Descendientes - Un cuento de hadas

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-MI CAMINO I-





No había visto jamás a Auradon, más allá del lago encantado.

Tampoco quise pensar en la posibilidad de que podría perderme en estas extensas carreteras, pero, tenía un objetivo, un objetivo del cual no pensaba quitarle el ojo, tenía que encontrar mi camino, mi verdadero camino y no ser tan solo la princesa sin futuro de Auradon, ansiaba resolver estas preguntas que yacían en mi cabeza.

¿Cómo sería este viaje?

Es decir, estaba por darle prácticamente la vuelta al mundo, no sabía que me depararía la estación que estaba por visitar, el país que estaba por ver, la aventura que estaba por empezar... Y en lo único que podía pensar era en cómo me iría en este viaje.

Según el Hada Madrina lo primero que visitará sería Encantia, lo que según ella me enseñaría lo esencial en una princesa, pues las tres hadas: flora, fauna y primavera, me enseñaran todo lo que requería, la preparatoria Auradon había sido destruida, pero, mis estudios eran más importantes que el de los demás, pues, para mi edad debía ya saber: respetar, saludar, sentarme y comer de manera decente.

Palabrerías, charlatanerías, que, según el Hada Madrina, debía requerirse, debía tenerlas en cuenta.

Este mundo de cuento de hadas era tan complicado.

Sin embargo, oscurecía, hasta en el maravilloso cuento de Hadas, Auradon, oscurecía y debía encontrar cuanto antes un lugar en el cual refugiarme por la noche, según, el Hada Madrina los mil dólares que me dio me ayudaría mucho en esta gran aventura, junto a la moto del Rey Ben, que fuera donde fuera, su gasolina iría a la cuenta de Ben, lo cual, por supuesto él sabía, en realidad fue al único que pude decirle, Mal se fue a su viaje y no sabía siquiera nada de esto.

Debía admitir vergonzosamente que mi trasero se sentía totalmente aplanado por pasar casi cinco horas sentada en este sillón.

Fue entonces cuando a kilómetros se divisó entre la poca luz que quedaba una pequeña cabaña de madera.

Que, tal vez me ofrecerían alojamiento, al menos eso esperaba, pues con los últimos rumores de los villanos invadiendo Auradon, posiblemente saldrían con algo como: "no tenemos una habitación libre, lo sentimos mucho, malvada".

Baje la velocidad y corte el camino, estacionando lentamente a la derecha.

Pero, ahora mirándolo bien, no lucía tan mal, de hecho, no era una choza, era más bien un pequeño hospedaje de tan solo dos pisos, pero en cuanto pasé cinco segundos fuera de esta, mis huesos se contrajeron y mi vista se vio congelada por milésimas de segundos, el escalofrío recorrió mi cuerpo no era exactamente de algún miedo absorbido, era por el frío que estos alrededores provocaba, claramente con estos árboles, no dude en entrar, pues el frío estaba en su punto.

Acerté en decir que era un hospedaje, sonreí triunfante y divise mejor el lugar, analizando tranquilamente, los alrededores estaban incrustados con calefacción, todo se veía tranquilo aunque, en casi todo el lugar se podía sentir un extraño olor a galletas calientes, recién hechas, el mármol en el suelo era sorpréndete para una cabaña de madera, sus sillones de espera en el living obtenían ese sentir de casa, aunque al fondo se vislumbraba la... ¿cafetería?, la recepción era custodiada por una joven alrededor de veinte, sus ojos estaban hipnotizados en la maquina esa, sus manos no dejaban de teclear, mientras se encontraba sentada en una silla con la mirada al frente, pero, duraron pequeños segundos para que se diera cuenta que tenía una nueva huésped a la cual atender...

— ¡Buenas noches! Sea bienvenida... —

Pero a medida que me acercaba a la joven palideció y en su rostro percibí el miedo.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora