la interrumpieran en sus momentos de reposo. Se levantó para caminar por el pequeño pasillo y entrar a su cuarto. Sujetó el segundo aparato ruidoso de la casa, según ella, y atendió la llamada.

ME PERTENECES © (TERMINADA Y EDITANDO)Where stories live. Discover now