La perra vida de un gato.

3. Soy un gato

El brujo pronunció algo, pero los oídos de la muchacha debieron de quedarse sin cobertura antes de que pudiese descifrarlo, ya que solo escuchaba un pitido. Un fuerte y molesto pitido.

Había sido dañada físicamente en bastantes ocasiones a lo largo de su vida, por unas circunstancias u otras. Pero nada se comparó a lo que sintió en ese momento en tan solo una milésima de segundo. En aquel punto no había cabida para emociones ni pensamientos. Dolor. Solo dolor. Y luego de eso... Nada. Ya no había nada.

Minutos después logró recuperar los sentidos, pero a ella le parecieron siglos desde la última vez que pudo tocar algo, oler, o siquiera notar su respiración...

Poco a poco abrió los ojos, pero solo veía un borrón. Bueno, nuevo día. A trabajar. 

Ah, no... Que no tiene trabajo. 

Ah, que no es por la mañana.

Que está en el suelo, todavía en el callejón.

Pensó que sería cuestión de tiempo que su vista se acostumbrara, pero seguía viendo borroso, a pesar de que nunca necesitó gafas. 

"Soy un gato..." Bastante estúpido sí, pero fue lo primero que pensó.

Gracias a su campo de visión aumentado (que por cierto le resultaba muy raro y molesto) notó a otro felino escapar del lugar. 

"¡Espera!" No, él no podía escucharte. 

Intentó mover un brazo, pero su brazo no estaba ahí... Ahora tenía patas. Así que fue dando tumbos hasta la acera, no tenía tiempo de acostumbrarse a su nuevo cuerpo.

Entonces fue cuando se vio a si misma  inerte en la carretera, junto con un camión lleno de sangre.