2: la cruda verdad.

117 12 0
                                    

Cuando llegamos a lo que era su casa, grande fue mi sorpresa en notar lo bonita que estaba, no era grande, pero era muy elegante, muy ella. Todo era muy, muy Inés.

—Pues tu casa es muy linda —le dije después de haber terminando de cenar. Habíamos comido pizza.

—Sí, lo es —respondió—. Aún le faltan algunos detalles pero hasta ahora me gusta cómo va quedando.

—Sí... ¿piensas vivir aquí hasta anciana?

—No lo sé —comenzó a reír—. Sabes que a mi no me gusta eso de planear cosas, o de permanecer en sitios por mucho tiempo. Me gusta el cambio, así que no puedo decirte si quiero o pienso estar aquí hasta anciana.

—Lo sé, Inés... —respondí incómodo— ¿y cómo te ha ido todos estos años?

—Pues creo que ya te conté mucho —dijo rascándose la barbilla—. Aunque no sé si te refieres a mi estabilidad emocional, todo ese rollo más personal.

—Uhm, no, bueno sí, pero...

—Pues todo ha ido bien —me interrumpió—. Cuando me ofrecieron el trabajo ya habían pasado dos años de que había dejado de verte —contó mientras iba por el helado—, yo no quería irme, bueno, lo dudaba mucho. Pero hay algo que me dijo mi madre y es que, pues aquí no tenía nada, haciendo referencia a nosotros, a amigos, a algún hogar propio... Y pues me fui. Y allá... pff Bastian, allá volví en vida. Conocí gente, conocí lugares hermosos, crecí laboralmente hablando, y también mentalmente...

—¿No me extrañaste? —la interrumpí. Ella me miró un par de segundos y después giro su vista y se centró en servir mucho helado a su recipiente de vidrio—. Inés, ¿pensaste en mi?.

—Claro que lo hice —respondió por fin, y sentí una llama encender en mi pecho—. Bastian, tú eras mi primer pensamiento cuando despertaba, el último cuando iba a dormir, y el principal cuando pasaban cosas buenas en mi día a día... Porque aunque ya habían pasado los años, yo aún te quería y aún me dolía lo que pasó. Pero no siempre fue así. Conocí a alguien...

—¿Qué?...

—Eso. Es un chico encantador. Bastian, después de ti no creí encontrar a alguien que se te igualase o mucho mejor, superase. Tú y yo somos tan parecidos que era imposible que esta coincidencia me pasara dos veces. Pero llegó Benjamín. Es un muchacho que trabaja en la misma empresa en la que yo estuve laborando, él me ofreció más que sexo, más que amor, me ofreció su tiempo, su comprensión, su estabilidad. Él no salió corriendo cuando yo ebria y dolida lloraba pidiendo tus labios y no los de él. Él nunca se aprovechó de que lo haya dejado conocerme tanto, y es que no me di cuenta, simplemente pasó. Él quería saber todo de mi, y de algún modo lo supo. Se interesó en saber mi color favorito, mis olores favoritos, en saber mis temores, en conocer y sanar mis cicatrices... Benjamín me mostró que hay vida después de ti.

Para este momento mi corazón se sentía tan aplastado y dolido. Sentía mis pulmones secos, mis ojos ardían suplicando lágrimas que no podía entregarles.

—Inés, yo... perdoname por favor —suplique sollozando y cubriendo mis ojos con mis manos. Ella en seguida tomo mis brazos y besó mis manos—. Inés te amo, te amo, te amo...

—Bas, yo te perdono. Te perdoné hace mucho. Todos nuestros errores como pareja y como amigos que fuimos antes, todos quedaron atrás —seguía tomando mis brazos—. Tú orillaste a que todo no funcionase... yo, por dios, yo suplicaba que me buscaras, pero nunca pasó.

—Inés, creeme que perderte a sido el castigo más doloroso, aún no puedo mirar a una chica a los ojos sin pensar en los tuyos. Aún deseo tu cuerpo, aún deseo tus besos... Inés, te necesito desde el primer día después de tu partida hace ya casi cinco años...

Inés había comenzado a llorar, ella aún tomaba mis manos y podía sentirlo; ella aún me quería.

—Bastian, por favor vete —me soltó las manos y se alejó.

—¿Qué?.

—Que te vayas —repitió—. Fue un error volver a vernos, Bastian, por favor sal de mi casa...

La tome del rostro y la besé. Ella se negaba pero después tan sólo éramos nosotros igual de enamorados como hace diez años.

Cuando me separé ella me miró atónita. Sus ojos se veían tan quebrados, ya no tenían el brillo que tenían cuando me miraba y esto me dolió en el alma.

—¿Acaso él te besa mejor que yo? —le pregunté dolido.

—No es del quién más o quién menos —respondió—. Pero él me hace sentir lo que ahora no sentí por ti.

—¿Qué?.

—Deseo. Seguridad. Amor.

—Lo amas.

—Muchísimo, Bastian. Y él no merece lo que alguna vez me hiciste tú: engañar. Yo soy fiel a sus besos, a sus caricias.

—Yo sé que aún me amas —susurré.

—Deja de engañarte —pidió volviendo a sollozar—. Deja de creer que el tiempo no pasó... Benjamín vivirá aquí conmigo.

—¿¡Qué!? —pregunté horrorizado—. ¿Piensas hacer con él lo que soñabas hacer conmigo?, ¿acaso él sólo me está sustituyendo?, Inés tú y yo podemos ser felices juntos si me das una última oportunidad...

—Por dios, Bastian —me interrumpió limpiando sus lágrimas—, te di todas las oportunidades posibles.

Y por más que me doliese aceptarlo. Era verdad. Ella me ofreció todo.

Sin decir más, me puse de pie y salí de allí tomando la chaqueta que llevaba puesta, en ese momento ni siquiera me preocupó haber dejado toda mi despensa en su auto, pues ni siquiera pensaba en ir a casa.

Al otro día desperté entre los brazos de otra chica. Una de tez morena y cuerpo espectacular. Ella dormía recargada en mi pecho. Con mi brazo libre me talle los ojos, y con demasiada delicadeza me quité su cuerpo de encima y salí de esa cama rápido. Y por desgracia Inés tenía razón. Seguía siendo igual. No saber estar solo, corriendo buscando sexo casual donde las chicas no me brindan ni la mitad del placer que sentía estando con Inés. 

Todos Estos AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora