Capítulo 32

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Desperté sobre el sofá de mi cuarto, con las piernas descubiertas y congeladas, el clima había bajado de golpe, y eso me gustaba, pues significaba que era hora de sacar mis enormes y hermosas sudaderas y abrigos.

Me había quedado dormida mientras lloraba, y es que quizá no me quedaban más ganas de hacerlo, quizá me había cansado de llorar que decidí mejor dormir, pues había gastado todas mis pequeñas fuerzas en llanto, mis ojos  hinchados me delataban, y digamos que no me venían muy bien.

Entré a la ducha y ahí me quedé por veinte minutos, recién abrí el grifo el baño se llenó de vapor caliente, esperando por una ridícula y tonta razón que al salir mis ojos ya no estuvieran tan hinchados.

Pero Emma es tonta y siempre lo será.

El tema con Cameron es muy simple, prometí e hice un pacto conmigo misma mientras derramaba litros de llanto, que no volvería siquiera a pensar en él, que eso no volvería a lastimarme, que si eso a él le lastima, qué lástima, porque no pienso acercarme a él, las cosas van a permanecer así, a menos que mi madre me obligue a ir al supermercado a comprar jamón, un pedazo de queso, o cualquier otra estupidez. Cameron así quiso las cosas, y así las va a tener.

Llegué al Instituto en colectivo porque el coche que usaba, los días lunes, no circulaba, y no quería una multa que jamás iba a poder pagar, y por la cual tendría que trabajar por meses cuidando niños, cambiando pañales y limpiando vómitos sobre mi camisa favorita...

Fue una mala idea jugar con Daniel, el hijo de seis meses de la vecina, a lanzarlo y atraparlo dos minutos después de llenarlo de leche, ya he aprendido la lección. Menos mal el vómito no cayó en mi boca.

La primera persona a la que miré entrando fue a Caleb, quien estaba rodeado por tres chicos, y quien también, intercambió miradas conmigo.

Sus chinos brillantemente negros me daban envidia, tenía el cabello mejor que cualquier otra chica del Instituto, tanto como para crearle un cuento, "El pequeño chinitos negros", donde el lobo quería comerse a su abuela pero este le lanza superpoderes con su cabellera mágica. Ridículo, pero interesante. Tiembla, Avengers.

—Emma...— escucho a Alysse detrás de mi, en los casilleros.

—Alysse...— le respondo con el mismo tono de voz, aún con la mirada dentro de mi casillero.

—¿Dónde está Noah?

—Me gustaría decirte que encerrado en el armario de mi casa.

—¿Dónde está Noah?

—¿Para qué quieres saberlo?

—Yo no fui quien lo dijo.

—Afortunadamente para ti y desafortunadamente para mi, estás en lo cierto.— me encojo de hombros y hago una nueva triste.

Prosigo a cerrar el casillero y caminar hacia mi primera clase.

—Quiero verlo.

—No te estoy tapando los ojos, Alyssa.

—Él no quiere verme, ayúdame.

Me detengo y ella se detiene igual, me coloco frente a ella y frunzo el ceño.

—Escucha, eras una amiga excelente, casi perfecta me hubiese atrevido a decir, pero te metiste con mi mejor amigo, y con eso me refiero a que me lastimaste a mi, tanto como a él ¿qué te da el derecho de pensar que voy a ayudarte?

Ella se queda callada y sus ojos me miran fijo.

—Sí, eso creí.

Asiento con la cabeza y acomodo mis libros entre mis brazos y prosigo caminando.

BRAD ©Where stories live. Discover now