El estudio

2.1K 103 2
                                    

[Pasados los días después de la expulsión de Ago, Raoul decide enseñarle un lugar especial.]




Aquél era un lugar un poco oscuro, que servía a las veces de estudio y trastero.

Estaba en una caseta apartada de la vivienda principal por unas escaleras que bajaban desde la piscina en su parte trasera. Había un piano eléctrico y un par de focos con paraguas para la luz, una mesa de mezclas, varios micrófonos de pie y mano...

Un escritorio y algunas sillas repartidas, apoyadas en las paredes acolchadas que hacían que la habitación quedase totalmente insonorizada.

Agoney no podía cerrar la boca por la sorpresa. Todo aquello era increíble y estaba a su entera disposición. A la suya y a la del dueño del lugar, su amigo Raoul.


- ¿Qué? Mola, ¿eh? - Preguntó emocionado este último.


- Bueno... No está mal. - Contestó con retintín el canario.


- ELLA, envidiosa.


Y la envidia era real. Pero no era envidia mala, sabía que aquello se lo había ganado con esfuerzo.
Su hermano y sus padres habían ido ayudando a construir lo que ahora era su sitio preferido de la casa, donde pertenecía y pasaba la mayor parte del tiempo antes de entrar en la academia.

Donde se encerró al salir de ella, aunque aquello no se lo había contado a sus compañeros por miedo a parecer débil o dramático. Pero en él sí podía confiar; sabía que nunca le juzgaría.


- ¿Sabes? - Dijo el rubio paseando por delante del piano, rozando las frías teclas. - En realidad... Cuando me expulsaron, no salía de aquí. Era lo más parecido a las clases. - Un reflejo de pena en la cara de Agoney pasó a convertirse en dulzura cuando añadió.- Me pasaba el tiempo cantando Every breath you take, Million reasons... Manos vacías. - Levantó entonces un poco la cabeza, mirando de reojo a su compañero. - Aunque no tenía sentido cantarla solo. - Sonrió un poco el pelirrubio. - Parecía que no podía escuchar o cantar ninguna canción que no hubiese interpretado mientras estaba en el programa... Como si una parte de mí se hubiese quedado allí.


- Ahora ya está. Ya estamos todos juntos. Ahora podemos compartir la pena de no estar allí.


- Era como un sueño...


Y entonces, el pequeño se rompió. Sus castaños ojos ahora estaban enrojecidos por las lágrimas.

El chico moreno le rodeó con sus brazos por detrás, dejando que este apoyase la cabeza contra su hombro mientras las gotas rodaban por sus mejillas.


- Ahora, vamos a por otro más grande.

Sentenció el canario, besando la mejilla mojada de su amigo.

Al separarse poco a poco notaron el frío que hasta ese momento había entrado por la puerta.

Cerraron la pequeña cabaña de cemento y concretaron que debían dejarse de lamentos y empezar lo que habían ido a hacer en primer lugar: ensayar.


- ¿Quieres que empecemos por...?


- No. - Se negó Agoney con una media sonrisa, sabiendo como iba a terminar aquella pregunta. - Cantemos alguna grupal... ¿La revolución sexual?


- Vale va. Pero... - Insistió el otro, dándole la espalda, rebuscando entre los libretos que estaban esparcidos por la mesa principal. - En algún momento tendremos que ensayarla. Al menos vocalmente. Los tonos...


- ¿Y la interpretación? - Quiso saber el de Adeje extrañado.


- Ya no me hace falta. - Dijo cortante Raoul, dejando a su colega con los ojos abiertos como platos y las mejillas ardiendo. - ¿Empezamos?


Se dedicaron una fugaz mirada y dos sonrisas tan grandes que podían iluminar la noche.

La música empezó a sonar y los chicos bailaron con ella, dando saltos por la sala.

Cantando cada uno un verso:


- ¡Dímelo ya! Necesitas descansar.

- Ahora ¡dímelo ya! Esperar está de más.

- Porque va a suceder... El verano del amor.

- Sé que va a suceder... La revolución sexual.


- Y hace días que sabes que no. - Ago miró al rubio a los ojos, caminando hacia él. - Que a veces no hay que tener la razón...


- Tú, que decidiste que tu vida no valía. - Avanzó un par de pasos el de Montgat. - Que te inclinaste por sentirte siempre mal...


- Que anticipabas un futuro catastrófico, - continuaba el canario,- ¡hoy pronosticas la revolución sexual!


- ¡Déjalo ya! No pretendas despistar. - Le desafió el chico de pelo dorado.


- Ahora, déjalo ya. ¿A quién quieres engañar? - Preguntó casi sin cantar el otro, arqueando una ceja.


- Porque va a suceder, el verano del amor... - Estaban cada vez más cerca.


- Sé que va a suceder. La revolución sexual... - Agoney acariciaba la nuca de su compañero, atrayéndolo hacia sí, sin a penas pestañear.


- Y hace días que sabes que no... - Habló esta vez Raoul, sonriendo solo un poco.


- Que a veces no hay que tener el control...


Con los ojos en la boca del otro, iban recitando cada palabra.

"Well, are you ready to go?" sonaba justo antes de que sus labios se enfrentaran al fin.


No había lugar de sus cuerpos que no deseasen acariciar, como si les faltase tiempo para terminar lo que recién estaban empezando. La ropa empezaba a sobrar y sus manos, llenas de piel y músculos del otro, quemaba. Habían esperado tanto tiempo que ahora ya no podrían frenar, como otras veces se habían obligado a hacer por estar en sitios públicos donde miradas ajenas podían pillarlos infraganti . Por fin, era su momento.


El frío de febrero había desaparecido.

Juntos, por fin. [RAGONEY] -Where stories live. Discover now