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El desasosiego, a este punto, parecía correr como sangre por sus venas. Cada respiración en la fría mañana significaba la entrada de no sólo el oxígeno, sino también más nervios. 

Había estado preparándose casi toda la noche y debido a ello había podido dormir sólo dos horas, pero aún así, sus manos temblaban y sus piernas parecían querer desmoronarse. Sentía que si daba un paso más, caería, y aquello lo tenía sumamente aterrado. 

Sin embargo, ya estaba ahí. Se hallaba a sí mismo plantado en la entrada de su nueva preparatoria, donde cursaría su último año. Aquella preparatoria donde no conocía a nadie y la incertidumbre sobre cómo le iría parecía comérselo vivo. 

Sus manos alisaron infructuosamente el saco azul marino reglamentario de la escuela, el cual carecía de algún desperfecto pero la ansiedad que se apoderaba de su ser impedía que el joven pudiera notarlo, actuando como si de un tic se tratase. Si tuviese que comparar, visualmente le gustaba más éste uniforme que el de su anterior escuela, sin embargo, no podía decir que se sentía cómodo y mucho menos en su primer día, donde incluso aunque nadie lo mirara, se sentía tan juzgado que hasta el viento podría abusar de él.

Se sentía tan pequeño en aquel momento...

Suspiró, y como ademán para intentar desviar sus nervios, terminó pasando su mano derecha por su cabello, deshaciendo quince minutos de trabajo en éste pero, que al fin y al cabo, no habían servido de nada. 

El saco, si hablaban del largo, le quedaba bastante bien. Sentía que le quedaba a la altura justa y lo mismo sucedía con los pantalones de un azul tan oscuro que fácil pasaba por negro; el problema yacía en la talla. En la cintura y espalda baja, todo iba de maravilla, pero sentía varias partes de su anatomía (dígase hombros, brazos y muslos) siendo asfixiadas por la tela del uniforme. En otro momento, le hubiese alegrado muchísimo notar de aquella forma los frutos de su entrenamiento físico cada vez menos esporádico, pero justo en ese momento, donde sus piernas sólo se sentían capaces de huir de vuelta a Busan, no se sentía tan estupendo.

— Permiso, estás en medio del camino.

Al instante, casi como si hubiese sido descubierto en algo malo, como si hubiese sido asustado o estuviera huyendo de algún peligro mortal, se apartó de la entrada y dejó pasar al grupo de chicos que, luego de avanzar por los pasillos, hablaban entre ellos dedicándole miradas furtivas por el rabillo del ojo. Las risas surgieron de lo profundo de sus gargantas y supo que estaban riéndose de él.

"Vamos, Jimin, tú puedes", se animó a sí mismo.

Costó de una respiración honda, de tragar saliva sonoramente y de un par de minutos de preparación para finalmente poder avanzar por los blancos pasillos del lugar.

No habían muchos estudiantes rondando por el lugar y debido a la hora, la entrada era recurrida más que todo por estudiantes apresurados a los que el tiempo les jugó una carrera.

Le costó hallar la administración, pero ahora caminaba aún más nervioso (si es que era posible) hasta encontrar su salón de clases. Había recibido una descripción bastante vaga del camino, por lo que resultaba difícil encontrar su camino sin mirar constantemente los papeles y la numeración de cada salón por el que pasaba.

Aún no iba tarde, pues la jornada escolar comenzaba en quince minutos, pero quería encontrar su salón desde antes y evitar situaciones raras e incómodas.

Sumido en su búsqueda, dobló sin cuidado en la esquina, resultando en un choque que casi hace que pierda todos sus papeles.

— ¡Hey, fíjate...! —tan pronto como comenzó a hablar, la voz grave detuvo su andar—.   ¿Nos conocemos?

❝LIMITLESS❞ »park jimin, bts.Where stories live. Discover now