Iridiscente

847 104 15
                                    

Parte única

Algunas veces, en esos pequeños momentos en los que el universo parece estar a mi favor, donde encuentro paz y serenidad por un par de minutos, reflexiono sobre mi mismo. ¿Cómo es que me he visto llegando a este punto? ¿A este lugar? ¿Cuándo las cosas empezaron a cambiar? En mi caso para bien. Hasta hace tan solo un par de años, mi visión era muy diferente a la actual y no por un motivo de madurez o experiencias que la vida me ha dado como aprendizaje. No. Creo que podría compararlo a un cambio de humor, una forma nueva de percibir mi alrededor.

Sé que mi vida no debería ser dependiente de como cierta persona me hace ser pero, ¿acaso esta mal realmente si esa persona ha demostrado que aún en las malas, parece estar lo suficientemente loco para quedarse a mi lado? No estoy a favor del pensamiento o el ideal de que solo se encuentra la felicidad encontrando el amor pero, demonios, yo así lo he encontrado.

Tan perdido estaba en mis propios pensamientos que no me di cuenta cuando él ya había llegado a mi lado.

—¿Qué estará pasando por esa cabecita rubia rosa o melocotón tuya? He llegado hace un rato y sigues mirando a la nada, Jimin. —La voz de JungKook irrumpió en mi pequeña cavilación que lejos de cortarla, comenzó a formar parte de ella. 

—Mirando a la nada, pensando en todo...¿no era así ese chiste?

¿Tan malo era que mi mundo monocromático se pintara un poco de rojo cuando su nariz se arrugaba al sonreír?

—Sí, pero tiene gracia si te saco una foto y ya ha pasado un rato para que tenga el mismo efecto. Además, por desgracia, una simple foto no sería capaz de recoger tu imagen pintada por el arrebol en tus mejillas.

Así era él. De un momento a otro, con simplicidad, podía hacer que el pulso se me acelerará con su sinceridad directa y sin vergüenza que lo caracterizaba y envidiaba. En situaciones como estás, me gustaría poder responderle y no ratificar sus palabras con mas sonrojos de mi parte. Con un ligero empujón de hombros, me animo a caminar a su lado.

Los colores naranjas se hacían presentes junto con el silencio que muchas veces nos rodeaba. Y ya no eran nuestros labios los que hablaban. Lo hacían nuestras miradas, los dedos rozándose entre sí, esas bajada de mirada y suspiros que sin querer se escapan tras una sonrisa. Nacía el amarillo cuando nuestras manos se buscaban para tomar la otra, cuando la fuerza de nuestros dedos hacían real su presencia ya que, al igual que el reflejo de los rayos del sol que incide en las gotas de agua, temía que su presencia fuera tan solo la ilusión óptica de mi visión sin color. Pequeños paseos que se convirtieron en costumbre desde la primera vez en la que ambos nos hacíamos compañía desde la universidad hasta la estación.

Creo que la primera vez que pude diferenciar bien el cían de el azul fue esa primera vez en la que hablamos mas allá de lo cortés. Tan claro y tan oscuro, profundo a la vez cuando su boca pronuncia mi nombre y sus buenos días cada mañana me saludan con mas gracia que el sol al alba y el gratificante dolor que suponen sus despedidas pues siempre deja en claro que nos volveremos a ver y cuento los minutos para que suceda.

El violeta... el violeta era ese color que pocas veces se dejaba ver y, como estrellas fugaces, atesoro en mi memoria esperando a ver la siguiente ocasión para pedirle un deseo y mantener la esperanza en que ocurrirá, de que él algún día se dé cuenta de cómo pinta mi lienzo en blanco así como ya sabe como mi corazón salta en mi pecho con solo notar su presencia cercana a mi tanto física como mentalmente.

—Tan callado, ¿cuánto por tus pensamientos? —Murmuró sacando su billetera, haciéndome soltar una carcajada tanto sorpresiva como feliz de su mala broma.

—Un beso.

Y allí estaba de nuevo, ese color que atesoraba tanto. Contados eran los momentos en los que el cohibido era él y no yo, rara vez lo dejaba sin palabras y sin ganas de refutarme. El problema era que sabía que no me besaría, no pagaría el precio necesario para compartir con él mis reflexiones a cada vez mas cursi estando en público. No era por miedo al que dirán, si alguien no sabía de nuestra relación en el campus era que vivía en una cueva o era nuevo. Simplemente era una persona tímida en la cual podía ver su cara mas atrevida en la privacidad.

Demasiado pronto para mi propio gusto, la estación ya estaba a solo unos metros de nuestros pasos y era de esas "ventajas" de que la universidad quedara cerca de una, un detalle que al principio me gustaba pero con el tiempo, me comenzó a parecer molesto. Y no parecía el único pues el muchacho a mi lado, que sin darme cuenta ya me sacaba unos cuantos centímetros de altura, iba cada vez mas lento, como si de esa forma se ralentizara nuestra hora de despedirnos.

—Cuando llegues a casa no olvides enviarme un mensaje para saber que llegas bien. —Comentó cuando quedaba poco para llegar a la estación, apretando el agarre de nuestras manos un poco para sacarme de nuevo de mis pensamientos.

—Sabes que lo haré. ¿Tanto te gustan mis mensajes del emoji feliz?

—Me gusta la carita feliz porque sé que significa que llegaste bien.

Y era el momento de separarnos, él entraría a la estación de tren y yo cruzaría la calle para esperar en la parada de autobús, pero no parecía querer soltar mi mano. También era el momento en donde yo debía aguantar las ganas de gritar cuan adorable era sin saberlo.

 —Tampoco te olvides que este sábado conocerás a mis padres. —Prosiguió alzando mi diestra para poder jugar con mis dedos a la altura de su rostro.

—Y el domingo, tú conocerás a los míos. —Seguí, encogiéndome de hombros como si la idea no me pusiera nervioso.

Casi imperceptible, sus cabellos castaños se movieron al son de su asentimiento. El deseo de alzar mi mano libre y volver a colocar sus mechones en su lugar fue imposible de aguantar e, intentando ignorar el leve temblor involuntario de mis dedos, lo hice. ¿Era posible aún titubear cuando se debería de haber roto todas las barreras de la timidez o vergüenza hace ya tiempo?

De un momento a otro, ya no era solo mis manos las únicas que estaban siendo acariciadas por la suavidad de sus labios, también lo estaba siendo los míos propios, siento tomados, presionados con una levedad que podría compararse con el roce suave de los pétalos de las flores caídas de los arboles en primavera, que tan rápido viene, tan rápido se va. Otra sonrisa que parecía regalarme casi a hurtadillas antes de dar media vuelta y entrar a la estación, dejando a mi con una expresión boba. La misma expresión que me acompaña desde la primera vez que nuestros ojos se encontraron.

Así era JungKook, iridiscente. Con tantos colores y matices que era una belleza a la vista, un arcoíris en la tormenta. Él era el único capaz de ponerle color a mi mundo en blanco y negro.

Fin.

Espero que les haya gustado este pequeño oneshot, es el primero que hago y aunque es bastante corto, estoy satisfecha con el resultado. ¡Gracias por leer!

IridiscenteWhere stories live. Discover now