1: después de tanto.

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Mire por décima vez el reloj, aún faltaban veinte minutos para salir del trabajo, ya no podía más, quería ir a casa a dormir, aunque sabía que llegando no haría tal cosa porque necesito escombrar y esa es una de las desventajas más grandes cuando vives solo, que nadie más te hace las cosas. Aunque después de meditar lo que haría al salir del trabajo, me di cuenta que no había nada en mi refrigerador y tenía la opción de no cenar —aunque esto no me apetecía porque tampoco había comido—, también podría cenar fuera pero esto equivale a gastar más. Así que no me quedaba de otra más que ir a comprar algunas cosas al supermercado y esto equivalía a gastar más en camión y después en un taxi que me lleve a casa con todo y bolsas.

—Hey, ¿en qué piensas que sigues limpiando la misma parte de la barra desde hace ya unos minutos, ah? —me dijo Erick interrumpiendo mis planes pobres.

—Tan sólo meditaba que saliendo de aquí tendré que ir al supermercado a comprar algunas cosas —respondí con tristeza.

—Mi consejo es que ya te cases —dijo divertido—. Bueno, no con la primera que veas pero ya sabes, para ya tener a alguien quien se preocupe de todo eso.

—Pff, no quiero casarme sólo porque me da pereza hacer las compras de la casa.

—Pero también tendrías sexo llegando del trabajo —agregó convencido de que todo lo que decía tenía sentido.

—Estás demasiado idiota —respondí mirando el reloj alegrándome de que ya era mi hora de salida y pensando en lo placentero que sería llegar a casa y tener a alguien que te espera, Erick tan sólo me hacía sentir más miserable.

Salí del bar donde trabajaba y tome el autobús que me llevaría al supermercado, me di el pequeño placer de dormir un poco, por suerte desperté justo unos minutos antes de llegar al sitio. Ya era tarde y ya no habían muchos autos, así que entré deprisa y tome el carrito para dirigirme directo a lo que buscaba.

Mientras miraba la parte de lácteos pude ver de reojo a una chica que miraba helados, se me hizo tan curioso que me gire a verla directamente, ella no parecía notar o percibir la mirada, pues estaba concentrada leyendo los sabores de helado. Tenía una estatura media, complexión media, vestía demasiado adulta para su rostro pálido de niña pequeña. Yo la conocía. La chica por fin se giró y me miró detenidamente por unos segundos, y una corriente recorrió mi cuerpo y me hizo estremecer como la primera vez que la besé.

—¿Inés? —pregunté sonriendo confundido.

—¿Uhm?...

—Soy yo, Bastian —dije emocionado. Ella abrió los ojos sorprendida y confundida, yo sonreí abriendo mis brazos, ella se acercó emocionada y me abrazó. Pude percibir su aroma a chocolate que tanto la caracterizaba, siempre he amado su perfume, así como su olor matutino a sábanas y cobijas. Ella se alejo y me sonrió contenta—. Cuánto tiempo desde que no sé nada de ti.

—Lo sé —respondió sonriendo—. Apenas volví, estuve viajando por trabajo, me fui tres años.

—Vaya eso es mucho tiempo y si agregamos los dos años que no quisiste verme... —ella dejó de sonreír— lo lamento.

—Ya pasó, Bastian —me dijo volviendo a sonreír—. El tiempo cura las heridas. Lo sabes.

—Ya lo creo, eso me alegra un montón. ¿Por qué volviste, vivirás aquí?.

—Sí, viviré aquí un tiempo, ya sabes, hasta que no me salgan planes nuevos. Es un lugar tranquilo y pues eso —volvió a sonreír.

—Sigues muy hermosa —susurré.

—Y tú te has dejado la barba —dijo mirándome—. Me gusta, se te ve genial.

—Oh claro, parezco un señor demasiado atractivo —sonreí—, ¿comprarás helado?

—¿Qué?, ¡Ah, sí!, bueno, es que no tengo planes y pensé en comer helado mientras veía alguna película, pero no sé qué sabor de helado llevarme.

—Siempre has sido muy indecisa, deberías llevar el napolitano como siempre —sugerí.

—Quería algo distinto pero tienes razón —dijo tomando el helado napolitano de 1L—. Esto de elegir cosas en concreto nunca será lo mio por más años que tenga. ¿Y tú, qué haces aquí?.

—Bueno, como adulto responsable tengo que comprar algunas cosas para sobrevivir —señale mi carrito lleno de despensa.

—Muy bien, adulto responsable -comenzó a reír divertida—, pues te dejo seguir con tus compras, yo sólo vine por chucherías.

—¿Ése es tu carrito? —pregunté señalando un carrito lleno de dulces, algunas libretas, plumones de colores y un juego de lego. Ella asintió y yo comencé a reír—, ¿a caso tienes a un niño de siete años a tu cuidado?

—Ajá —respondió cruzándose de brazos avergonzada—. En el trabajo me han dado vacaciones.

—Vaya, lo que es haber estudiado —dije un tanto burlón y cabizbajo—. Yo sólo descanso los fines de semana y eso no siempre.

—Lo que es haber querido salir adelante —corrigió—. ¿De qué trabajas?.

—En un bar —respondí—. Soy el que sirve los tragos y coquetea con las chicas ebrias que llegan allí.

—Ya veo que sigues siendo muy tú —susurro con un tono de amargura muy conocido en ella.

—Sí... bueno, pero tengo barba —señale mi rostro. Ella sonrió.

—Bueno... me dio mucho gusto volverte a ver, Bastian —dijo yéndose adonde estaba su carrito. Yo no quería que se fuera.

—Uhm, sí, bueno, igual ya terminé. Ya llevo lo más importante, ¿vamos a cenar algo? —pregunté nervioso. La conocía y como la conocía, sabía que con ella era todo o nada. Me miró dudosa—. Anda, yo invito.

—Uhm... pero vamos a mi casa —dijo—. Ya he pasado mucho tiempo rodeada de gente, quiero estar sola un rato.

Acepté contento, pues esto era mejor y más íntimo que ir a algún sitio donde no pueda intentar algo más. Fuimos a pagar todo y llenos de bolsas fuimos hasta donde estaba su auto, uno muy lindo color gris.

—¿Tuyo? —pregunté asombrado mientras metía todo a la cajuela, ella asintió—. Es genial, Inés.

—Sí, es bonito.

Ambos subimos al auto y ella lo puso en marcha. Mientras conducía puso música, no supe en qué momento pasamos de estar en una vaga charla, a cantar, a terminar mirándola de un modo estúpido, como en nuestras primeras citas. No podía evitar admirar su belleza, su pequeña nariz, sus finos labios, su mirada, sus cejas que siempre me han causado misterio e intriga, somos tan iguales, tan nosotros que no podía evitar sentirme así, así de enamorado aunque el tiempo haya pasado y se haga notorio en nuestras pequeñas arrugas. Ella seguía siendo ella.

Todos Estos AñosWhere stories live. Discover now