II.

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Jane. 

La velada trascurrió rápidamente, la voz de la soprano había conquistado a todos y cada uno de los presentes en la sala. Por un momento no me sentía tan fuera de lugar como cuando desembarqué aquella misma mañana; tenía otra vez a Olivia a mi lado. Era curioso, de haber sido inseparables durante muchos años para que luego, mi partida borrará aquella amistad. La culpa no fue de ella, sino mía. Al principio correspondía a todas sus cartas, hasta que llego un momento en que poco a poco yo cambié, me hice más fría, más dura, no quería que nadie me hiriera. 

Miré hacia donde ella se encontraba, estaba expectante escuchando con pasión las últimas notas de la canción. Olivia seguía siendo la misma, de eso no cabía duda, deseaba volver a pasar las tardes con ella, hablando de  nuestros sueños, de nuestro futuro. Pero necesitaba tiempo, tiempo para que ella conociera a la nueva Jane, no la soñadora y risueña yo del pasado, sino a la Jane cerrada, la que nunca exponía sus sentimientos.

Finalmente, la ópera llego a su éxtasis final y todo el mundo aplaudió como loco, había sido cautivador de eso no cabía duda. Mientras recorría con la mirada los distintos palcos, curioseando sobre las expresiones de la gente ante los aplausos, una mirada captó de mi atención.

Un joven moreno que se encontraba en el palco de en frente, estaba mirando hacia el nuestro con el ceño fruncido, parecía incluso enfadado. En cuanto noto que mis ojos se posaban en los suyos, desvió la mirada molesto y siguió aplaudiendo.

Poco a poco fuimos saliendo del teatro, hacia nuestros carruajes. La noche era fresca, típica de un mes de Junio, pero no hacía falta el uso de una chaqueta o fular. 

Observé a mi padre hablando con el barón Collingwood, cuando ambos me hicieron un gesto para que me acercara:

-Estoy intentando convencer a su padre para que asistan a la velada que daremos mañana en la mansión- dijo mientras se encendía un puro- pero aquí mi querido amigo insiste en que te encuentras extasiada del viaje y deberías descansar unos días.

-Que considerado por su parte, padre- sin quererlo me salió una leve ironía en la entonación de la frase. Si querían que fuera la hija sumisa y coqueta que esperaban tendría que fingir- pero nunca podría declinar una invitación del mismísimo barón- mi padre se encontraba sorprendido por mi respuesta; bien lo estaba consiguiendo- además estoy deseando de poder pasar más tiempo con Olivia y presentarme a la sociedad londinense lo antes posible.

Mi padre me miró complacido y dió un ligero toque en la espalda como señal de agradecimiento. 

-A las siete estaremos allí sin falta, Francis- oí como ambos intercambiaban las respectivas despedidas, cuando me acomodé en el asiento del carruaje y cerré los ojos intentando  no pensar la decena de ojos que me observarían mañana. Jane Lowell, había vuelto.


Me desperté con un fuerte dolor de cabeza, abrí los ojos y recorrí toda la habitación en busca de la bata. Aquella mañana, era una mañana de sábado nublado, miré por la ventana y pude divisar un par de nubes grises que predecían una tormenta. París y Londres no eran tan diferentes en ese sentido, el clima era horrible en determinados momentos y si aquel día ya era nefasto de por sí ya que tendría que ir a la maldita cena y fingir mi mejor cara, que el clima fuera lluvioso me ponía  aún peor.

Decidí bajar al comedor a desayunar, no era tan temprano, así que con suerte no me encontraría a nadie. Bajé sin hacer ruido las escaleras que me conducían a la planta baja, cuando me encontré a mi madre intentando que Charles comiera los trozos de manzana del desayuno.

INEFABLEWhere stories live. Discover now