Capitulo 3

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Verla besar a otro se volvió mi día a día. Quería tener la fuerza de no verla, de ignorarla tal como ella hacía conmigo... Pero no podía. Dejar de verla era una agonía.

Fue un año el que duro aquel tormento. Los veía en la escuela, de regreso a casa caminaba tras de ellos. Quisiera decir que lo hacía por qué tenía, porque era así. Cuando niños solíamos volver juntos a casa, tomados de la mano. ¡Ah, los buenos días! Ella solía reir de mis bromas y, yo sabía que así debíamos estar, juntos, yo era suyo y, aunque ella no lo dijera, cuando niños; era mía. Pero ahora; ahora la miraba a la distancia, caminaba tras de ellos de regreso a casa. Siempre mirando la unión de sus manos, la forma en cómo ella reía, de la forma en que antes reía conmigo. Si me daba prisa a entrar a casa  podía verlos besarse desde la ventana de mi habitación en el segundo piso. Algunas veces cuando la veía... Imaginaba que él era yo.

Y dolía...

Podia verlos, ella tonteaba un poco con él y, él imbécil la sujetaba, la tocaba, como si le perteneciera... ¡no era su destino! ¡no la apreciaba como yo! En el fondo, pensé que pronto terminarían, que con el tiempo al igual que las cientos de parejas de la escuela terminarían discutiendo y romperían. Y quizá, solo quizá yo estaría ahí, para consolarla, para demostrarle que yo si la amaba. Solo debía esperar a que rompieran...

No fue así.

Los observé ir a la escuela juntos, volver también. Siempre tomados de la mano, riendo, besándose cada par de pasos... Cómo lo envidie.  Y dentro de mí, me conformaba con verla reír. Porque pese a todo el daño que me causaba lo que por ella sentía... Yo la quería.

A veces, me iba a la cama temprano, bajo las mantas soñaba con ella y, la imaginaba, riendo a mi lado, que me miraba como lo veía a él, que me besaba como a él. Que no me ignoraba... Eran sueños. Sueños que aminoraban mi sufrir y, aumentaban mi fantasía, solía dedicarle a ella mis escasos momentos de placer en la soledad de mi recamara.

Los días pasaron, los meses también. La rutina fue la misma, ella con él y, yo detrás observando. Hasta ese día, aquel maldito día.

Caminaba a casa tras de ellos, cuando una chica de risa boba les alcanzó. Su mejor amiga, reía con un papel en manos dando gritos de emoción.

— me han aceptado—chillo y, ella la siguió en los gritos de emoción.

—¡estaremos juntas!—dijeron al unísono. Y yo no entendía. ¿Que mierda sucedía?

—podremos salir los tres de fiesta— dijo su mejor amiga—. ¿Te imaginas? Los tres en la misma universidad— soltó soñadora. Ella asintió llena de emoción y, a su lado él me noto.

— no es ese Emanuel— señaló él a ella. Ella dejo de reír, giro un poco el rostro y después de tanto tiempo por fin me veía de nuevo. Nuestros ojos se encontraron. Vi una chispa de emoción, de cariño, ¿O fue mi imaginación?

— si, es él— respondió, sin más, giro el rostro ignorandome de nuevo.

Su mejor amiga, río una vez más, sin notar el gesto de asco que ahora reinaba en el rostro de ella— ¡¿A qué universidad irás tú, Emanuel?!— me pregunto, con aire coqueto. Sin duda pese al plantón en aquella fiesta yo le seguí atrayendo.

—¿Universidad?— pregunte en respuesta.

Pero no me escucharon, siguieron hablando emocionados, ahi parados, sin avanzar.

"Juntos los tres"

"Universidad"

Resonaba en mi mente. Y entonces lo supe, supe de que hablaban, ella no solo me ignoraba, ahora se iría, se alejaría de mi... Sé iría con él.

—¿Ema?— la llamé, su nombre, su nombre siempre fue una caricia a mis labios, tres letras, y al pronunciarlas mis labios se rozaban, como si besaran la palabra al pronunciarla.

Ella me miro, frunció el ceño con tal indiferencia, que me sorprendió que su frialdad no me doliera más que descubrir,  lo que sucedía.

—Habíamos dicho que siempre iríamos juntos— susurré sabiendo que me humillaba, que me arrastraba al recordarle una promesa vana de dos chiquillos que ya ni siquiera conversaban.

—¿De que habla?— río su novio, puso una mano sobre sus hombros.

Los tres me miraron, ellos con lastima, podían ver mi desconcierto. Pero Ema, ella me miro con alivio, como si el decir aquello la liberará—. Estas demasiado apegado a mi, tienes que vivir, Emanuel, es por tu bien, ya no somos unos niños que tienen que ir a donde mismo— río y, ellos rieron con ella, apreté los puños en respuesta y, los escondí en los bolsillos de mis vaqueros—. A veces eres tan... —no dijo nada, sus labios se torcieron en una mueca. Y yo no pude más, di zancadas largas, pasando de largo a su lado sin prestarle más atención.

—¿Que le sucede?— escuché que su amiga cuchicheo.

— él es así, raro—. Sé burlo, Ema. Y los escuche reír a los tres. Me aleje a prisa. Lleno de rabia, de... No, odio no, yo la amaba.

Pero su risa me persiguió hasta llegar a casa, hasta entrar en mi cuarto y esconderme bajo mis sabanas.

Se reía, yo era su burla, ella se iba, sin mi, me dejaría... La perdería.

Ella era mi mundo, mi todo... Y para ella yo no era nada.

Nunca me quiso© (Disponible En Amazon Kindle).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora