Capítulo 10: La chica alarmista

244 10 0
                                    

Cuando Raoul despertó a la mañana siguiente, todo seguía en su sitio como imaginaba que sucedería. Desayunó unas galletas que había traído en su mochila mientras esperaba si alguien llegaba a aquel local que ya no parecía abandonado.

Después de aquel pequeño desayuno, recorrió nuevamente el lugar observando detenidamente todo de nuevo. Para ser pequeño cabían bastantes cosas, incluso había algunas habitaciones ocupadas con cosas cuando el día anterior parecían vertederos. Cuando escuchó un ruido cercano a la puerta, volvió a coger la mochila y se escondió donde solía meterla, no sin antes recoger primero la colchoneta donde había dormido.

Se alegró al percatase que en aquel diminuto almacén hubiese una mirilla por donde poder observar que sucedía en el local.

―Está todo perfecto ―exclamó un chico con orgullo―. No creo que haya que hacerle nada más.

―¿Tú crees que nuestros padres se lo creerán? ―Preguntó una chica que iba con él.

―Claro que sí, Mireya. Ya verás, va a ser pan comido ―afirmó él convencido.

―Roi, yo no estaría tan segura... No son tontos. ¿Una escuela de música con tres personas? ¿Sin profesores?

―Bueno, yo le comenté a mi tío Roberto y por un módico precio nos puede echar un cable ―sonrío otra chica.

―Ya, Thalía, pero sigue siendo raro, no se lo van a creer y nos van a mandar para el pueblo de nuevo ―resopló Mireya.

―A ver, Mireya, confía en tu primo Roi ―dijo el joven poniendo sus manos en los hombros de la chica―. Estarán un rato, y se volverán contentos sabiendo que hemos emprendido nuestras vidas y que de aquí a nada vamos a triunfar y todo ese rollo que les contamos. Y mientras, nos buscamos las habichuelas aunque sea pidiendo limosnas en el metro.

―¡Roi! Tienes muchos pájaros en la cabeza. Esto no tiene pinta de ser una academia para aprender música, está muy soso y artificial ―resopló su prima―. Y con el tío de ésta tampoco vamos a hacer mucho, porque dirigiría el cotarro, pero seguiríamos sin profesores ―intentó explicarle sin éxito alguno.

―Van a estar un rato y se irán rápido, ¡ya verás como todo va a ir bien!

―¡Pero si es diminuto! ¿Acaso hay salas insonorizadas? Y menos cabe el número de personas para una clase. Sin contar que como piano, tenemos un órgano muy propio de primaria o...

―Son pormenores. No dejaremos que lo vean todo y listo ―intentó solucionar Roi.

―Ni que fuera tan fácil... Sabes cómo son tus padres.

―Sí, pero también por eso sé que si creen que hay gente dando clases no se van a meter en otra habitación, respetan ante todo.

―¿Y cómo se establece el cambio de clase? ¿Alguna alama? No, ¿verdad? ―Protestó Mireya viendo cada vez más trabas a lo que iban a hacer.

―Ni que esto fuera un instituto, Mireya. ¡Relájate, por favor!

―Lo de las alarmas no hay problemas, a mí se me dan muy bien hacerlas ―sonrío Thalía con inocencia―. En el instituto me llamaban la alarma andante, y en más de una ocasión provoqué que mi clase saliera antes de tiempo a última hora ―explicó con orgullo.

―¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué te sofocabas por todo? ―Preguntó Roi enarcando una ceja.

―¡Qué va! Nada que ver, simplemente se me da bien hacer de alarma ―aclaró Thalía.

Justo después, y sin que los allí presentes lo imaginasen, Thalía ejemplificó lo que acababa de explicar, imitando con su voz el sonido de una alarma, sobresaltando a los allí presentes, incluido a Raoul, quien seguía en su escondite en el pequeño almacén.

Somos Operación CaminaWhere stories live. Discover now