Capítulo 9 - El espejo

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Han pasado semanas, diría meses desde el nombramiento de Link como caballero elegido para escoltar a mi hija.

En este periodo de tiempo, no todos los reportes que he recibido han sido positivos. No por culpa del muchacho, al parecer se comporta con seriedad y acorde a sus obligaciones. Es por la negativa de mi hija a aceptar su asignación. Me hace perder la paciencia. Ella es la primera que ha recibido instrucción por parte de los sheikah, ella sabe de sobra cuál es la vinculación que hubo hace diez mil años entre la princesa de Hyrule y el portador de la Espada. Aunque sean borrosos los resquicios que nos quedan de ese vínculo, debe comprender que llegada la hora no podrá hacer nada si no está la Espada a su lado. ¿Qué estoy haciendo mal con ella, por la Diosa? Hace tiempo que debería haber madurado, hace tiempo que abandonó sus formas infantiles para parecerse más a una mujer. Sin embargo, se sigue negando a cumplir con su deber de meditar en las fuentes, ella invierte su energía en otras cosas, como ir de un lado a otro con los sheikah, o como investigar esos chismes infernales arrastrando al muchacho con ella. Ojalá estuviera aquí mi esposa.

Hoy he organizado una audiencia privada con ambos, con mi hija y el muchacho. He ordenado que preparen una merienda en el jardín. Necesito comprobar por mí mismo cómo progresan las cosas, estoy cansado de reportes confusos.

Zelda recordaba muy bien aquella merienda en el jardín hacía más de cien años. Acudió con la ilusión de que su padre se interesase de veras por ella, pero no tardó en comprobar (y ahora el diario lo corroboraba) que su padre sólo pretendía controlarla a través de aquel encuentro. Controlarla a ella y a Link. A veces era molesto y doloroso lo que encontraba en el diario del rey, pero seguía con la firme determinación de leer hasta la última página sin perder detalle, por mucho que eso pudiera afectar a su corazón. Decidió que dejaría la lectura sobre la entrevista en el jardín para más tarde, ya empezaba a anochecer y la luz escaseaba un poco.

Había subido a la colina que estaba cerca de casa. En lo alto había un gran roble, y ella encontraba agradable el lugar para leer, pensar o simplemente para estar a solas. Desde allí había muy buenas vistas, era posible ver gran parte del camino que comunicaba la aldea con la muralla, por ejemplo. Y si estaba allí era también por ese motivo.

Habían pasado tres días desde que Link se marchó a buscar rastros del ladrón que había asaltado su casa. Por la Diosa, tres. Era irónico, fue capaz de sobrellevar su ausencia durante meses con más o menos éxito, pero aquellos tres días se le estaban haciendo eternos. Le preocupaba que él se hubiera metido en problemas, por muy seguro que pudiera ser Hyrule después de la desaparición de Ganon. ¿Y si su caballo se había desbocado y él se había quedado perdido en medio de la nada? Ella le había prestado la piedra sheikah para que él siempre pudiese encontrar el camino de vuelta, pero aún así... ¿Y si los esbirros de Tanagar le habían tendido una trampa y lo habían capturado? Estuvo tentada de usar sus poderes telepáticos para verle como cuando estaba atrapada en el castillo, pero la Trifuerza era muy débil en ella, el poder sagrado era apenas el aleteo de un insecto moribundo que yacía en su pecho. No podía malgastar esa escasa energía en algo tan egoísta como calmar su ansiedad por saber algo de Link.

-¡Zelda!

Cerró el diario y se incorporó. Cecille subía colina arriba jadeando por el esfuerzo.

-¿Cecille? ¿Qué haces tú aquí?

-Vengo a observar el camino, desde aquí se ve muy bien -dijo Cecille, apoyando las manos en las rodillas para recobrar el aliento.

-¿Y eso? ¿Sientes curiosidad por el progreso de la reconstrucción de la muralla?

-¡Qué va! -exclamó, soltando una carcajada -Es para ver si Link vuelve o no.

Aquella revelación tan honesta provocó una sacudida en Zelda.

El trono perdidoWhere stories live. Discover now