Capitulo 18: La velada de Navidad

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Harry se volvió a sentar gruñendo, lo calme al agarrarlo de la mano y sentarme a su lado. Le quedaba el último regalo. Harry lo cogió y lo

desenvolvió. Algo fluido y de color gris plateado se deslizó hacia el suelo y se quedó brillando. Ron bufó. -Había oído hablar de esto -dijo con voz ronca, dejando caer una caja de grageas de todos los sabores-. Si es lo que pienso, es algo verdaderamente raro y valioso. ¿Qué era tan valioso? Por ahora, para mí solo es una manta muy bonita. -¿Qué es? Harry y yo tomamos el género brillante y plateado. El tocarlo producía una sensación extraña, como si fuera agua convertida en tejido. -Es una capa invisible -dijo Ron, con una expresión de temor reverencial-. Estoy seguro... Pruébatela, Harry. Harry se puso la capa sobre los hombros y... ¡SU CUERPO DESAPARECIO! Oh dios mío... Ron y yo soltamos un grito. Pero el mío propio logro ensordecerme a mí misma. Pero es que... ¡Harry había desaparecido! -¡Lo es! ¡Mira abajo! Harry se miró los pies, pero ya no estaban. Se dirigió al espejo. Efectivamente: yo puedo ver su reflejo, pero sólo su cabeza suspendida en el aire, porque su cuerpo era totalmente invisible. Se puso la capa sobre la cabeza y su imagen desapareció por completo. -Harry, Harry, no te desaparezcas, por favor, ¡Que me asusto! -Dije asustada cuando me di cuenta que algo me abrazaba de la cintura. Era el. -¡Hay una nota! -dijo de pronto Ron y Harry me soltó-. ¡Ha caído una nota! Harry se quitó la capa y cogió la nota. Me acerque lo suficiente para poder leer. La caligrafía, fina y llena de curvas, era desconocida para mí. Decía:

Tu padre dejó esto en mi poder antes de morir. Ya es tiempo de que te sea devuelto. Utilízalo bien.

Una muy Feliz Navidad para ti.

No tenía firma. Ron admiraba la capa. -Yo daría cualquier cosa por tener una -dijo- Lo que sea. ¿Qué te sucede? -Nada -dijo Harry, que imagino se sentía muy extraño, como yo. ¿Quién le había enviado la capa? ¿Realmente había pertenecido a su padre? Pero, sobre todo me pregunte... ¿Era una chica? Se me pusieron rojas las orejas de solo pensarlo. Harry me miro extraño y luego me sonrió.

Pasó un rato y volví a mi habitación. Deje a Andrómeda en su pequeña jaula, Me cambie y me puse una camisa Morada de mangas cortas y una falda corta de color dorado con unos leggings para invierno lila clarito, luego, me puse unas botas bien abrigadas. Encima de la camisa me puse el Jersey Weasley. Me veo bien guapa... Espero que Harry al menos me vea bonita. Baje al gran comedor y entre. Al verme, Harry se quedó con la boca abierta. Él está guapo, como siempre. Awww... sentí que las mejillas me ardían, y Fred y George se reían a carcajadas. Supongo que me sonroje. Me senté a lado de Harry tomándolo de la mano discretamente. Lo sorprendente era, ¡Que todos en la mesa teníamos un Jersey Weasley! En mi vida no había tenido una comida de Navidad como aquélla. Un centenar de pavos asados, montañas de patatas cocidas y asadas, soperas llenas de guisantes con mantequilla, recipientes de plata con una grasa riquísima (que apenas probé) y salsa de moras, y muchos huevos sorpresa esparcidos por todas las mesas. Estos fantásticos huevos no tenían nada que ver con los flojos artículos de los muggles, que mis viejos amigos muggles habitualmente compraban, ni con juguetitos de plástico ni gorritos de papel. Harry tiró uno al suelo y no sólo hizo ¡pum!, sino que estalló como un cañonazo y nos envolvió en una espesa nube azul. En eso, Harry me acerco a el suavemente y me dio un suave beso en los labios. Pero me di cuenta que la nube se disipaba, así que me separe de el rápidamente. Nos reímos sin sentido por un buen rato mirándonos a los ojos. Percy nos miraba buscando cualquier causa para una acusación, cosa que me hacía reír más, y más, y más... Entre risas, George me lanzo un huevo explosivo de esos. Lo tire al suelo y salió humo verde, pero no tan espeso. En eso vi que salían ratones blancos a montones, cosa que hizo a Harry reírse junto a todos en la mesa, incluyéndome. En la Mesa Alta, Dumbledore había reemplazado su sombrero cónico de mago por un bonete floreado, y se reía de un chiste del profesor Flitwick. A los pavos les siguieron los pudines de Navidad, flameantes. Percy casi se rompió un diente al morder un sickle de plata que estaba en el trozo que le tocó. Me reí tanto, pero tanto, que empecé a golpear la mesa de la risa. Y Percy ya había abierto la boca para acusarme, pero no había ninguna regla que dijera que no podía reírme. Harry y yo observábamos a Hagrid, que cada vez se ponía más rojo, aunque sin razón alguna, y bebía más vino, hasta que finalmente besó a la profesora McGonagall en la mejilla y, para sorpresa de los dos, ella solo se ruborizó y rió, con el sombrero medio torcido. Cuando Harry y yo finalmente nos levantamos de la mesa, estábamos cargados de cosas de las sorpresas navideñas, y que incluían globos luminosos que no estallaban, un juego de "Haga Crecer Sus Propias Verrugas" y piezas nuevas de ajedrez. Los ratones blancos habían desaparecido, y tuve el horrible presentimiento de que iban a terminar siendo la cena de Navidad de la Señora Norris. Harry, los Weasley y yo pasamos una velada muy divertida, con una batalla de bolas de nieve en el parque. Más tarde, helados, húmedos y jadeantes, regresamos a la sala común de Gryffindor para sentarnos al lado del fuego. Harry y yo nos sentamos en un solo sillón juntos, y comenzamos a hablar con Fred y George. Pero Harry solo hablaba con George... Creo que sigue molesto con Fred. Después de un té con bocadillos de pavo, buñuelos, bizcocho y pastel de Navidad, todos nos sentimos tan hartos y soñolientos que no podíamos hacer otra cosa que irnos a la cama; no obstante, permanecimos sentados y observamos a Percy, que perseguía a Fred y George por toda la torre Gryffindor porque le habían robado su insignia de prefecto. No pude evitar reírme de Percy, porque yo fui quien los mande a que se la robaran. Me reí tanto, pero tanto.... ¡Que comencé a dar vueltas en el suelo! Fue el mejor día de Navidad de mi vida. Me fui a la cama después de dar de comer a Andrómeda.

Narra Harry:

Me acosté en la cama, y no podía de dejar de pensar en la capa. En cuanto me metí en la cama, pude pensar libremente en ello: la capa invisible y quién me la había enviado. Me incline a un lado de la cama y saque la capa.

De mi padre... Guau... Esta capa era de mi padre. Dejé que la capa corriera por mis manos, más suave que la seda, ligero como el aire. «Utilízalo bien», decía la nota. Tenía que probarla. Me deslicé fuera de la cama y me envolví en la capa. Mire hacia abajo y vi solo la luz de la luna y las sombras. Era una sensación muy curiosa. Con esta capa, ¡todo Hogwarts está abierto para mí! Mientras estaba allí, en la oscuridad y el silencio, la emoción se apodero de mí. Podía ir a cualquier lado con ella, a cualquier lado, y Filch (ni nadie) nunca lo sabría. ¿Debería despertar a Ron? No, no... me parece que esto lo debemos hacer solo yo y Sophia. Me cambie y salí cautelosamente del dormitorio, entre al dormitorio de Sophia y la agite un poco. -Ya, para... por favor... -Dijo abriendo los ojos-. ¿Por qué me despiertas a esta hora? Oh... la capa, claro... ¿Andrómeda puede ir? -Sí, pero... procura que no maúlle. -Tranquilo, si ella maullara fuerte, no te lo hubiese preguntado. Me cambiare... espérame un minuto. -Dijo Sophia y entro al baño-. Ooof... Em... estoy inquieto. Me siento raro... eh, he he... Sophia salió del baño y recogió a Andrómeda de su jaula. Nos metimos en la capa, bajamos la escalera, cruzamos la sala común y pasamos por el agujero del retrato.

-¿Quién está ahí? -chilló la Dama Gorda. No dijimos nada. Anduvimos rápidamente por el pasillo. ¿Adónde iría? De pronto nos detuvimos, con el corazón palpitante, y pensé. Y entonces lo supe. La Sección Prohibida de la biblioteca. Íbamos a poder leer todo lo que quisiéramos, para descubrir quién es Flamel. Seguimos caminando. La biblioteca estaba oscura y fantasmal. Sophia encendió una lámpara para ver la fila de libros. La Sección Prohibida estaba justo en el fondo de la biblioteca. Pasando con cuidado sobre la soga que separaba aquellos libros de los demás, levantó la lámpara para leer los títulos. No nos decían mucho. Las letras doradas formaban palabras en lenguajes que no conocíamos. Algunos no tenían títulos. Un libro tenía una mancha negra que parecía sangre. Tal vez me lo estaba imaginando, tal vez no, pero me pareció que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no debía estar allí. Teníamos que empezar por algún lado. Dejamos la lámpara con cuidado en el suelo y miramos en una estantería buscando un libro de aspecto interesante. Me llamó la atención un volumen grande, negro y plateado. Lo saque con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo, lo abrí. Un grito desgarrador; espantoso, cortó el silencio... ¡El libro gritaba! Sophia me lo cerró de golpe, pero el aullido continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida. Andrómeda maulló terriblemente mientras corríamos. Sophia la calmo. Retrocedimos y choqué con la lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrados, oímos pasos que se acercaban por el pasillo, metimos el volumen en el estante y salimos corriendo. Pasamos al lado de Filch casi en la puerta, y los ojos del celador; muy abiertos, miraron a través de nosotros. Nos detuvimos de pronto frente a unas armaduras. Habíamos estado tan ocupados en escapar de la biblioteca que no habíamos prestado atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconocí el lugar donde estábamos. Hay armaduras cerca de la cocina, eso lo sé, pero debíamos de estar cinco pisos más arriba. -Usted me pidió que le avisara directamente, profesor, si los niños andaban dando vueltas durante la noche, y dos personas estuvieron en la biblioteca, en la Sección Prohibida. Y escuche sus pasos, así que no le miento profesor. Sentí que se me iba la sangre de la cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde estábamos, porque el murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, el que le contesta es Snape. Genial. -¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden estar lejos, ya los atraparemos. Me quedé petrificado, mientras Filch y Snape se acercaban. No podían vernos, por supuesto, pero el pasillo era estrecho y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra nosotros. La capa no ocultaba nuestra materialidad. Retrocedimos lo más silenciosamente que pudimos. A la izquierda había una puerta entreabierta. Era nuestra única esperanza. Nos deslizamos, conteniendo la respiración y tratando de no hacer ruido. Entramos en la habitación sin que lo notaran. Nos apoyamos contra la pared, respirando profundamente, mientras escuchábamos los pasos que se alejaban.

Amor de primer curso | Harry Potter y Tu [Terminada][Editando]Where stories live. Discover now