Me cuesta abrir los ojos, y cuando lo consigo, me cuesta centrarme hasta darme cuenta de dónde estoy. Miro a Laia, que duerme tumbada sobre mi pecho, con sus piernas enganchadas a las mías y su brazo agarrándome de la cintura. Incluso dormida está preciosa.
Acaricio su pelo, su cara, le doy un beso en la frente y ella abre los ojos despacio, levanta la cabeza para mirarme y sonríe.
- Buenos días — le digo sonriendo, me inclino y le doy un dulce beso en los labios.
- Buenos días — responde tímida.
- No puedo creerme que te despiertes con una sonrisa — digo acariciando su cara.
- Con una sonrisa y con los ojos pegados, debo de estar horrible — dice riendo.
- Estás preciosa — me da un beso y se inclina a su mesita para mirar el despertador.
- Buena hora.
- ¿Qué hora es? Debe de ser temprano aún — digo tirando de ella para volver a abrazarla.
- Sí, son las nueve.
- ¡¿Las nueve?! — grito sentándome de golpe en la cama — Tengo que irme niña — me levanto de un salto y empiezo a vestirme a toda velocidad.
- ¿Dónde vas? ¡Es sábado! — dice ella riendo.
- Tendría que estar desayunando con un cliente. Luego hablamos ¿vale? — me acerco a la cama y le doy un beso.
- Joder Alberto, no hay ni un día que no tengas que irte — dice poniéndome cara de pena.
- Laia no tengo tiempo, luego hablamos — la beso de nuevo y me marcho corriendo.
Miro mi móvil de camino al coche. ¡Mierda! Cinco mensajes de Nicole, tres de Javier y dos llamadas perdidas de cada uno. Obviamente me toca dar explicaciones. Me subo al coche y voy a casa. Cuando entro Nicole está sentada en la mesa de la cocina desayunando. Se gira y me mira. Nos miramos el uno al otro y no sé muy bien que decirle.
- ¿Vas a contarme dónde has estado? — da un sorbo a su café y sonríe.
- Necesito café — entro, me sirvo una taza y mi siento a su lado.
- ¿Estás bien?
- Sí, estoy muy bien — bebo y suspiro, allá voy — He conocido a alguien — clavo mis ojos en los suyos y ella sonríe.
- Dime algo que no sepa — dice pasándome una tostada.
- La conocí hace unas semanas en un pub. En un principio no era nada especial, pero conforme la voy conociendo… Me gusta muchísimo, Nicole.
- ¿Sabe quién eres? — pregunta preocupada.
- No, no, no sabe nada, pero cada vez resulta más complicado. No quiero hacerle daño — ese es mi mayor miedo, hacerle daño.
- Alberto, tenemos vidas muy complejas, pero no tienes por qué hacerle daño.
- ¿No? ¿Cómo se hace eso Nicole? — pregunto mirándola.
- Eso ya no lo sé — dice apretando mi mano — Y… ¿Cómo se llama? – pregunta sonriendo.
- ¡Qué cotillas sois las mujeres! — digo riendo — Se llama Laia.
- Que nombre más curioso, creo que no lo había escuchado nunca.
- No, yo tampoco y ahora no me lo saco de la cabeza — me levanto, le doy un beso en la frente y me voy a la ducha.
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CUANDO TODO ACABE
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