20.UNA NOCHE LARGA

590 81 37
                                    

Sebastián en la foto (L)


La noche fue infernal sobre todo cuando escuché la puerta de la entrada cerrarse, percatándome que Sebastián se había marchado el resto de la noche. El no saber dónde y qué estaría haciendo me estaba poniendo realmente enferma. No me gustaba ser controladora; de todos modos él era libre y no podía exigirle nada. Aunque nos casáramos, el matrimonio podía ser libre para nosotros ya que solo representaba una unión.

Si él pasaba la noche con otra mujer no podía quejarme, ya que yo le empujé a hacerlo. No me servía de nada lamentarme por algo que no era mío por mucho que él dijera; no me creía nada de la voz del bosque. Dudo que una voz o espíritu se encargue de unir a dos personas que ni siquiera han asomado la cabeza al mundo exterior; demasiado místico para mi gusto.

Cuando Sebastián se fue, caminé hasta su cuarto para comprobar que no me equivocaba. En efecto se había marchado, pero de lo que me percaté al entrar era de las cientos de botellas de alcohol que había por los alrededores de la cama. Había botellas de vino por todas las esquinas de su cuarto, la sábana de su cama había sido literalmente arrancada y el cabecero de la cama parcialmente destrozado. Parecía que hubo una pelea enorme en aquella habitación.

Cuando se hicieron las ocho de la mañana, esperaba que Sebastián viniese a hacer el desayuno como de costumbre pero no fue así. Él entró pero se hizo su propio desayuno sin saludarme o bien preguntarme qué quería comer. Su sonrisa habitual había sido sustituida por una mueca de enfado permanente. Cuando se preparó el desayuno, tomó su plato y me dejó sola desayunando en la cocina.

¿En serio iba a ser así a partir de ahora?¿Eso era lo que me esperaba el resto de mi vida?

Me levanté de la mesa dando un golpe y corrí al cuarto de Sebastián. Cuando entré su cara seguía inmersa en su desayuno, mirando el fuego de la chimenea como si fuera lo más interesante del mundo.

-¿Vas a seguir ignorándome?

-Te agradecería que tocaras mi puerta antes de entrar; no me gusta que invadan mi privacidad...

-¿Es en serio Sebastián?, pero si hace unas horas estábamos retozando en el lago, ¿De qué intimidad hablas?

-Eso fue un error; no debimos hacerlo.

Aquella contestación me dolió demasiado. Lo dijo tan serio que parecía sentirlo de verdad. Antes de comenzar a llorar delante de él, me marché de allí rumbo a mi cuarto. Si me marchaba al pueblo, Sebastián me buscaría, por lo que si me quedaba segura en mi cuarto podría estar sola sin problemas. Me encerré con pestillo, atrancando la puerta corredera que daba al exterior por si acaso a Sebastián le daba la gana de entrar a hacer el idiota. Aquello que me dijo era realmente cruel; yo le había dado algo de mí que a nadie más le había dado. Me entregué a él sin pensármelo dos veces y ahora me veía como un gran error. Temía que de aquello me quedase embarazada porque para él eso sería un error aún peor y el no desear a mi hijo iba a ser el peor de los castigos.

Eché las cortinas para que tuviera menos luz, pero al acercarme a la ventana, vi como Sebastián charlaba animadamente con una chica realmente bonita y joven; se le veía muy contento. Comencé a sentirme herida y traicionada, comencé a tambalearme intentando agarrarme a lo que tuviera más cercano a mí, pero caí de rodillas haciéndome una herida bastante fea. Comencé a temblar y lloré como nunca lo había hecho; estaba claro que él me había sustituido por alguien mejor y más amable. Si esa era su decisión, no era nadie para cuestionárselo.

No tenía sentido aplazar la boda; él lo hacía para que cuando nos casáramos yo estuviera segura de que lo quería, pero por mucho que yo lo quisiera él realmente no me quería o al menos no lo suficiente.

Desde que él hablaba con ella, mi herida no dolía; él estaba a gusto y feliz en ese momento. . Aquella bonita mujer lo hacía feliz y yo no; eso me estaba matando.

Después de un rato, Sebastián entró a casa, marchándose a su cuarto. Solo imploraba al cielo que no se la hubiese traído; no podría soportar eso. Pero al parecer había vuelto solo y, por mis pinchazos en el cuello, ahora se encontraba profundamente triste. Quizás el saber que iba a estar atado a mí y no a otra que él quisiera lo hacía infeliz, por eso me vi en la obligación de hablar con él y hacer un pacto. Toqué su puerta suavemente, girando la manivela al ver que no contestaba.

Sebastián estaba ebrio sobre la colcha, sin una manta sobre su cuerpo. Tenía la mirada perdida en el techo, ni siquiera se había percatado de mi presencia.

-Sebastián vine a hablar contigo de un asunto-Le dije con la mayor entereza que pude.

-Habla-Dijo de forma brusca.

-Quiero que sepas que entiendo tu postura y que quiero que sepas que estoy dispuesta a que celebremos la boda cuando estaba pactada. También acepto un pacto que permita que tú estés con otras mujeres siempre que quieras al igual que yo haré lo mismo si se me presenta ocasión; no quiero que sufras estando casado con una persona que no quieres y no voy a arrebatarte tu felicidad.

Él ni siquiera pestañeó, con la misma voz neutra me dijo sin mirarme.

-De acuerdo.

Entonces me marché de allí con el corazón hecho añicos.

The Black Queen of The  Wolves (Is it love?Sebastián) [TERMINADA]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ