Capítulo II: La infancia

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*Flashback*

POV' EXTERNO

Era un día soleado en la Selva Negra, Alemania. Las aves volaban en libertad y armonía, había una tranquilidad única. Se notaba que la primavera estaba por llegar. 

Era la época en donde Mei tenía dos años, estaba en casa con su madre y su padrastro. ¿Y dónde estaba su padre?, os preguntaréis. Pues en ese tiempo ya estaban separados. Marcos tenía seis años, recién cumplidos. ¿Cuál era el problema? Mei no era consciente que su padrastro no era su padre. A su verdadero padre le había tratado como su tío. Extraño, ¿no? Creció sin saber la verdad.

Charlotte, su madre, tenía treinta años en ese entonces, ojos azulados como el mar y una gran melena rubia lisa con un flequillo que le colgaba por debajo las cejas. La juventud, por lo que se veía, no quería soltarla, ya que parecía tener menos edad de la que aparentaba, algo positivo. Ella era alta y esbelta, metro setenta y cinco mínimo. Perfecta para ser modelo, pero como dice, es un oficio injusto ya que todas las chicas parecen tener problemas alimenticios o que comen súper poco, todo marketing. Ella siempre ha preferido comer mucho, aunque, por suerte la suya, sin engordar.

Christian, su padre, tenía treinta y dos años. Ojos café con pelo revuelto y rizos que le llegaban por debajo los hombros. El color del pelo se podría decir que era un castaño claro, tirando a dorado. La gente acostumbraba a decir que tenía el cuerpo entrenado, pero lo mejor de todo es que no había pisado un gimnasio en su vida, suerte que tienen algunos. Y para terminar de perfeccionar a este hombre, media metro ochenta y cinco. 

Eran la familia perfecta, con dos hijos preciosos. Pero ya sabéis, la perfección no existe. No todo es para siempre. La realidad es más difícil de afrontar con los años y en su caso, aún no lo han superado.

Fue su madre quien quiso encubrir y crear toda esa mentira para Mei. Su padre hubiera preferido contarle la verdad des del inicio, pero, tal y como decía Charlotte, era demasiado pequeña. Hay que decir que razón no le faltaba, ¿pero escondérselo hasta los dieciocho? Chris lo veía innecesario. Y como no llegaban a un acuerdo, lo eligieron a piedra-papel-tijera. Ella ganó, y por lo tanto se quedó con Mei y Chris con Marcos.

En un principio el piedra-papel-tijera era para pactar cuando le contarían la verdad. Pero una vez decidido, su padre prefirió quedarse con Marcos y que ella se quedara con Mei simplemente porque Charlotte es mucho más protectora y sabría educarla adecuadamente.

Mei creció siendo una niña feliz, liberal y con mucha energía y entusiasmo, rara vez deslizaba alguna lágrima, ya que su madre se encargaba de que esto no sucediera. Marcos, de lo contrario, le fue más difícil. Él lo sabía todo hasta cierto punto, y tener que mentirle a su propia hermana o para ella su mejor amigo, le era muy difícil, lo odiaba mucho. ¿Pero que podía hacer él? Fuera donde fuera estaba siendo observado. Iba al parque, habían infiltrados, iba de compras, igual. Estuviera donde estuviera con Mei no podía soltarle la verdad. Él no era feliz escondiéndoselo, pero tampoco podía jugársela en contárselo todo. Pensaba en las consecuencias y le daba miedo, no quería perderla. Era lo más importante de su vida, su tesoro. Aun así, Marcos no sabía nada, no sabía el porque de tanto secretismo. Lo único que él sabía era lo de sus padres. ¿Injusto? Mucho. Ya que se veía obligado a guardar un gran secreto quería saberlo todo. Pero como siempre decían, él no estaba preparado para saberlo.

Marcos al ver que no le veían preparado, decidió empezar a avanzar como ser humano, y comenzó a proteger a Mei, a seguirla siempre que pudiera, a ser su escudo, su pañuelo, a ser todo. Para que sus padres vieran que si lo estaba. Ella estaba en muy buenas manos, por no decir que demasiadas. 

Un día estaba con ella en el parque solos, tenían seis y nueve años. Todo iba bien hasta que decidieron volver a casa. Se les hizo tarde y Marcos sabía que Charlotte le echaría bronca por las horas que eran. Regresando, iban cogidos de la mano como de costumbre, pero Marcos se sentía inquieto, algo no iba bien. Miraba a Mei y ella estaba dando pequeños saltitos y canturreando no sé que canción, como siempre, estaba feliz y eso era necesario para que él sonriera también. Miró hacia atrás y hacia adelante varias veces, tenía un mal presentimiento y no era precisamente por la bronca de su madre. Se encontraban yendo por un estrecho camino de arena, ya que era el más rápido para llegar a casa, entonces Marcos aprovechó para coger alguna que otra piedra, por si acaso. Mei le miraba extrañada ya que se había dado cuenta de su comportamiento hace rato. Ella era pequeña pero no estúpida.

Después de lo ocurrido esa noche, Marcos empezó a ir al gimnasio, ya que ni él mismo sabía lo que podría ocurrir en un futuro. Solo tenía diez años cuando decidió comenzar, pero se dio cuenta de que su objetivo no era ponerse mazado y que se le notarán los músculos sino saber defenderse si era necesario, por lo tanto, se apuntó a karate. El karate era algo que le apasionaba, pero el hecho de tener que ir a clases le perjudicaba en cierto punto, ya que no podía estar tanto tiempo con Mei y eso era algo con lo que temía bastante.

Un día, al salir de sus clases de karate volvió a sentir una presencia, como la de hace años atrás. Después de ese incidente, Mei y Marcos acostumbraban a ir siempre acompañados, pero ese día él tenía ganas de airearse un poco, estaba estresado. Fue una mala idea, siempre que decide hacer algo fuera del horario ocurren cosas. El mal presentimiento lo persiguió durante todo el trayecto, pero él no veía ni oía nada en especial. ¿Por qué?



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⏰ Last updated: Apr 18, 2018 ⏰

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