Capítulo IV

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Un par de semanas habían pasado desde el comienzo de clases. Las cosas ya habían entrado en ritmo y mejorado un poco desde aquel primer día. Los exámenes estaban cada vez más cerca, junto con las vacaciones de invierno. Flor y Jaz habían quedado en almorzar juntas en un pequeño bar que quedaba a la vuelta del colegio.

—Perdón que llegué tarde —dijo Flor agitada.

—No hay problema, me hice un amigo.

Flor miró a su alrededor confundida.

—Acá, tomá —Jazmín le ofreció a Flor un pequeño gatito hecho con miga de pan.

—¡Ay, Jaz! Dejá de manosear la comida.

—Me es inevitable, lo sabés.

—Sí, ya sé —se rió Flor— van mejorando igual, este está más proporcionado que el de la otra vez.

—La práctica hace al maestro.

—¿Qué me querías decir?

—Ah, sí. Este sábado hay una fiesta, no sé, una chica que está conmigo en plástica me invitó y me dijo que podía llevar a alguien. Pensé en vos, obvio.

—Qué halago. Aunque prácticamente soy tu única amiga acá voy a fingir que derroté a miles de competidores por ese honor de ir con vos.

—Siempre competidora vos, eh.

—Así es, me gusta ganar en todo.

—¿Le digo que vamos entonces?

—¿Sabés quiénes van?

—Pienso que los de plástica y otros amigos de ella, son copados en el curso igual. Te van a caer bien.

—Eso espero, te mato sino.

—¿Eso es un sí?

—Sí, pero si está muy matada nos vamos.

—Trato hecho.

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El sábado llegó más rápido de lo previsto por Flor. Había quedado en encontrarse con Jaz en su casa para prepararse e ir juntas a la fiesta. Vir le prestó un par de conjuntos a su hermana para que pueda probarse y elegir el que más le guste. Flor se subió a su bicicleta y pedaleó hasta la casa de Jaz. Tocó timbre y un hombre alto, fornido y con barba tupida abrió la puerta. Estaba muy serio y tenía puesto un traje, lo cual Flor consideró extraño ya que era fin de semana.

—Hola *hmmm*, soy Flor, la amiga de Jaz.

—Ah, sí. Pasá.

—¿Usted es el papá?

—Sí —dijo el hombre sin mucho interés en comenzar una conversación.

Jazmín bajó la escalera rápido mientras llevando ropa con los dos brazos, saludó a Flor entusiasmada y la guió hasta una puerta al final del pasillo. Le indicó a Flor que abra porque ella tenía ambas manos ocupadas. Descendieron una escalera y Flor quedó boquiabierta al ver el espacio. Era un sótano enorme, que sin ninguna duda había sido decorado por Jazmín, su estilo se notaba en cada objeto presente. Se sentía acogedor, no como lo que Flor pudo apreciar del resto de la casa. Había un sillón, un equipo de música, instrumentos, lienzos, pinturas, atriles, adornos. Todo gritaba Jazmín por donde se lo mire.

—¿Empezamos?

—Sí, dale. Vir me prestó un par de cosas. Si querés vos también te las podés probar.

—Creo que sé qué me voy a poner igual.

—Ah, yo no tengo ni idea.

—Para eso estoy yo, nena.

No hay manera de perdernosWhere stories live. Discover now