La llegada de Anat. La diosa de la guerra.

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Uno, dos y tres.

-Ya no más… estoy muerto- había dicho Seth.

-Por favor, ten piedad- dijo Embry.

-Par de niñas, solo estamos calentando, lo bueno llega ahora mismo- Diana estaba parada enfrente de nosotros.

Seth y Embry se habían apuntado a los entrenamientos que Diana y yo hacíamos cada mañana, yo ya empezaba a acostumbrarme a los grandes esfuerzos que hacía y terminaba menos cansado que antes, pero Seth y Embry apenas empezaban hoy.

-¿Estas halando enserio?- dijo Seth.

-Nos quieres matar, enserio hermano, yo no sé cómo aguantas todo esto-

-Yo tengo casi dos semanas entrenando, y la verdad es que los primeros días si es difícil, pero después te acostumbras, ahora ya puedo aguantar más- le conteste a Embry.

-Ese es mi hombre- Diana se acercó a mí y me dio un golpe suave en un glúteo.

-Ah, por favor- gimieron los dos.

-Consíganse a sus chicas, y verán lo que es estar enamorado-

-Aun no es tiempo…-

Los chicos callaron y se pusieron a escuchar y oler el aire como yo, Diana hizo lo mismo.

Guardamos silencio mientras Seth y Embry se paraban y se ponían en guardia, Diana al contrario, en su rostro se dibujó una gran sonrisa torcida y negó agachando la cabeza divertida.

Yo por acto reflejo me puse delante de Diana, Seth y Embry me flanqueaban. Pero yo por protección me transforme, así tenía más posibilidades de poder atacar si era necesario.

Tan bien que estábamos aquí entrenando, semanas enteras sin presentarse ningún problema y ahora pasaba esto, ¿Cómo le habrá hecho para entrar a los terrenos sin que nadie de las manadas lo escucharan? No sé qué era eso que estaba dentro de nuestras tierras, pero aun así no me daba buena espina.

Diana se cruzó de brazos sonriendo, Seth y Embry también se convirtieron en lobos y se quedaron mirando al bosque, que era donde nos encontrábamos.

Una flecha salió de entre los arboles directo a mí, pero la esquive casi por los pelos.

-Yo que tú no hacia eso- dijo Diana tranquilamente, dirigiéndose a los árboles.

No obtuvo respuesta más sin embargo los chicos y yo nos pusimos a gruñir, atacar entre la obscuridad técnicamente no era limpio.

-Verte de nuevo es un placer- hablo alguien con una voz que se podría decir, dulce.

-Digo lo mismo, Anat- la voz de Diana dejaba notar que la conocía.

Me acerque a ella y le di un empujoncito con mi hocico en el hombro de Diana, ella volteo y me miro acariciándome la frente lobuna.

-La conozco Jake, ella es inofensiva y si intenta hacer algo para eso estoy yo y los chicos, créeme-

-Sí, extrañaba esas dulces palabras que saben a amenaza, bien estoy aquí como lo pediste-

-Falta alguien más, ¿No es así?- Diana levanto una ceja escéptica.

-Noto que no te fallan los sentidos-

-Sigo siendo la misma Diana, pero más fuerte-

-Eso lo veo, estás a lado de tu "Angelus cor" -  le gruñí a la mujer que estaba a un metro de Diana y de nosotros.

En ese instante salieron otras dos mujeres, iguales casi que la primera, solo que lo que las distinguía eran las vestimentas.

-Amunet y Keket, un placer verlas de nuevo-

-Diana- las dos chicas hicieron una pequeña reverencia ante Diana.

La primera chica que había llegado, Anat, como Diana la había mencionado ella vestía con un vestido de color blanco y una pequeña cintilla de color dorado en la cintura, pelo suelto y de color morado con puntas rosas, su flequillo estaba atravesado por su frente asiéndole de diadema.

La segunda era Amunet, así como Diana dijo, su vestimenta era de color rojo, y sus ojos casi combinaban con su vestido, pero su cabello era rubio casi llegando al blanco, el vestido que ella portaba era sin mangas y con una tirita del mismo color rojo, que cruzaba de su cuello al vestido.

La tercera, ella vestía de color negro, y una cintilla de color plata en la cintura, pelo suelto y la mitad cubriéndole el rostro, pero el único ojo que se podía ver era de color gris y con una pronunciada sombra negra, ella traía una tiara de color oro, tal vez lo era, su cabello era de un rojo brillante.

Las tres tenían su piel casi pálida y andaban descalzas, las últimas dos mujeres se notaban más o menos de la edad de Kim, no muy grandes pero tampoco muy jóvenes, la primera en llegar aparentaba la edad de Diana.

La del vestido rojo, Amunet, ella me miraba como tratando de penetrar mi alma… no sabía lo que estaba haciendo pero sentía un revoltijo en mi estómago, ese malestar me hizo caer sobre mi estómago en el suelo.

-Sera mejor que a los lobos nadie los toque y menos a este que está aquí, él es mío- la voz de Diana era fría y distante, ella se puso delante de mi agachándose y sobando mi hocico.

-Solo tenía curiosidad, él tiene un aura demasiado fuerte y llamativa, el aura de un guerrero- hablo la del vestido rojo.

-Pues no vuelvas a hacer eso, al menos avísame, él tiene parte humana y no soportaría las habilidades de nosotras-

-Entendemos- hablaron las tres chicas.

-Sera mejor que vayamos a la casa, aquí cualquiera podría escucharnos o vernos- dijo Diana.

Con cuidado Diana me ayudo a ponerme de pie, una vez parado me sacudí como un vulgar chucho, creo que eran hábitos que ya estaban integrados en nuestros genes.

Teníamos que hablar todos, explicaciones eran lo que nos debían.

Hermione Granger ¿En Crepúsculo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora