¿Es mala la venganza?

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- no entiendo porqué dicen que tengo adicción al sexo, estoy muy confundida

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- no entiendo porqué dicen que tengo adicción al sexo, estoy muy confundida.

Verónica claramente tenía sus planes bien hechos en su pequeña cabeza, no era estúpida y tampoco se dejaba mangonear por la energúmena de su madre. Ella no necesitaba aquellas citas de terapia por una adicción que claramente no tenía, pues ser sexualmente activa no significa que tengas una seria adicción al sexo, pensó con molestia.

Reconocía que el sexo era demasiado bueno como para ser ignorado, pero tampoco era como si se revolcara con cualquiera.

Verónica tenía una pequeña lista de las cosas que más le mojaban las bragas y no ignoraba ni un solo punto. Cuando veía a alguien que cumplía sus requisitos no dudaba en sacar las garras y estos nunca se negaban al ver tremenda mortal con cara de ángel y cuerpo de diabla.

La adicción no le parecía una razón lógica pues no todo el mundo cumplía con los requisitos que llevaba apuntados en la lista de su cabeza, pero aún así había asistido a aquella terapia.

¿Por qué sería?.

Verónica se sentía frustrada sexualmente, pues su ultima presa había ya cumplido su tercera noche con ella y ella no permitía que ningún hombre la toque más de lo previsto, para ella claro. No se arriesgaría a un corazón roto, pero tampoco renunciaría a los polvos inolvidables de los hombres que había escogido.

Tres noches eran suficientes para ella, e incluso, sus presas regresaban por más, siempre querían más noches de pasión y ansiaban de su compañía, pero esta siempre se negaba.

Lo último que quería era salir perdiendo cayendo enamorada de unos de ellos, aún no estaba lista para sentar cabeza y una relación seria en este punto de su vida no era de necesidad. Podría obtener los hombres que quisiera, sexo del bueno y sin ningún sentimiento de por medio.

Demasiado genial para ser cierto, pensaba ella.

Los ojos azules del hombre miraron las canicas marrones de la chica, sin aventurarse a echar un vistazo al gran escote que enseñaba.

Respetuoso, ronroneó en su mente.

Verónica miró los hombros anchos de aquél caballero y bajó por su camisa bien planchada, notando sus pectorales encima de la misma. Sus ojos azules parecían el mar puro y no pudo evitar maravillarse, pues eran unos de los más bonitos que había visto en su corta vida.

Bajó por sus manos quiénes sostenían su porta papeles, eran grandes, masculinas y elegantes. Subió por sus brazos, eran velludos pero de una forma atractiva. Sus ojos no paraban de examinar a la alta y atlética figura de aquél hombre de aura fuerte al frente suyo. Era atractivo y fuerte, grande, imponente. Como le encantaban.

Bajó por su pantalón de poliéster gris y se encontró con algo que le provocó una sonrisa de satisfacción al ver que él ya había caído en sus redes sin mover ni un solo dedo.

Los deseos de VerónicaWhere stories live. Discover now