Capítulo 2

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Aquella zanahoria era más rebelde de lo que pensaba. Por más que la picaba con el tenedor, se movía de un lado al otro y no la podía llevar con éxito a su boca.

-Ya ríndete. Sí la hubieras tomado con la mano ya hubieras terminado de comer.

-Onew... ¿Crees que hay seres mágicos en la escuela?

Bien, con esa pregunta había logrado atraer la atención de Onew. Ladeó la cabeza y quitó la zanahoria de su plato. Antes de que Minho pudiera decir algo, Onew ya se la había terminado.

-Esto era lo mejor. La zanahoria ya te estaba haciendo decir muchas incoherencias.

-¡Hablo enserio! Ayer vi a una persona cubierta de pies a cabeza.

-No sé qué te sorprende si estamos en invierno. Digo, si fuera por mí, no saldría ni de la cama.

-Pero este chico...era diferente. Era como ajeno a todos. La manera en la que iba entre la multitud era como si fuera ajeno a este mundo...

Aquella comida siguió de forma tranquila tras aquella corta charla. ¿Qué tal que el haber estudiado tanto le había hecho imaginar a alguien caminado afuera de la biblioteca? Como si fuera el personaje ideal a alguna historia que se comenzaba a desarrollar en su cabeza, producto de la falta de sueño y de no comer a tiempo.

Al terminar, salió de la cafetería y tras dos horas de historia se dirigió a su clase de deportes. Comenzó a calentar estirando su cuerpo cuando escuchó un jadeo de enfado.

-Si no te gusta, no sé para qué te inscribes a futbol.

-Por ti no es, te lo aseguro.

-Bueno, debe haber algo muy bueno para que quieras estar aquí asoleándote. Kibum, ahí viene...

En automático, Kibum comenzó a calentar con mucha disciplina, haciendo los estiramientos de forma correcta.

-¿Así que vienes por alguien? No esperaba menos de ti...

-Cállate Minho.

Minho comenzó a reír de aquella situación cuando vislumbró un punto verde en la esquina superior de las gradas. Ahí bajo la sombra de uno de los árboles, un abrigo resaltaba y una bufanda verde gruesa caía libremente hasta sus pies. Aquellos inmensos lentes redondos cubrían más de la mitad del rostro el cual se levantaba y volvía a bajar como si su dueño estuviera prestando atención a algo en particular en la cancha. Sostenía con recelo un cuaderno entre sus manos. Un lápiz se movía con soltura por la página.

No supo cómo es que paso, pero había comenzado a caminar hasta las gradas. Poco a poco subió, como si de un conejo se tratara y no quisiera asustarle con su presencia. Demasiado tarde. Antes de que Minho pudiera hacer algo, el chico ya le había visto.

-Yo...Hola.

Aquel chico no le respondió, sólo tomó sus cosas y salió apresurado de ahí. Minho se quedó estático, mirando aquella bufanda ondear mientras su dueño corría a toda prisa. Una vez pudo salir del trance, regresó hasta la cancha en donde Kibum había terminado de calentar según parecía.

-¿Crees en espíritus del bosque?- Preguntó Minho palmeando la espalda de Kibum.

-Creo que si hubiera espíritus del bosque, no hablarían contigo. No deberían hablar con nadie, ¿O sí?

-Hay un chico que no sé quién es y me intriga saberlo. ¿Crees poder ayudarme?

-Claro, sólo dime cómo luce y preguntaré.

-¡Gracias Kibum!

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-¿Es cierto o estás jugando conmigo?

-Es verdad.

-No puedo creerlo. Se supone que alguien debería haberle visto por ahí.

-Pregunté a varias personas pero nadie es capaz de decirme quién es el chico que tú me describes. Todos saben lo mismo que tú. Nadie tiene idea de cómo es que se llama.

Minho se había desanimado un poco al escuchar aquello. Se suponía que Kibum con sus contactos le ayudaría a saber su nombre pero tal parecía que nadie lo sabía. Entró a sus clases un poco desganado y así transcurrió su tarde sin nada que le levantara mucho el ánimo.

Caminó rumbo a su habitación en la universidad pasando por la cancha y ahí se volvió a frenar. El chico estaba sentado a media cancha de nueva cuenta con la vista fija en el cuaderno. El atardecer estaba por terminar y Minho se preguntó si caminaría en la oscuridad con aquellos lentes tan gruesos o se los quitaría y por fin podría ver su rostro completo.

-No puedes estar aquí.

Minho volteó y miró a un guardia que caminaba directo hacia el chico. El chico se incorporó a toda prisa pero el guardia fue más rápido tomándole de la muñeca. A pesar de querer librarse de él, le fue imposible hacerlo.

-Deberé levantarte un reporte. Sabes que no debe de haber nadie en las canchas en esta hora.

Minho se aproximó sin tener idea de qué hacer y le habló al guardia.

-Déjelo ir. No era su intención estar aquí.

-¿Qué dices?

-Sí, es que es de otro país y todavía tiene problemas con la diferencia horaria.

El guardia por un momento se mostró comprensible y Minho aprovechó para tomar la mano del chico y jalarlo a su lado.

-Sólo que no se repita. No deseo estar imponiendo multas por mal entendidos.

El guardia se fue de ahí y una vez salieron de la cancha, el chico se apresuró a zafarse del agarre de Minho. Era la primera vez que lo tenía tan cerca. Vaya, ni aquel atuendo que le cubría de pies a cabeza, podía ocultar la vibra que transmitía.

-Gracias por lo anterior.

-No hay de qué. Por cierto, mi nombre es Minho.

-Un gusto Minho. Ahora si me disculpas, me debo ir.

Aquel chico hizo una reverencia con la cabeza y se fue. Minho no lo quiso frenar ya que el chico lucía como si hubiera creado un campo de espinas que le protegía contra todo. Minho comenzó a caminar no sin antes da un vistazo final a la cancha y  para su sorpresa, miró que algo brillaba en la cancha y con cuidado de no ser atrapado, volvió a ingresar. Al parecer aquel chico había olvidado un cuaderno. La curiosidad pudo más que él y a pesar de saber que no era correcto mirar las cosas de alguien más sin su conocimiento, abrió la tapa. Sonrió ante lo que miró.


Lee Taemin


Así que así era como se llamaba aquel chico. Ya tenía un motivo para verle de nuevo. 

Cactus [2min]Where stories live. Discover now