III: OUR DESTINY (Parte II)

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Supongo que no hace falta decirte cuánto insistieron los Rebeldes para que me quedara algo más en la Guarida, aunque sólo fuera para cenar y charlar. Algo dentro de mí me preguntaba qué estaría pasando con David, por qué demontres seguía metiéndome en el agujero negro del que me había prometido salir, pero se me hacía imposible negar una petición tan simple. Además, teniendo como excusa mi turno matutino en el bar, sabía que la cosa tampoco podría alargarse demasiado. Era un plan perfecto que en ningún modo podría salir mal.

Nada de esto tiene especial importancia, he de avisarte. La cena no estaba envenenada, ni hubo ninguna catástrofe en la cocina. Por suerte. Mas últimamente, me estoy dado cuenta de que nada sucede por casualidad, de que incluso las decisiones más absurdas o triviales tienen su peso en el transcurso de la historia. Y el peso de ésta, reside en que gracias a esas horas ganadas, fui capaz de presenciar algo que no me hubiera imaginado ni en un millar de años.

Los chicos se había dispersado por la Guarida, tratando de seguir la terrible idea (a mí parecer) que tuvo CC sobre preparar entre todos algo de comer, en vez de recurrir a la clásica comida oriental por encargo. Por si te pica la curiosidad, que sepas que acabamos haciendo burritos. Aproveché para ir al baño a lavarme las manos, y cuando salí, tuve que recorrer los pasillos de la segunda planta por mi cuenta, sumida en una repentina penumbra. No era la primera vez que me abandonaban de forma tan descarada, pero no por ello me sentaba mejor.

Apenas di cinco pasos, me percaté en una figura colocada cerca del ventanal que llevaba a pequeño balcón, situado sobre la fachada. Debió de aprovechar la ausencia de los demás, pues parecía que el otro Andy me estaba esperando. Miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie podría verme, y me acerqué con paso rápido hacia él; sabía demasiado bien que se haría de rogar, y que no movería ni un músculo para contarme lo que fuera que me tenía que decir. Cierto era que hacía unos días que no había aparecido, y en cierto modo me alegraba de la ausencia de su presencia. Volver a verlo sólo me tocó más las narices. Y la intriga.

―¿Qué demonios quieres ahora? ―le vociferé en un susurro, no estando dispuesta a que me volviera a arruinar la fiesta.

Más él, rápidamente me hizo chistar con un labio sobre los labios, empujándome con la mirada contra el borde contrario del marco de la puerta. Lo miré con confusión, hasta que sus pupilas se deslizaron hacia las puertas abiertas del balcón. Todavía quedaban los últimos rayos del atardecer recogiendo sus atuendos, pero no logré comprender a qué venía su interés hasta que escuché unas voces y el corazón se me detuvo.

―...ya lo hemos hablado.

―Al parecer no lo suficiente, pues seguimos igual ―Pude reconocer el tono de voz de Jake al instante, sus graves siempre han sido inconfundibles. Y tonalidades graves sirven para situaciones graves―. Y no sé tú, pero yo no quiero estar así para siempre...

―Muy bien ―respondió Ella, a la que pude ver cruzando los brazos sobre el pecho gracias al reflejo del cristal―. ¿Y qué propones que hagamos? ¿Ignorarlo, hacer como que no ha sucedido nada?

―Tal vez, si los dos cediéramos un poco...

―Es lo mismo... ―replicó en un exasperado suspiro―. Y yo ya estoy cansada de ceder constantemente, con todo. Por una vez, pienso plantarme.

Se hizo un silencio que se podía cortar con un cuchillo. El otro Andy y yo compartimos una mirada de reojo; en su rostro pude captar un interés asombrado, casi divertido, mientras que en mi pecho sólo era capaz de encontrar la confusión y la preocupación en una mezcla extraña. Estaba deseando que hablasen del origen de todo esto, pero al parecer ninguno de los dos tenía el valor o las ganas necesarias para mencionarlo. Y yo desde luego no iba a firmar una petición.

REBELDES: El Valle de los PariasWhere stories live. Discover now