EL REGALO QUE SIEMPRE SOÑÉ

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Soy Danielle, una chica especial, diferente, fría, reservada, pero nacida para el miedo. Cualquiera pensaría que una chica tal y como soy yo tendría miedo, miedo a la vida, miedo a lo que pudiera suceder.

Tengo una libreta, mi libreta secreta, ahí dibujo mis sentimientos más íntimos, ahí escribo pensamientos que están perdidos por mi mente, ahí es donde me expreso de manera que nadie se pueda reír de mí. No es un diario cutre, es una vida entera.

En mis pensamientos vagaba un deseo, algo que siempre he soñado con ello, un... Ya está mi madre otra vez con su música de zumba desesperante. No la soporto, a ella ni a la música.

La descripción de mi madre sería perfectamente de una persona extrovertida, feliz, sonriente, pero con miedo, algo con lo que yo no puedo. La quiero, pero me saca de quicio.

La descripción de mi padre sería perfectamente de una persona que ya no existe, se podría decir que se fue sin avisar, sin decir adónde iba, cuál era su destino previsto. Se fue y no nos llevó con él.

Mi vida es un caso aparte, algo que pienso que no se puede arreglar, es demasiado difícil. Cada vez es más duro poder existir aquí, en un lugar donde la gente que no se esfuerza, que no hace nada, obtiene lo mejor y la gente buena obtiene lo peor. La verdad es que no tiene sentido seguir, porque nadie te va a reconocer tus méritos, porque nadie se va a preocupar de ti a la hora de la verdad. Es inútil luchar. Me debería ir como mi padre, él siempre supo que lo mejor era dejarlo y lo hizo.

Sería por la tarde y tenía mi libreta delante, esperando a que escribiera algo en ella, algo nuevo, desconocido. De repente, mi mano empezó a correr por el papel rugoso y limpio que acariciaba con delicadeza mi muñeca. No podía controlarlo hasta que terminó. Era un cuchillo. Mi mente plasmó mis ideas en el papel. Era un deseo, algo con lo que siempre había soñado que me regalaran. Suena raro de boca de una simple niña.

Siempre he querido un cuchillo, pero no uno cualquiera que pueda coger de la cocina a escondidas, uno que pueda sentir la elegancia del roce en mi piel, sencillamente elegido por mí. El placer del contacto que haría el afilado acero en mis sensibles venas.

¿Quién sabe si llegará ese día?

El hecho de querer a una persona te hace poderoso, pero no todo el mundo sabe controlar ese poder. Ese es el peligro, ese es el miedo, el de la decepción, que hace que un jugoso líquido empiece a caer de los ojos, esos ojos que solo saben ver lo que más duele.

Llegó ese día, en el que hallé ese cuchillo, ese momento perfecto, esa elegancia en el roce de mi piel y sobre todo el placer del contacto que hizo el afilado acero en mis venas, pues ya era mucho para mí. Nadie lo entenderá, nadie lo comprenderá, pero la vida ya no era algo por lo que preocuparme.

                                                                                                                                                                                              Fin.

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