Desorbitada

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Allison decidió continuar quedándose en casa, después del trabajo, mientras Christina estaba ausente.

Despertar por la mañana era confuso. Olvidaba por cortos segundos que mi novia no iría a buscarme una vez que tomara uno de sus rutinarios baños, y que no lo haría los días siguientes.

Al mediodía, mi mejor amiga y yo nos encontrábamos en el supermercado, aprovechando que Jennifer y Arturo estaban a cargo de los jardines y la cocina mientras Danna cuidaba de Gabriela, una vez que llegaba del colegio. 

El tiempo para nosotros se había limitado a las actividades específicas que se dividían entre todos en casa, por lo que tomarnos unos minutos para conducir parecía casi gratificante.

Intenté distraer mis pensamientos de la hermosa sonrisa de Christina, de sus ojos claros mirándome la primera vez... o la última. Cada momento con ella constantemente había hecho que todo alrededor desaparecía. Pero en ese supermercado fue imposible no mirarla en todos lados. En los pasillos, los estantes, incluso al llegar con la cajera noté que era la misma chica que solía estar cada vez que Christina y yo nos acercábamos a realizar el pago.
Quizá me reconoció, mientras marcaba cada producto de la compra, pero no tenía ánimos para crear pequeñas charlas con ella, como hicimos Christina y yo un par de veces.

—Madison. Es un nombre curioso, ¿no crees? ¿Qué crees que signifique? —preguntó Allison al dirigirnos al auto nuevamente.

—No lo sé —cerré la cajuela al colocar dentro la última bolsa—. Creo haber aclarado que ella y yo no hablamos después de que expresara su desagrado por mí. 

—Lo siento, Vanne —me entregó la llave del auto una vez que ambas subimos—. Es solo que... no logro entender qué es lo que quiere contigo.

—No estoy segura de que sepa a quien hace esas llamadas —nos pusimos en marcha observando los pequeños copos de nieve caer en toda la calle—. Es decir, preguntó por mi madre el día que atendí el teléfono. No logró escuchar mi voz, claro. Corté la llamada antes de poder decir algo. 

—Tiene sentido. Pero, aun así, ¿por qué buscar insistentemente a tu madre?

—Es lo que me he preguntado desde entonces. 

—Entonces... ¿responderás el teléfono si vuelve a llamarte? —los limpia parabrisas retiraban la espesa nieve de la visión.

—Lo haré. Aunque han pasado 3 días desde el viaje, y mi celular no ha sonado desde ese día.

—Quizá esa sea una buena señal.

Andrea se encontraba al teléfono cuando Allison y yo atravesamos la puerta.
Me pareció increíble escucharla hablar en un perfecto italiano mientras se mostraba contenta al mantener esa conversación que terminó una vez que llegamos al vestíbulo.

—¿Todo está bien? —pregunté, al mirarla colocar la bocina de vuelta.

—Desde luego —respondió, caminando con nosotras hacia la cocina—. Hablé con un viejo amigo de Edric, Mario, llama un par de veces al año para saber sobre nosotras.

—¿De qué parte de Italia es Mario? —preguntó, Allison, tomando asiento en uno de los bancos. 

—Bolonia, el lugar donde creció mi esposo. ¿Conoces el lugar? —tomó asiento frente a Allison.

—Mi padre vive en Lecce —escuché su pequeña conversación mientras me encargaba de la comida—. Es el único lugar que conozco de Italia.

—Edric solía visitar a algunos amigos en Lecce antes de venir aquí para comenzar sus estudios, pero yo no he visitado esa parte del país. No salí mucho después de tener a mis hijas.

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora