Dolor infinito

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Camus acababa de regresar de la tierra; su conversación con Shaina lo había extenuado.

Ya no deseaba seguir distanciado de Milo y había decidido contarle la verdad a la chica, ella no merecía ser engañada y él necesitaba a su amigo de regreso...

Shaina lo había recibido con una sonrisa increíble y una vehemencia en su afán por sentir que el ángel la aceptaba, pero Camus estaba muy resuelto en lo que hacía y sólo había hablado y explicado por largo rato lo sucedido el día del cumpleaños de Shaina...

Ella se había sentido estafada, dolorida y le había propinado una bofetada que aún le dolía; luego lo había abrazado y pedido perdón por su reacción...

Ella quería conocer a Milo, a su verdadero ángel de la guarda... su alma gemela... 

Camus acababa de salir de la ducha y se había recostado en su cómodo sofá leyendo cuando un ruido lo sobresaltó.

Sólo tuvo tiempo de voltear y allí estaba... 

Lo veía venir hacia él como en cámara lenta, observaba su rostro y aunque era la cara de su amigo, algo no estaba bien...

Era su actitud, su aura de maldad, sus alas eran completamente negras y la frialdad de sus ojos congelaron su cuerpo.

Camus no podía moverse, una fuerza superior lo inmovilizaba y el ángel negro se le acercaba cada vez más; de un golpe brutal lo arrojó sobre el sofá y lo tomó del cuello.

-¿Creíste que podrían engañarme? ¿tú y Shaina? ¿creíste que no sabía de tus pensamientos con ella, de tus encuentros secretos con ella?

Con cada palabra, apretaba su cuello con más fuerza y ya Camus estaba al borde de la inconciencia por la falta de oxígeno.

Milo lo liberó de su agarre pero lo golpeó en el rostro con mucha fuerza y el pobre chico que estaba indefenso ante tanta hostilidad de parte de su amigo, no podía emitir palabra alguna, su garganta estaba seca y cerrada por el ahogo, tenía sangre en su boca.

-¿Cuál era tu real propósito en todo ésto? ¿querías a Shaina o era a Milo a quién querías para ti?

La sonrisa diabólica de su agresor le mostró a Camus que su amigo estaba poseído por el demonio y que no era él mismo en ese instante.

Pero él no podía hacer mucho desde su desventajosa situación actual...

-No... por favor... Milo...

-Soy Lucifer, jovencito... tú llevaste a tu amigo junto a mí, todos sus demonios despertaron y ahora me pertenece... pero tú eres mi estorbo y te sacaré del medio en este momento.

Sin dar tiempo a nada a Camus, lo volteó como si fuese un pequeño juguete y desgarrando sus ropas lo penetró brutalmente.

Sus garras se clavaban en las caderas del ángel que era movido bruscamente ante cada embestida.

La sangre corría en cantidad entre sus piernas, el dolor era inmenso, sentía que estaba siendo destrozado por dentro, desgarrado sin piedad...

Lo peor era que el ángel sabía que su agresor no era su amigo, pero era su cuerpo el que lo castigaba, era su rostro el que él veía y no podía emitir un simple sonido... ni siquiera salió un grito de dolor de sus labios, Camus sólo estaba allí con su cuerpo agonizante mientras su alma buscaba el amparo de Dios... iba cayendo en una lenta pérdida de conciencia pero sabía que aún faltaba para salir de ese infierno...

Lucifer sólo reía triunfante y se relamía en el placer que sacaba de ese joven cuerpo casi sin vida... lo había logrado, se había deshecho de su principal competencia y encima había sido embriagante el sexo forzado con el menor... lo había violado pero su máximo triunfo había sido el tomar su virginidad y su pureza...

Lucifer podía leer la mente limpia de Camus y esos pensamientos, le daban aún más hambre de hacerlo suyo. 

Acabó varias veces en el cuerpo del ángel antes de salirse y tirarlo al piso como si fuese basura, con aprehensión.

-Conmigo no se juega, chiquito, que te sirva de consejo para otra vida... ahora debo deshacerme de mi otro problema, la chica, y Milo será sólo mío por siempre... 

Camus escuchó las últimas palabras de Lucifer a pesar de que su mente estaba en tinieblas, que el dolor de su cuerpo y su alma no le permitían mover un músculo...

Cuando Lucifer se hubo ido, con fuerza sobrehumana se fue aferrando al sofá para incorporarse lentamente, sólo para caer pesadamente sobre éste; sus piernas no le respondían, todo en su cuerpo era pura agonía...

El olor de su propia sangre le revolvió el estómago pero se sobrepuso y como pudo se levantó y fue por ropa a su habitación...

Le costó vestirse, estaba mojado en sangre y sudor del diablo y sus lágrimas caían sin parar...

-Debo salvar a Shaina y a Milo... dame fuerzas Señor...

Angeles caídos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora