- ❁ Capitulo uno.

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¡Andando, imbécil! —Fue lo único que pude escuchar, después de la llamada telefónica. Recuerdo que se echó a reír y después colgó. Entonces, sentí como alguien cubría mi boca con un trapo húmedo. Apenas pude defenderme. Maldije no haber asistido a esas clases de defensa personal a las que Brit Johnson me invitaba, lo maldije. Uno, dos, tres, cuatro, cinco piquetes. Pude presenciar aún todos ellos después de haber colgado el teléfono. Caí en los brazos de alguien, aunque nunca supe quién. Mientras aquella porquería hacía reacción en mi cuerpo, pude alcanzar a ver el rostro. Más bien, la máscara. Me sentí, por un momento, en los brazos del Guasón. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Seis, seis manos. Dos me tomaron de las piernas, dos me tomaron de las manos, dos me sujetaron el rostro para comprobar que estuviese dormida. Hace unos segundos estaba camino a casa, parpadeos después, me encontraba dentro de una camioneta. El piso frío y la respiración de unos cuantos hombres, mi conciencia divagando, un dolor de cabeza horrendo — No puedo arrancar la camioneta sin su orden, lo siento.

 

Que lo hagas, carajo —Apretó mi muñeca y, por alguna extraña razón, hizo presión en ella. Como si eso fuese a darle valentía de hablarle en un tono violento. El conductor no contestó — Mueve el culo —Tampoco contestó. Claramente pude escuchar ese click que hacen las pistolas cuando están a punto y preparadas para ser disparadas — He dicho que muevas el culo —Acento británico, británico. Tomó el mando de la camioneta y, el ex de esta, sostuvo entonces mi mano. Nos estábamos moviendo, era lo único de lo cual podía estar segura. Pero… ¿Hacia dónde? ¿Por qué? ¿Con quién? Ese mismo comenzó a acariciar mi cabello. Como si quisiese que me calmara, como si intentase calmarme, como si me estuviese diciendo un todo estará bien que mamá solía hacer cuando era pequeña y mis rodillas se raspaban después de caer de la bicicleta — Una flor bastante hermosa — ¿Una… flor?

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Mamá solía decir que las flores eran más que un simple ser vivo. Que debían ser contempladas, amadas, queridas. Que debían recibir alimento y darían buenos frutos, no de comida, obviamente. Que debían ser eternas. De igual manera, mamá decía que los caballeros las tomaban prisioneras para poder conservarlas por mucho más tiempo. Mis padres se conocieron en una floristería. Recuerdo que papá mencionaba constantemente que mamá era una hermosa flor. Y que había tomado a mamá entre sus brazos. Que capturó su flor, que ahora era suya, que nadie más podría poseerla, a menos que llegara una mejor oferta. Nunca dijo que no debían ser comercializadas por algo, o alguna, mejor. Tampoco dijo que el trato que ellas debían recibir, debía ser, obligatoriamente, bueno y correcto. Así que, igual que mi padre, debía cuidar de las flores. Debía imitar su ejemplo y cuidar a las flores. Debía hacerlo… como él lo hizo con mi madre.

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Y entonces… pararon. Un freno fuerte, pude sentir el aire fresco del lugar. Aunque, en cosa de nada, este se perdió. Entramos en una habitación aún más fría. Permanecí en silencio hasta que escuché unas esposas y otro click de una pistola. Alguien comenzó a desatar la venda que me habían puesto con anterioridad, otro tomó mis muñecas y me puso las esposas y, uno último, atrancó la puerta.

Veamos al pequeño girasol —Entonces, me la quitaron por completo. Cinco hombres, justamente como dijo ese alguien en el teléfono. El primero llevaba puesta una máscara de cerdo, el segundo y el tercero una de los cómplices del guasón, el cuatro llevaba un pasa montañas y el quinto una máscara de los duendes del día de San Patricio. Me hice hacia atrás apenas pude verlos a todos y cada uno de ellos. No duró mucho mi viaje visual por la habitación pues, en cosa de nada, alguien llegó detrás y me colocó otra venda — Dile que ya está aquí.

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⏰ Dernière mise à jour : Jun 16, 2014 ⏰

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Mente peligrosa. [Ed Sheeran]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant