Capítulo 10

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Sinceras palabras


Cassandra lo miró perpleja y confusa. Había pensado que había escuchado mal, pero aquellas declaraciones eran inconfundibles.

—Te has vuelto completamente loco.

—En lo absoluto, es así de simple, pago la deuda y tú me das la noche de bodas.

—Eso es chantaje.

—Eso es algo por lo que he estado esperando por muchísimo tiempo, Cassandra, no me puedes negar la noche de bodas.

—Pero no por querer pagarle a mi padre la deuda, no puedes hacer eso y si lo haces jamás me quedaré contigo, es más, no quiero quedarme contigo, Keith.

—¿Por qué no?

—Porque me tratas como si no valdría nada para ti —le confesó y él se quedó atónito.

—¿Eso piensas?

—Desde que contraje matrimonio contigo.

—No creí que pensabas eso de mí.

—Cómo no pensarlo, si reiteradas veces, me hiciste sentir vulgar, poca cosa, e inútil.

—Siempre he vivido de apariencias, y por las cosas que pensaban los de mi entorno, jamás dejé que mis sentimientos formaran parte de mi vida. Y cuando salí con Margot, fue lo que me llevó a cerrarme por completo.

—Y yo pagué las consecuencias.

—Sí. Lamentablemente sí.

—Reconozco que mi familia es de terror, y tienen miles de defectos, sobre todo mi padre. Pero jamás quisiste conocerme en verdad. Solo nos casamos por mi padre, y tú te llevaste una impresión errónea de mí. Porque sí contesto, y sí hago cosas. No puedo quedarme sentada a que los demás hagan las cosas por mí, o esperar a que pasen las horas. Y sí, solía trabajar, porque me sentía útil. Desde que nos casamos, que nadie sabe sobre mi familia, o sí, pero no como son en verdad. Y sé que sería terrible para ti, si supieran que son disfuncionales, y mi padre podría llegar a manchar el buen nombre de tu empresa.

—Podría, pero yo no quise porque prefería que se mantuvieran las cosas en bajo perfil. Y con respecto a lo que siento por ti, ya no negaré lo que siento, me he reprimido por muchos meses y es hora de que todo fluya entre los dos.

—Si intentas pagar esa deuda, te aseguro que te abandono, no puedes mezclar las cosas, no de esa manera. Si lo haces, creeré que solo me usaste para que termine acostándome contigo.

—Eres mi esposa.

—Y como tal, creo yo, que merezco respeto. Un respeto que dejaste al margen desde que nos casamos hasta estos últimos meses. Puedo no tener clase ni posición, pero me considero digna, y respetable. Y no creo que la mayoría de las esposas de tus amigos puedan decir lo mismo, empezando por Margot.

—Tú caiste bajo también, saliendo con ese tal Anton.

—Ni se te ocurra decirme algo así, tú me tendiste una trampa, haciéndome firmar un divorcio falso —le gritó, golpeándole el brazo con su puño cerrado, y él terminó riéndose.

Él, mientras continuaba riéndose por lo bajo, encendió el motor y emprendieron nuevamente el rumbo hacia Beverly Hills. Ella, se sentó cómodamente en el asiento, y se puso de costado, dándole la espalda. Solo quería relajarse, y aplacar las lágrimas que intentaban salir con facilidad.

Pronto llegaron a la casa. En donde Cassie, salió del auto apenas lo estacionó, y retiró el bolso que traía consigo.

—Luego ven al estudio, necesito hablar contigo.

Amor se paga con amor ©Where stories live. Discover now