E P Í L O G O

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Cuando los seis hermanos llegaron a casa tras salvar a su hermano, sus padres estaban despiertos, esperando a que volviesen y junto a ellos una explicación. Y tras dársela, Karamatsu pidió tiempo a solas con sus padres para hablar con ellos que sus hermanos entendieron.

El azul les empezó a explicar todo lo que sentía, y se disculpaba por no haber hablado con ellos antes. Les habló sobre sus pensamientos suicidas, haciendo llorar a sus padres, que sólo decían una y otra vez que lo sentían mientras lo abrazaban.

Pero el segundo, con una sonrisa, les aseguró que estaba bien. Que si no había dejado este mundo era porqué algo lo detuvo además de sus pensamientos de familia y amigos. Fueron sus hermanos, que habían llegado y con sus palabras evitaron una tragedia.

Cerró la puerta tras él, dejando a sus padres a solas y con una sonrisa se dispuso a volver con sus hermanos. Al ver como el mayor estaba en las escaleras, apoyado en la pared con una divertida sonrisa, el azul no pudo evitar sonreír también.

-¿Paseamos?

Con un asentimiento de cabeza como respuesta, ambos hermanos salieron de la casa sin importar que hora fuera de la noche, sin importarles realmente si habían dormido o si los demás les miraban extraño por ir sólos a esas horas. El azul, con una sonrisa como hacia mucho que no veían ninguno de los demás, caminaba fijando su vista al oscuro cielo iluminado por estrellas. Le resultaba agradable la tenue luz que estaba iluminando el ambiente junto a algunos postes de luz que estaban en la calle.

El rojo miraba atentamente y con ternura a su hermano menor, a como sonreía de aquella manera tan sincera, y recordando las sonrisas tan forzadas que solía dedicarle, aquellas que ahora parecían tan lejanas a pesar de haber sido hacía unas pocas horas. El brillo que podía verse en sus ojos, aquel que era causado por el reflejo de las estrellas y la alegría del chico que ahora sentía hacían que el mayor sólo sintiese más paz dentro de él. No podía sentirse mejor al ver a su hermano finalmente feliz.

Puede que aún hubiese oscuridad dentro de él, pero si una luz se había encendido sería más sencillo acabar con la tristeza.

Osomatsu volvió a la realidad al sentir una calidez en su mano. La calidez de otra, posándose sobre la suya para agarrarla con delicadeza. El azul lo observaba con una sonrisa algo más tímida que la anterior al haber hecho aquel acercamiento tan arriesgado como lo era en aquella situación. Pero el mayor no dudó en tranquilizarlo agarrando con más seguridad su mano.

Aquella terrible tragedia había hecho que ambos se volviesen más cercanos. Que una llama de amor se encendiese en sus corazones. Una llama que empezó como fraternal y ahora había cambiado. Quizás no estaba bien.

-Gracias, Osomatsu nii-chan. -agradeció, con una sonrisa y sus ojos suavemente cerrados. El mayor no podía dejar de sonreír cuando lo miraba, pero no por ello no pudo mirarle confuso.

-¿Qué agradeces? -preguntó, ya que él no había hecho nada digno de agradecer. Karamatsu volvió a abrir los ojos para mirar a su hermano mayor fijamente.

-Todo esto. -empezó, y al ver que su hermano seguía sin entender a que se refería decidió seguir hablando. -Hacía tiempo que no me fijaba en lo hermoso que era el cielo de noche. Hacía tanto que no prestaba atención a las cosas pequeñas que me rodeaban.

-Me alegra ver que te he ayudado en algo. -respondió, ampliando su alegre sonrisa, rascando levemente su nariz por debajo con su dedo de aquella manera que solía hacer.

-¿Bromeas? Los cinco me habéis ayudado desde el primer momento. Sólo que yo... No supe apreciarlo. -comentó, ahora bajando la mirada al recordar todas las veces que le habían ayudado y como él lo había compensado. Había intentado dejarlos.

Happy Pills. | Osomatsu-san. Where stories live. Discover now