👂👀 Atenti, Hong 👀👂

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Convivir con uno de sus infantes y uno de sus casi egresados, le hizo darse cuenta de las situaciones que pasa por alto en esa escuela. Si Hao y Jun estaban juntos desde hace tanto, y hacían tantas travesuras en el colegio (de calaña sexual, por supuesto) y Chan y SeokMin pasaban tanto tiempo con el otro sin ser vistos, algo andaba mal con el plantel, y como el jefe debía mirar más de cerca.

Resolvió sacar su aplastado culo de la silla detrás del escritorio y abandonar el papeleo que también lo tenía cansado. Pasó por el pasillo, sin interrumpir las clases, y únicamente viendo por la ventana diminuta de cada puerta lo que le derritió el corazón ya blando y débil de por sí: los pequeños niños con manos regordetas, sosteniendo los crayones que movían sin pulso sobre los lienzos en blanco en las diminutas mesas por las que la profesora Elkie debía agacharse si quería felicitar a alguno de sus alumnos por sus lindos dibujos.

Sintió enormes deseos de acariciarlos a todos y hacerles caballito, pero se detuvo con una sonrisa y dio un par de pasos atrás, para no perturbar el trabajo que estaban realizando. Hermosos, hermosos todos.

Caminó expectante hacia la segunda sala del piso de jardín, y encontró un aula más tranquila. El profesor YoonGi no era precisamente el mejor para tratar gente de tan corta edad. Si ya fuera un curso de primaria, de seguro los treinta alumnos estarían escribiendo automáticos en sus pupitres, más por miedo que por obediencia, lo que el profesor escriba en la pizarra. Pero era un curso de jardín y todos tenían un juguete en mano y estaban sentados en el piso en forma de ronda.

Lo extraño es que el profesor YoonGi también tenía uno. Estaba sosteniendo del cuello una cabeza de muñecas, de esas que vienen con accesorios y tintes falsos para el cabello y que se crearon para que te sientas como un fabuloso estilista ya desde pequeño. Miraba expectante y con la boca entreabierta a un niño al otro lado del círculo, que parecía contar con emoción una historia relacionada con su Ken y su autito de juguete, haciéndolos chocar y ganándose la motivación eufórica de los otros 29... y de YoonGi.

«Parece que hoy está de buen humor» piensa el director Hong mientras se aleja satisfecho y extrañado de la ventana del aula, caminando hacia la última sala, sin saber qué esperar de ese curso habiendo conocido a Dino tan de cerca.

Y efectivamente, Mingyu no sabe controlarlos. ChangKyun revisaba sus papeles del escritorio mientras él perseguía por todo el salón a DaWon, que se robó sus anteojos y no paraba de correr, saltando de banco en banco. Joy estaba haciéndole unas trenzas a Mina, sentadas en el piso, BamBam y Lisa jugaban a la versión tailandesa del juego de la oca, y tanto Shownu como Kihyun no paraban de cantar una versión muy aguda de la canción de un comercial de pollo.

«¿Debería hacer algo?» su mente no paraba de divagar. «Neh, ya se las va a arreglar». Y así, lavándose las manos y subiendo las escaleras, Joshua se saltó la primaria que consideró innecesaria controlar (mala elección, Hong) para ir directo al tercer piso.

El aula del primer curso de secundaria estaba demasiado fría, no por el clima sino por el ambiente. La mayoría de los niños se cambiaba de escuela al terminar la primaria, y el rejunte de alumnos que recibían de otro colegio solía ser un manojo de timidez y nervios, sin atreverse a hablar a otro. Había varios niños que reconoció de la oficina, que se cambiaron de a pares para no estar perdidos y sin amigos.

El primer par (Taeyang, HwiYoung) hasta parecían tímidos entre ellos, papel que Hong no pudo reconocer aunque lo vio en repetidos patrones, entre ellos la relación de Hao y Jun. El segundo par (Jiwon, Hanbin) que parecían muy cómodos el uno con el otro, escribiendo lo que parecían ser raps. El tercer y último par (Taeil, Pyo) parecían bastante disfuncionales para ser mejores amigos. Pero la diferencia de altura, dejando al de lentes muy por debajo de su menor, parecía no interponerse en su diversión.

Jisoo quiso conservarlos así de inocentes para siempre. A esa edad, uno empieza a ser perturbado por factores externos, los que crecieron siendo malas influencias comenzaban a probar cosas peligrosas y buscando compañía para llevarse consigo a las fiestas y eso significaba más comportamientos podridos.

Esbozó una sonrisa mientras se alejaba para pasar por el aula de segundo y tercer curso de secundaria. Los Segundos siempre están revoltosos y alegres, y el aula siempre es un descontrol. Le gustaba que sea así, porque la vividez que tiene ese curso año tras año parece tradición del número. En cambio, los de Tercero caen en el limbo donde deben elegir orientación de los tres años superiores. Sin dejar de ser revoltosos, la situación les presiona desde adentro.

Cuarto y Quinto son dos salones gemelos y fantasmas. Si tienen energía sobrante de los otros años que cursaron, se esmeran un poco en hacerle la vida imposible a sus profesores, la intensión está. Muchos mini grupos, en pequeñas esquinas del salón, interesados en cosas particulares que los unen como subunidad pero los diferencian de los otros bandos.

Y ahí estaba el aula radioactiva al final del pasillo. Los papeles pegados en las ventanas y los polvillos de festejo de cotillón impregnados en los ladrillos anunciaban el último terreno a revisar. Efectivamente, Josh necesitó respirar profundo un par de segundos y tomar un fuerte coraje para acercarse a la ventana de Sexto año, claramente no siendo notado ya que cada uno estaba disperso e incluso el profesor actuaba indiferente.

Ver a Jun y a Minghao besándose en el fondo del salón, adornados con compañeros idiotas que hacían guerra de papeles (que luego se volvió guerra de lápices, de cartucheras, de carpetas y hasta de mochilas) le dió el toque romántico a una clase de Historia que, para gusto de Josh, estaba siendo muy bien interpretada por los soldados que continuaban su batalla recreativa cerca de los enamorados.

Podría haber visto cualquier otro lío simultáneo en esa aula en ese momento. Podría prestar atención a Momo y Sana pintándose las uñas en la mesa de al lado, o a BaekHyun debatiéndose a si mismo si robarles el esmalte o sentarse con ellas y pedírselos amablemente. Podría prestar atención a Jae y Brian grafiteando las paredes con marcador, o a YoungBin y Zuho riéndose estruendosamente con voz de ardilla y taxista de cincuenta años respectivamente.

Pero se sentía cercano a Minghao sabiendo su secreto. Y probablemente extrañaba mucho el amor de adolescente que solía tener, esa llama viva y naranja que sentía en el pecho cuando amaba de verdad a alguien.

La que Han intenta apagar cada vez que la siente renaciente.

De todos modos, se sentía feliz por Minghao. Convivir con él le hizo tomarle un cariño y aprecio especial, y le alegraba mucho saber que al menos él era correspondido con su respectivo amor.

Aunque últimamente al mayor no le haya ido tan mal con el suyo propio.

«Todo en orden», pensó alejándose de la última ventana en el pasillo, volviendo a su oficina con una sonrisa, recordando los pasos que ya había avanzado con su amor "incorrecto".

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